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En 1958, el físico Francis Crick, que poco antes había descubierto junto a Watson la estructura de la molécula de ADN, enunció el llamado Dogma Central de la Biología Molecular. Este concepto fundamental describe cómo fluye la información genética dentro de las células de los seres vivos. Un proceso, en definitiva, que define la vida tal y como la conocemos. Todo ello de la mano de José Blanca, Toni Monforte y Ximo Cañizares.
Fuente: A Ciencia Cierta
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YĔHUDAH HA-LEVI
Nació en Tudela, actual Comunidad de Navarra en 1070. Es sin duda el máximo exponente de la poesía hebrea peninsular medieval. Tras dejar en su juventud su ciudad natal, cuna también de otros escritores ilustres, como el viajero Benjamín de Tudela y el filósofo Abraham Ibn Ezra, se estableció en las tierras musulmanas de Al Andalus, recibiendo allí una esmerada formación tanto en ciencias y medicina, como en leyes, teología y poética. Tuvo estrechas relaciones con los mejores poetas judíos y árabes de su época, gozando en vida de una fama extraordinaria. Tocó temas amorosos y báquicos, cantó a la amistad, lloró por la muerte de los seres queridos, reflexionó sobre asuntos muy humanos, ensalzó a Dios y trató de consolar a su pueblo en el exilio. Al final de su vida, dejó Sefarad y embarcó hacia Israel, deseando pasar sus últimos días en la añorada tierra de sus antepasados por él tan amada. Falleció en 1141.
Fuente: http://amediavoz.com/
HERMOSA COLINA
Hermosa Colina, alegría del mundo, ciudad del gran Rey,
¡por ti suspira mi alma desde los confines de Occidente!
Mis entrañas se conmueven cuando me acuerdo de antaño,
de tu Gloria que fue desterrada, y tu Templo destruido.
¡Ojalá pudiera volar sobre alas de águila
para regar con mis lágrimas tu polvo, mezclándolos!
Te busco aunque falte tu rey, y aunque en lugar de tu
bálsamo de Galaad hay ardientes serpientes y escorpiones.
¿Cómo no me conmoveré ante tus piedras y no las besaré, si es
a mi boca el sabor de tus terrones más grato que la miel?
De "Poemas de Sión". Versién del Vasco: Xabier Kintana
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La Órbita de Endor hoy es invadida por lo extraterrestres para que los estadounidenses puedan salvarnos (y al mundo entero) una vez más en una de las producciones hollywoodienses más estruendosas de su tiempo. INDEPENDENCE DAY. Con una premisa básica pero efectiva, este espectáculo visual de Roland Emmerich ofrece, además de entretenimiento y diversión de alto coste sin mucha más enjundia, algunas imágenes y frases lapidarias para el recuerdo. Sabiendo lo que se ve, que es fast food sin pretensiones, la película de 1996 se puede gozar hoy tanto como en su día, con la mentalización adecuada. Independence Day no engaña a nadie, da sólo lo que promete. Hoy junto a Albert PR17 Galdor, Christian Presa y Antonio Runa, se narrará la historia sobre su producción y se analizará la película con el tono y la perspectiva adecuada.
Fuente: La Órbita De Endor
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La obra de Aleksandr Pushkin sirvió de crisol donde se fundieron la precisión de la lengua escrita con la fértil fantasía de la lengua hablada. En La hija del capitán, bajo la influencia de Walter Scott, Pushkin, con una sinceridad alejada de la exagerada afectación romántica, se sirve de un hecho histórico para explorar literariamente uno de los temas constantes en la historia de la sociedad rusa: el conflicto entre un sistema despótico e injusto y un pueblo sometido y humillado. La hija del capitán es una novela histórica aunque narre hechos prácticamente contemporáneos a la vida de Pushkin. La obra está considerada como una de las mejores de la literatura rusa y, en palabras de Gogol, 'la pureza y la simplicidad alcanzan tal altura, que la verdad misma parece artificial y caricaturesca.
Mi padre, Andrey Petróvich, de joven sirvió con el conde Münnich y se jubiló en el año 17… con el grado de teniente coronel. Desde entonces vivió en su aldea de la provincia de Simbirsk, donde se casó con la joven Avdotia Vasílevna Yu., hija de un indigente noble de aquella región. Tuvieron nueve hijos. Todos mis hermanos murieron de pequeños. Me inscribieron de sargento en el regimiento Semiónovski gracias al teniente de la guardia, el príncipe B., pariente cercano nuestro, pero disfruté de permiso hasta el fin de mis estudios. En aquellos tiempos no nos educaban como ahora. A los cinco años fui confiado a Savélich, nuestro caballerizo, al que hicieron diadka mío porque era abstemio. Bajo su tutela hacia los doce años aprendí a leer y escribir en ruso y a apreciar, muy bien instruido sobre ello, las cualidades de un lebrel. Entonces mi padre contrató para mí a un francés, monsieur Beaupré, que fue traído de Moscú con la provisión anual de vino y de aceite de girasol. Su llegada no gustó nada a Savélich. «Gracias a Dios —gruñía éste para su adentros—, parece que el niño está limpio, peinado y bien alimentado. ¿Para qué gastar dinero y traer a un musié, como si los señores no tuvieran bastante gente suya?».
Primer párrafo de La hija del capitán.
ALEKSANDR PUSHKIN
Aleksandr Serguéievich Pushkin (del ruso: Александр Сергеевич Пушкин; Moscú, 26 de mayojul./ 6 de junio de 1799greg.-San Petersburgo, 29 de enerojul./ 10 de febrero de 1837greg.) fue un poeta, dramaturgo y novelista ruso, fundador de la literatura rusa moderna. Su obra se encuadra en el movimiento romántico. Fue pionero en el uso de la lengua vernácula en sus obras y creó un estilo narrativo —mezcla de drama, romance y sátira— que fue desde entonces asociado a la literatura rusa e influyó notablemente en posteriores figuras literarias, como Dostoyevski, Gógol, Tiútchev y Tolstói, así como en los compositores rusos Chaikovski y Músorgski.
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Autor(es): Aleksandr Pushkin
Editorial: RBA
Páginas:
Tamaño: 13 x 20 cm.
El niño Momotarõ es hijo de un prodigio. Su nacimiento fue producto de un acontecimiento mágico, y esto marcará irremediablemente su vida. Siendo ya un chico, el destino, siempre caprichoso, lo conduce por la senda de la aventura. No estará solo en sus andanzas. Unos ronin se cruzarán en su camino y se convertirán en sus inseparables compañeros de viaje. Pero la meta de ese primer viaje será el infierno.
YOKAI
Yōkai (妖怪 lit. espectro, espíritu, demonio?) son una clase de criaturas pertenecientes al folclore japonés. Algunos tienen partes animales, humanas o de ambos a la vez, tales como los Kappa y Tengu. Los yōkai son generalmente más poderosos que los seres humanos y, debido a esto, tienden a actuar con arrogancia sobre los mortales.
También tienen valores diferentes a los de los humanos, y cuando entran en conflicto pueden conducir a la enemistad. Generalmente son invulnerables al ataque humano. Algunos yōkai simplemente evitan a los seres humanos y el problema que ello conlleva. Generalmente habitan en áreas aisladas lejos de viviendas humanas. Otros, sin embargo, deciden vivir cerca de asentamientos humanos conviviendo en buena armonía.
Algunas historias cuentan que los yōkai se relacionan con los humanos para tener híbridos han'yō. La mayor parte de estos cuentos comienzan como historias de amor, pero a menudo acaban en tragedia, resultado de los muchos obstáculos que tienen que afrontar los yōkai y los mortales en sus relaciones. Estas criaturas han sido simbolizados en representaciones artísticas como la pintura, el teatro, hasta inclusive en el manga y el anime.
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Autor(es):
Editorial: RBA
Páginas: 120
Tamaño: 15,5 x 23 cm.
Irene Valenzuela es actualmente miembro de la división teórica del CERN (Laboratorio Europeo de Física de Partículas) y del IFT. Valenzuela ha realizado contribuciones significativas en los campos de la física de altas energías y la teoría de cuerdas. En conmemoración del 70 aniversario del CERN, uno de los principales centros de investigación en física de partículas del mundo, en esta charla, exploramos la frontera de nuestra comprensión del universo. La conferencia 'Teoría de cuerdas en la frontera del conocimiento' se enmarca en la Semana de la Ciencia del CSIC: Ciclo de Conferencias de Física Teórica del IFT y la Residencia de Estudiantes, celebrada entre el 7 y el 15 de noviembre del 2024.
Fuente: Instituto de Física Teórica IFT
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La creciente capacidad tecnológica para observar objetos astronómicos cada vez más lejanos, junto con la mejora de las teorías que explican cómo funciona el universo, están permitiendo poner de manifiesto un cosmos variado y peculiar. De entre esta «fauna» paulatinamente más diversa y en ocasiones extrema sobresalen numerosos ejemplos de lo que llamamos cuerpos celestes extraños, cuyas características destacan sobre las de los demás objetos en el universo. En ocasiones, sin embargo, no es necesario viajar tan lejos para encontrarlos. Aquí mismo, en el sistema solar, podemos hallar algunos de ellos.
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Autor(es): Manel Montes y Jorge Munnshe
Editorial: RBA
Páginas: 157
Tamaño: 16 x 23,5 cm
Del Profesor Abraham Van Helsing.
Para aquellos que lleguen a este diario...
He aprendido a no subestimar las creencias de nadie, por extrañas que puedan parecer. He tratado de mantener la mente abierta; no piensen ni por un momento que son las cosas ordinarias de la vida las que guían finalmente nuestro criterio, no, muy al contrario, solo ante las cosas extrañas, las más extraordinarias, es cuando uno duda de si está loco o cuerdo.
“¿No creen acaso que hay cosas en este mundo que no podemos entender y que, sin embargo, existen; que algunas personas ven cosas que otros no pueden ver? (…) Pero ¿Qué ocurre cuando confrontan la ciencia con lo inexplicable?, yo se lo diré… Entonces la ciencia nos dice que no hay nada que explicar.”
Esta noche homenajeamos de nuevo la figura del vampiro y la obra del maestro Bram Stoker, con la inclusión de un sentido homenaje a los delirios primigenios del profesor Abraham Van Helsing.
Fuente: Podcast Noviembre Nocturno
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"El testamento de un excéntrico" de Julio Verne es una obra fascinante que narra la historia de William J. Hypperbone, un millonario excéntrico que deja su fortuna como premio en un juego inspirado en el clásico "Juego de la Oca". Siete participantes deben recorrer los Estados Unidos siguiendo las reglas del juego, enfrentando desafíos y rivalidades. A lo largo de la trama, se exploran temas como la ambición, el ingenio y el azar, mientras los personajes se embarcan en una emocionante aventura llena de sorpresas. La obra combina la imaginación característica de Verne con una crítica social sutil.
William J. Hypperbone, a lo largo de su vida, centuplicó su fortuna, dejando a su muerte un capital enorme. Ciertamente, la señorita Antonia Burgoyne había hecho mal en no contraer tan beneficioso enlace. Y ahora que él había muerto, ¿quién heredaría los millones del honorable miembro del club de los excéntricos?
En primer lugar, se había preguntado si éste club no sería instituido heredero universal. Es preciso notar que William J. Hypperbone vivía en el círculo de Mohawk Street más que en su hotel de La Salle Street. Allí hacía sus comidas, allí descansaba, allí tenía sus placeres, el más vivo de los cuales era el juego, no el jacquet, ni las cartas, ni el bacará, ni el pocker, ni aun el piquet o el whist, sino el que él había introducido en su círculo y el que prefería a todos: el juego de la oca, el noble juego de los griegos. Imposible decir hasta qué punto se apasionaba por él; pasión que había acabado por conquistar a sus colegas. Se emocionaba al pasearse sobre “el puente”, al perderse en “el laberinto”, al chocar en “la cabeza de la muerte”, etcétera.
Desde hacía ya diez años, William J. Hypperbone pasaba los días en su club, limitándose a dar algunos paseos por la orilla del lago Michigan. Sin haber tenido nunca el afán de los americanos de correr mundo, sus viajes se habían limitado a los Estados Unidos. Así, pues, ¿por qué sus colegas, con los que había mantenido estrechas relaciones, no habían de heredarlo? ¿No eran los únicos de sus semejantes a los que había estado unido por lazos de simpatía y amistad?
Extracto de El testamento de un excéntrico.
JULIO VERNE
Jules Gabriel Verne, conocido en los países hispanohablantes como Julio Verne (Nantes, 8 de febrero de 1828-Amiens, 24 de marzo de 1905), fue un escritor, dramaturgo y poeta francés, célebre por sus novelas de aventuras y por su profunda influencia en el género literario de la ciencia ficción. Nacido en una familia burguesa, estudió para continuar los pasos de su padre, Pierre Verne, como abogado pero muy joven decidió abandonar ese camino para dedicarse a la literatura. Su colaboración con el editor Pierre-Jules Hetzel dio como fruto la creación de Viajes extraordinarios, una popular serie de novelas de aventuras escrupulosamente documentadas y visionaria entre las que se incluían las famosas De la Tierra a la Luna (1865), Veinte mil leguas de viaje submarino (1870), La vuelta al mundo en ochenta días (1872), La isla misteriosa (1874) o Dos años de vacaciones (1888). Ya antes había publicado Cinco semanas en globo (1863) y Viaje al centro de la Tierra (1864). Es uno de los escritores más importantes de Francia y de toda Europa gracias a la evidente influencia de sus libros en la literatura vanguardista y el surrealismo, y desde 1979 es el segundo autor más traducido en el mundo, después de Agatha Christie. Se le considera, junto a H. G. Wells, uno de los «padres de la ciencia ficción». Fue condecorado con la Legión de Honor en 1892 por sus aportes a la educación y a la ciencia.
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Autor(es): Julio Verne
Editorial: Colección Hetzel. RBA
Páginas: 398
Oświęcim. Una localidad polaca, con cerca de 10.000 habitantes, que el ejército alemán ocupó en 1939, anexionó y rebautizó como Auschwitz. En esa zona, los nacionalsocialistas erigieron a partir de 1941 el mayor campo alemán de exterminio, el de Auschwitz-Birkenau.
Está probado que, en este lugar, los nazis asesinaron hasta fines de enero de 1945 a por lo menos 1,1 millones de personas, en su mayoría judíos. Pero también aromaníes, sintis,y miembros de otras minorías.
¿Por qué allí? ¿Por qué Auschwitz?"El lugar fue elegido porque, desde el punto de vista del transporte, está ubicado en el centro de Europa, y podían llegar allí los trenes con deportados. Eran también consideraciones logísticas”, indica Christoph Heubner, vicepresidente del Comité Internacional de Auschwitz (IAK), en entrevista con DW.
La contabilidad de la muerte
Razones logísticas. Querían que fuera algo rápido y que abarcara la mayor cantidad posible de personas. Los asesinos eran diestros en planificar, en asesinar masivamente, en llevar la contabilidad de la muerte.
El asesinato masivo de diversos grupos de personas, cometido por alemanes, ya había comenzado antes. Poco después del ataque alemán contra Polonia hubo en el este de Europa numerosos fusilamientos colectivos. También esos crímenes están bien documentados.
Cuando la Alemania de Hitler y sus ejércitos se extendieron por gran parte de Europa, planearon hacer desaparecer por completo a los judíos. Con ese fin, se realizó el 22 de enero de 1942 una conferencia en una casona junto al Wansee, que era una casa de huéspedes de la policía y las SS, al oeste de Berlín.
15 hombres del régimen se reunieron durante hora y media para discutir y perfeccionar la organización del asesinato de los judíos europeos. Uno de ellos, Rudolf Lange, comandante de una unidad de las SS, había mandado asesinar el día antes a más de 900 judíos en las cercanías de Riga, antes de viajar a Berlín.
Quien hoy visita el memorial de la "Casa de la Conferencia de Wannsee” y lee el único protocolo de lo dicho en esos 90 minutos, no encuentra en ninguna parte las palabras "asesinato” ni "matar”. Sólo se habla de "solución final”. Todos los implicados sabían lo que significaba. Se planeaba levantar otro campo de exterminio. Desde marzo de 1942, trenes llevaron deportados desde diversas partes de Europa hacia los campos de la muerte en la Polonia ocupada. Los judíos debían "desaparecer”.
El ferrocarril de la muerte
Auschwitz comenzaba, en el fondo, en muchos andenes de Alemania y Europa. El campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau tenía su propia línea férrea. Al bajarse de los trenes, los prisioneros eran llevados a la así llamada "rampa”, desde donde muchos pasaban directamente a las cámaras de gas. Otros eran internados primero en el campo de concentración, donde eran forzados a trabajar.
En varias ciudades de Alemania, como Colonia, Stuttgart y Hamburgo, hay lugares que recuerdan las deportaciones hacia la muerte. Muy conocido es el memorial del "Andén 17”, en la estación del barrio berlinés de Grunewald. Lo visitan siempre políticos y delegaciones de Israel. De esa estación salieron unos 35 trenes, con 17.000 judíos, rumbo hacia Auschwitz-Birkenau.
También fueron llevados allí y a otros campos de concentración, por ferrocarril, judías y judíos de numerosos países europeos, como Francia, Bélgica, Países Bajos, Italia, Hungría, Grecia y otros de la región balcánica.
Anita Lasker-Wallfisch, de Breslavia, cumplirá 100 años en julio de 2025. Siendo niña, llegó en tren a Auschwitz y sobrevivió gracias a la suerte y a que tocaba violonchelo y se la integró a la orquesta de chicas.
Estuvo allí desde diciembre de 1943 hasta noviembre de 1944, y luego fue trasladada al campo de concentración de Bergen Belsen. En 2018, relató en un acto llevado a cabo en el Bundestag en memoria de las víctimas del nacionalsocialismo: "Cuando no se iba directamente a las cámaras de gas al llegar, tampoco se sobrevivía mucho en Auschwitz; máximo tres meses”. Tocar un instrumento musical le dio la oportunidad de seguir con vida.
"Los transportes eran muy numerosos y a veces el crematorio V no daba abasto para toda la gente que había llegado”, contó Anita Lasker-Wallfisch.
"Aquellos que no tenía cabida en las cámaras de gas, eran asesinados a tiros. En muchos casos lanzaron a gente viva a las fosas ardientes. También vi eso. Auschwitz-Birkenau era una máquina de matar. Con hornos industriales".
Anteojos y cabellos humanos
Quien visita hoy el memorial y su museo, enmudece de horror. Por montones se apilan anteojos, cabellos humanos, y hay grandes vitrinas con prótesis o pertenencias de las víctimas. Dan testimonio del crimen.
El 27 de enero de 1945, soldados del Ejército Rojo llegaron al campo de concentración. Christoph Heubner (75), que ha acompañado a muchos supervivientes, resume así sus relatos: "Fue un momento de absoluta parálisis. Los libertadores, jóvenes soldados de la Unión Soviética, estaban ante los portones de Auschwitz y no daban crédito a sus ojos. Ya habían visto muchas cosas, pero no lo que vieron allí: muertos caminando. Solo al ver sus rostros y sus ojos, comprendían: esos esqueletos están vivos”.
Absolutamente "inhumano"
Quienes estuvieron prisioneros en Auschwitz, conservaron el número que les habían tatuado los nazis en el brazo. Lo increíblemente inhumano de ese lugar no los dejaba en paz. "Los crímenes inimaginables cometidos contra inocentes salieron poco a poco a la luz pública. Las dimensiones de la catástrofe eran inconcebibles”, dijo Anita Lasker-Wallfisch en 2018, en el Parlamento alemán.
"Era el escenario de un crimen organizado por el Estado”, afirma Heubner. "El crimen consistió en crear una maquinaria industrial para matar personas”. Pasaron décadas hasta que Alemania se empezó a enfrentar los horrores de Auschwitz. Ahora ya solo viven los últimos testigos.
Fuente: https://www.dw.com
Por: Christoph Strack
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CADENA DE CITAS
La venganza de Sandokán es una popular novela de aventuras del escritor italiano Emilio Salgari, publicada originalmente en 1907. Con esta nueva entrega de las peripecias de Sandokán, Salgari nos conduce de nuevo al universo imaginario de los piratas malayos, repleto de emociones y de peligros. El intrépido aventurero y sus camaradas deben derrotar al rajá blanco, el usurpador que les arrebató sus tierras y asesinó a sus amigos y familiares. ¿Lo conseguirán?
EMILIO SALGARI
Escritor italiano, Emilio Salgari nació en Verona,
Italia, el 21 de agosto de 1862, y falleció en Turín, Italia, el 25 de
abril de 1911. Hijo de una familia de comerciantes, de joven sirvió a
bordo de un barco que recorrió la costa Adriática y Mediterránea, pero
no hay pruebas de que hiciera más viajes por mar, aunque aseguraba que
los lugares exóticos que aparecían en sus libros se basaban en sitios
que había visitado personalmente. Salgari
comenzó a prepararse en el Real Instituto Técnico Naval P. Sarpi de
Venecia, pero no llegó a obtener el título de capitán que ansiaba. Sus
novelas, llenas de acción, fueron muchas, pero probablemente sea
conocido sobre todo por crear el personaje de Sandokán. A pesar de su éxito, Salgari fue uno de los autores más vendidos de su generaciónl, vivió en una
relativa miseria que, junto con el desequilibio mental de su esposa, la
actriz de teatro Ida Peruzzi, con quien tuvo cuatro hijos, lo condujo a
suicidarse en 1911 realizando el rito tradicional del Hara-kiri. Salgari escribió en total ochenta y cuatro novelas e incontables relatos, destacando títulos como Los tigres de Mompracen o Los piratas de Malasia. Varios de sus libros han sido llevados al cine y su personaje principal, Sandokan, ha protagonizado una serie de televisión.
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Autor(es): Emilio Salgari
Editorial: Salvat
Páginas:
Tamaño: 13 x 20 cm.
Fuente: Macanudo
Macanudo es una serie de historietas que desde 2002 publica Liniers (Ricardo Siri) en el diario La Nación de Argentina. La historieta tuvo su génesis en Bonjour, que fue publicada en el suplemento NO de Página/12 desde 1999 hasta 2002. Actualmente se publica en el Diario Perú 21 en Perú y en el diario La Nación, gracias a haber sido presentada al editor del mismo por Maitena. Tras ello, el alcance de las historietas de Liniers se catapultó de modo que a 2014 ya existen diez libros publicados sobre Macanudo. El humor que caracteriza a la tira es fresco, inocente, inteligente y bizarro. Las tiras deben ser leídas con detenimiento hasta sus detalles, ya que en Macanudo como en el arte a veces hay que elegir entre entender o sentir. Macanudo es frecuentemente percibido como una puesta al día de Mafalda (de Quino) en los 60, por el tipo de humor y sobre todo por uno de sus personajes protagónicos, Enriqueta. En un chiste nombra a Mafalda, diciendo que fue su primer libro, y en una entrevista Liniers dijo que si hubiera sabido que los lectores iban a tomar a Enriqueta como una modernización de Mafalda, hubiera hecho a Enriqueta varón.
Fuente: Hagar the Horrible | By Chris Browne
LEONARDO DA VINCI
Considerado el paradigma del homo universalis, del sabio renacentista versado en todos los ámbitos del conocimiento humano, Leonardo da Vinci (1452-1519) incursionó en campos tan variados como la aerodinámica, la hidráulica, la anatomía, la botánica, la pintura, la escultura y la arquitectura, entre otros. Sus investigaciones científicas fueron, en gran medida, olvidadas y minusvaloradas por sus contemporáneos; su producción pictórica, en cambio, fue de inmediato reconocida como la de un maestro capaz de materializar el ideal de belleza en obras de turbadora sugestión y delicada poesía.
En el plano artístico, Leonardo conforma, junto con Miguel Ángel y Rafael, la tríada de los grandes maestros del Cinquecento, y, pese a la parquedad de su obra, la historia de la pintura lo cuenta entre sus mayores genios. Por los demás, es posible que de la poderosa fascinación que suscitan sus obras maestras (con La Gioconda a la cabeza) proceda aquella otra fascinación en torno a su figura que no ha cesado de crecer con los siglos, alimentada por los múltiples enigmas que envuelven su biografía, algunos de ellos triviales, como la escritura de derecha a izquierda, y otros ciertamente inquietantes, como aquellas visionarias invenciones cinco siglos adelantadas a su tiempo.
Juventud y descubrimientos técnicos
Leonardo nació en 1452 en la villa toscana de Vinci, hijo natural de una campesina, Caterina (que se casó poco después con un artesano de la región), y de Ser Piero, un rico notario florentino. Italia era entonces un mosaico de ciudades-estado como Florencia, pequeñas repúblicas como Venecia y feudos bajo el poder de los príncipes o el papa. El Imperio romano de Oriente cayó en 1453 ante los turcos y apenas sobrevivía aún, muy reducido, el Sacro Imperio Romano Germánico; era una época violenta en la que, sin embargo, el esplendor de las cortes no tenía límites.
A pesar de que su padre se casaría cuatro veces, sólo tuvo hijos (once en total, con los que Leonardo entablaría pleitos por la herencia paterna) en sus dos últimos matrimonios, por lo que el pequeño Leonardo se crió como hijo único. Su enorme curiosidad se manifestó tempranamente: ya en la infancia dibujaba animales mitológicos de su propia invención, inspirados en una profunda observación del entorno natural en el que creció. Giorgio Vasari, su primer biógrafo, relata cómo el genio de Leonardo, siendo aún un niño, creó un escudo de Medusa con dragones que aterrorizó a su padre cuando se topó con él por sorpresa.
Consciente del talento de su hijo, su padre le permitió ingresar como aprendiz en el taller de Andrea del Verrocchio. A lo largo de los seis años que el gremio de pintores prescribía como instrucción antes de ser reconocido como artista libre, Leonardo aprendió pintura, escultura y técnicas y mecánicas de la creación artística. El primer trabajo suyo del que se tiene certera noticia fue la construcción de la esfera de cobre proyectada por Brunelleschi para coronar la iglesia de Santa Maria dei Fiori. Junto al taller de Verrocchio, además, se encontraba el de Antonio Pollaiuolo, en donde Leonardo hizo sus primeros estudios de anatomía y, quizá, se inició también en el conocimiento del latín y el griego.
Joven agraciado y vigoroso, Leonardo había heredado la fuerza física de la estirpe de su padre; es muy probable que fuera el modelo para la cabeza de San Miguel en el cuadro de Verrocchio Tobías y el ángel, de finos y bellos rasgos. Por lo demás, su gran imaginación creativa y la temprana pericia de su pincel no tardaron en superar a las de su maestro. En el Bautismo de Cristo, por ejemplo, los inspirados ángeles pintados por Leonardo contrastan con la brusquedad del Bautista hecho por Verrocchio.
El joven discípulo utilizaba allí por vez primera una novedosa técnica recién llegada de los Países Bajos: la pintura al óleo, que permitía una mayor blandura en el trazo y una más profunda penetración en la tela. Además de los extraordinarios dibujos y de la participación virtuosa en otros cuadros de su maestro, sus grandes obras de este período son un San Jerónimo y el gran panel La adoración de los Magos (ambos inconclusos), notables por el innovador dinamismo otorgado por la destreza en los contrastes de rasgos, en la composición geométrica de la escena y en el extraordinario manejo de la técnica del claroscuro.
Florencia era entonces una de las ciudades más ricas de Europa; las numerosas tejedurías y los talleres de manufacturas de sedas y brocados de oriente y de lanas de occidente la convertían en el gran centro comercial de la península itálica; allí los Medici habían establecido una corte cuyo esplendor debía no poco a los artistas con que contaba. Pero cuando el joven Leonardo comprobó que no conseguía de Lorenzo el Magnífico más que alabanzas a sus virtudes de buen cortesano, a sus treinta años decidió buscar un horizonte más prospero.
Primer período milanés (1482-1499)
En 1482 se presentó ante el poderoso Ludovico Sforza, el hombre fuerte de Milán, en cuya corte se quedaría diecisiete años como «pictor et ingenierius ducalis». Aunque su ocupación principal era la de ingeniero militar, sus proyectos (casi todos irrealizados) abarcaron la hidráulica, la mecánica (con innovadores sistemas de palancas para multiplicar la fuerza humana) y la arquitectura, además de la pintura y la escultura. Fue su período de pleno desarrollo; siguiendo las bases matemáticas fijadas por Leon Battista Alberti y Piero della Francesca, Leonardo comenzó sus apuntes para la formulación de una ciencia de la pintura, al tiempo que se ejercitaba en la ejecución y fabricación de laúdes.
Estimulado por la dramática peste que asoló Milán y cuya causa veía Leonardo en el hacinamiento y suciedad de la ciudad, proyectó espaciosas villas, hizo planos para canalizaciones de ríos e ingeniosos sistemas de defensa ante la artillería enemiga. Habiendo recibido de Ludovico el encargo de crear una monumental estatua ecuestre en honor de Francesco, el fundador de la dinastía Sforza, Leonardo trabajó durante dieciséis años en el proyecto del «gran caballo», que no se concretaría más que en un modelo en barro, destruido poco después durante una batalla.
Resultó sobre todo fecunda su amistad con el matemático Luca Pacioli, fraile franciscano que hacia 1496 concluyó su tratado De la divina proporción, ilustrado por Leonardo. Ponderando la vista como el instrumento de conocimiento más certero con que cuenta el ser humano, Leonardo sostuvo que a través de una atenta observación debían reconocerse los objetos en su forma y estructura para describirlos en la pintura de la manera más exacta. De este modo el dibujo se convertía en el instrumento fundamental de su método didáctico, al punto que podía decirse que en sus apuntes el texto estaba para explicar el dibujo, y no al revés, razón por la que Leonardo da Vinci ha sido reconocido como el creador de la moderna ilustración científica.
El ideal del saper vedere guió todos sus estudios, que en la década de 1490 comenzaron a perfilarse como una serie de tratados inconclusos que serían luego recopilados en el Codex Atlanticus, así llamado por su gran tamaño. Incluye trabajos sobre pintura, arquitectura, mecánica, anatomía, geografía, botánica, hidráulica y aerodinámica, fundiendo arte y ciencia en una cosmología individual que da, además, una vía de salida para un debate estético que se encontraba anclado en un más bien estéril neoplatonismo.
Aunque no parece que Leonardo se preocupara demasiado por formar su propia escuela, en su taller milanés se creó poco a poco un grupo de fieles aprendices y alumnos: Giovanni Boltraffio, Ambrogio de Predis, Andrea Solari y su inseparable Salai, entre otros; los estudiosos no se han puesto de acuerdo aún acerca de la exacta atribución de algunas obras de este período, tales como la Madona Litta o el retrato de Lucrezia Crivelli.
Contratado en 1483 por la hermandad de la Inmaculada Concepción para realizar una pintura para la iglesia de San Francisco, Leonardo emprendió la realización de lo que sería la celebérrima Virgen de las Rocas, cuyo resultado final, en dos versiones, no estaría listo a los ocho meses que marcaba el contrato, sino veinte años más tarde. En ambas versiones la estructura triangular de la composición, la gracia de las figuras y el brillante uso del famoso sfumato para realzar el sentido visionario de la escena supusieron una revolución estética para sus contemporáneos.
A este mismo período pertenecen el retrato de Ginevra de Benci (1475-1478), con su innovadora relación de proximidad y distancia, y la belleza expresiva de La belle Ferronnière. Pero hacia 1498 Leonardo finalizaba una pintura mural, en principio un encargo modesto para el refectorio del convento dominico de Santa Maria dalle Grazie, que se convertiría en su definitiva consagración pictórica: La Última Cena. Necesitamos hoy un esfuerzo para comprender su esplendor original, ya que se deterioró rápidamente y fue mal restaurada muchas veces. La genial captación plástica del dramático momento en que Jesucristo dice a los apóstoles «uno de vosotros me traicionará» otorga a la escena una unidad psicológica y una dinámica aprehensión del momento fugaz de sorpresa de los comensales (del que sólo Judas queda excluido). El mural se convirtió no sólo en un celebrado icono cristiano, sino también en un objeto de peregrinación para artistas de todo el continente.
El regreso a Florencia
A finales de 1499 los franceses entraron en Milán; Ludovico el Moro perdió el poder. Leonardo abandonó la ciudad acompañado de Pacioli y, tras una breve estancia en Mantua, en casa de su admiradora la marquesa Isabel de Este, llegó a Venecia. Acosada por los turcos, que ya dominaban la costa dálmata y amenazaban con tomar el Friuli, la Signoria de Venecia contrató a Leonardo como ingeniero militar.
En pocas semanas proyectó una cantidad de artefactos cuya realización concreta no se haría sino, en muchos casos, hasta los siglos XIX o XX: desde una suerte de submarino individual, con un tubo de cuero para tomar aire destinado a unos soldados que, armados con taladro, atacarían a las embarcaciones por debajo, hasta grandes piezas de artillería con proyectiles de acción retardada y barcos con doble pared para resistir las embestidas. Los costes desorbitados, la falta de tiempo y, quizá, las pretensiones de Leonardo en el reparto del botín, excesivas para los venecianos, hicieron que las geniales ideas no pasaran de bocetos. En abril de 1500, tras casi veinte años de ausencia, Leonardo da Vinci regresó a Florencia.
Dominaba entonces la ciudad César Borgia, hijo del papa Alejandro VI. Descrito por el propio Maquiavelo como «modelo insuperable» de intrigador político y déspota, este hombre ambicioso y temido se estaba preparando para lanzarse a la conquista de nuevos territorios. Leonardo, nuevamente como ingeniero militar, recorrió los territorios del norte, trazando mapas, calculando distancias precisas y proyectando puentes y nuevas armas de artillería. Pero poco después el condottiero cayó en desgracia: sus capitanes se sublevaron, su padre fue envenenado y él mismo cayó gravemente enfermo. En 1503 Leonardo volvió a Florencia, que por entonces se encontraba en guerra con Pisa, y concibió allí su genial proyecto de desviar el río Arno por detrás de la ciudad enemiga para cercarla, contemplando además la construcción de un canal como vía navegable que comunicase Florencia con el mar. El proyecto sólo se concretó en los extraordinarios mapas de su autor.
Pero Leonardo ya era reconocido como uno de los mayores maestros de Italia. En 1501 había trazado un boceto de su Santa Ana, la Virgen y el Niño, que trasladaría al lienzo a finales de la década. En 1503 recibió el encargo de pintar un gran mural (el doble del tamaño de La Última Cena) en el palacio Viejo: la nobleza florentina quería inmortalizar algunas escenas históricas de su gloria. Leonardo trabajó tres años en La batalla de Anghiari, que quedaría inconclusa y sería luego desprendida por su deterioro. Pese a la pérdida, circularon bocetos y copias que admirarían a Rafael e inspirarían, un siglo más tarde, una célebre reproducción de Peter Paul Rubens.
También sólo en copias sobrevivió otra gran obra de este periodo: Leda y el cisne. Sin embargo, la cumbre de esta etapa florentina (y una de las pocas obras acabadas por Leonardo) fue el retrato de Mona (abreviatura de Madonna) Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo, razón por la que el cuadro es conocido como La Mona Lisa o La Gioconda. Obra famosa desde el momento de su creación, se convirtió en modelo de retrato y casi nadie escaparía a su influjo en el mundo de la pintura. Como cuadro y como personaje, la mítica Gioconda ha inspirado infinidad de libros y leyendas, y hasta una ópera; pero es poco lo que se conoce a ciencia cierta. Ni siquiera se sabe quién encargó el cuadro, que Leonardo llevaría consigo en su continua peregrinación vital hasta sus últimos años en Francia, donde lo vendió al rey Francisco I por cuatro mil piezas de oro.
Pero Leonardo ya era reconocido como uno de los mayores maestros de Italia. En 1501 había trazado un boceto de su Santa Ana, la Virgen y el Niño, que trasladaría al lienzo a finales de la década. En 1503 recibió el encargo de pintar un gran mural (el doble del tamaño de La Última Cena) en el palacio Viejo: la nobleza florentina quería inmortalizar algunas escenas históricas de su gloria. Leonardo trabajó tres años en La batalla de Anghiari, que quedaría inconclusa y sería luego desprendida por su deterioro. Pese a la pérdida, circularon bocetos y copias que admirarían a Rafael e inspirarían, un siglo más tarde, una célebre reproducción de Peter Paul Rubens.
También sólo en copias sobrevivió otra gran obra de este periodo: Leda y el cisne. Sin embargo, la cumbre de esta etapa florentina (y una de las pocas obras acabadas por Leonardo) fue el retrato de Mona (abreviatura de Madonna) Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo, razón por la que el cuadro es conocido como La Mona Lisa o La Gioconda. Obra famosa desde el momento de su creación, se convirtió en modelo de retrato y casi nadie escaparía a su influjo en el mundo de la pintura. Como cuadro y como personaje, la mítica Gioconda ha inspirado infinidad de libros y leyendas, y hasta una ópera; pero es poco lo que se conoce a ciencia cierta. Ni siquiera se sabe quién encargó el cuadro, que Leonardo llevaría consigo en su continua peregrinación vital hasta sus últimos años en Francia, donde lo vendió al rey Francisco I por cuatro mil piezas de oro.
El ideal leonardesco de la «percepción cosmológica» se manifestaba en múltiples ramas: escribía sobre matemáticas, óptica, mecánica, geología, botánica; su búsqueda tendía hacia el encuentro de leyes, funciones y armonías compatibles para todas estas disciplinas, para la naturaleza como unidad. Paralelamente, a sus antiguos discípulos se sumaron algunos nuevos, entre ellos el joven noble Francesco Melzi, fiel amigo del maestro hasta su muerte. Junto a Ambrogio de Predis, Leonardo culminó hacia 1507 la segunda versión de La Virgen de las Rocas; poco antes, había dejado sin cumplir un encargo del rey de Francia para pintar dos madonnas.
El nuevo hombre fuerte de Milán era entonces Gian Giacomo Trivulzio, quien pretendía retomar para sí el monumental proyecto del «gran caballo», convirtiéndolo en una estatua funeraria para su propia tumba en la capilla de San Nazaro Magiore; pero tampoco esta vez el monumento ecuestre pasó de los bocetos, lo que supuso para Leonardo su segunda frustración como escultor. En 1513 una nueva situación de inestabilidad política lo empujó a abandonar Milán; junto a Melzi y Salai marchó a Roma, donde se albergó en el belvedere de Giuliano de Médicis, hermano del nuevo papa León X.
Últimos años: Roma y Francia
En el Vaticano vivió una etapa de tranquilidad, con un sueldo digno y sin grandes obligaciones: dibujó mapas, estudió antiguos monumentos romanos, proyectó una gran residencia para los Médicis en Florencia y, además, reanudó su estrecha amistad con el gran arquitecto Donato Bramante, hasta el fallecimiento de éste en 1514. Pero en 1516, muerto su protector Giuliano de Médicis, Leonardo dejó Italia definitivamente para pasar los tres últimos años de su vida en el palacio de Cloux como «primer pintor, arquitecto y mecánico del rey».
El gran respeto que le dispensó Francisco I de Francia hizo que Leonardo pasase esta última etapa de su vida más bien como un miembro de la nobleza que como un empleado de la casa real. Fatigado y concentrado en la redacción de sus últimas páginas para el nunca concluido Tratado de la pintura, cultivó más la teoría que la práctica, aunque todavía ejecutó extraordinarios dibujos sobre temas bíblicos y apocalípticos. Alcanzó a completar el ambiguo San Juan Bautista, un andrógino duende que desborda gracia, sensualidad y misterio; de hecho, sus discípulos lo imitarían poco después convirtiéndolo en un pagano Baco, que hoy puede verse en el Louvre de París.
A partir de 1517 su salud, hasta entonces inquebrantable, comenzó a desmejorar. Su brazo derecho quedó paralizado; pero, con su incansable mano izquierda, Leonardo aún hizo bocetos de proyectos urbanísticos, de drenajes de ríos y hasta decorados para las fiestas palaciegas. Convertida en una especie de museo, su casa de Amboise estaba repleta de los papeles y apuntes que contenían las ideas de este hombre excepcional, muchas de las cuales deberían esperar siglos para demostrar su factibilidad y aun su necesidad; llegó incluso, en esta época, a concebir la idea de hacer casas prefabricadas. Sólo por las tres telas que eligió para que lo acompañasen en su última etapa (San Juan Bautista, La Gioconda y Santa Ana, la Virgen y el Niño) puede decirse que Leonardo poseía entonces uno de los grandes tesoros de su tiempo.
El 2 de mayo de 1519 murió en Cloux; su testamento legaba a Melzi todos sus libros, manuscritos y dibujos, que el discípulo se encargó de retornar a Italia. Como suele suceder con los grandes genios, se han tejido en torno a su muerte algunas leyendas; una de ellas, inspirada por Vasari, pretende que Leonardo, arrepentido de no haber llevado una existencia regida por las leyes de la Iglesia, se confesó largamente y, con sus últimas fuerzas, se incorporó del lecho mortuorio para recibir, antes de expirar, los sacramentos.
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