El vinciano llevó a su máxima expresión algunas de las técnicas pictóricas del Renacimiento. Aquí, un recorrido explicado por algunas de sus obras principales.
Aunque su carrera artística no fue tan prolífica, se le conocen apenas algo más de 25 óleos en total, Leonardo da Vinci es sin dudas uno de los artistas más influyentes de la historia del arte occidental, como muestran las múltiples reversiones que existen de sus obras más conocidas.
Su obsesión por imitar la naturaleza lo más precisamente posible lo condujo, entre otras cosas, a perfeccionar la técnica del sfumato -que consiste en aproximar dos colores contiguos para que los contornos se vean como una continuidad y no como una ruptura- y a plantear un uso particular de la perspectiva, la técnica que se utiliza para representar tres dimensiones en un plano.
El sfumato le permitió a Leonardo darle a sus cuadros un relieve nunca alcanzado hasta entonces y, por tanto, una mayor verosimilitud. Según Giorgio Vasari, considerado en general el padre fundador de la historia del arte, el vinciano fue el responsable de agregar "al estilo del color al óleo una cierta oscuridad de la que extrajeron los modernos la gran fuerza y relieve de sus figuras".
La importancia de la técnica, de la que el propio Leonardo era perfectamente consciente, puede apreciarse con nitidez en La Gioconda; por ejemplo, en la sombra de los ojos o en la unión entre el rostro y el pelo.
Otros dos grandes logros pictóricos de da Vinci son, por un lado, el manejo sutil de las proporciones (en particular, las del hombre) y, por el otro, la expresión de las pasiones y las emociones de los seres humanos. En ambos casos, cumplió un rol fundamental su obsesión con el estudio científico de la anatomía.
No es casual que Leonardo, en concordancia con la tónica de la época, haya intentado elevar a la pintura por encima de todas las demás artes, en tanto y en cuanto exigía combinar con sutileza la exactitud de la matemática y la geometría con un ejercicio manual riguroso y demandante. El pintor se convertía, gracias a su trabajo, en una suerte de demiurgo, capaz de crear mundos nuevos que respondieran a su propio deseo:
Si el pintor quiere ver bellezas que lo enamoren, él es dueño de engendrarlas, y si quiere ver cosas monstruosas que asusten, o que sean cómicas y risibles, o que inspiren verdaderamente compasión, él es también señor y Dios [de ellas]. Y si quiere engendrar sitios y desiertos, bosques umbrosos u oscuros para los tiempos cálidos, él los representa, y lo mismo hace con lugares cálidos en los tiempos fríos. Si quiere valles, si quiere desde las altas cumbres de los montes descubrir una gran extensión de campo, y si quiere más allá de aquellas ver el horizonte del mar, él también es dueño y señor, lo mismo que si quiere ver desde los valles bajos los montes altos, o desde los montes altos los valles bajos y las playas. Y en efecto, lo que existe en el universo por esencia, presencia o imaginación, el pintor lo tiene primero en la mente y luego en las manos; y estas son de tal excelencia que en poco tiempo engendran una armonía proporcionada para una sola mirada, tal como hacen las cosas.
En lo que sigue, presentamos algunos de los cuadros más renombrados de Leonardo, en los cuales se puede ver a la perfección el uso de la perspectiva, el sfumato y la representación aguda de los cuerpos y las emociones humanas.
1469
Leonardo entra como aprendiz en el taller de Andrea del Verocchio, una de las principales escuelas de pintura y escultura de Florencia. Allí estudia diversas técnicas artísticas, pero también principios de mecánica, cálculo, metalurgia y carpintería. Su excepcional talento se destaca desde el comienzo. Según una leyenda que cuenta Giorgio Vasari en su famoso libro Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos (1550), Verocchio abandonó una pintura en la que Da Vinci estaba colaborando cuando se sintió superado por la maestría de su discípulo.
1472 - 1475
Pinta La Anunciación, la obra más conocida de su primera etapa como artista. El cuadro representa el momento en que el arcángel Gabriel le anuncia a María la llegada de Cristo. Ya puede apreciarse el delicado uso del sfumato y de la perspectiva. El cuadro, de 98 cm. de alto por 217 cm. de ancho, se conserva en la Galería de los Uffizi de Florencia.
1483
Da Vinci se había instalado desde el año anterior en Milán para ponerse al servicio del duque Ludovico Sforza, a quien le había enviado una carta que hoy puede leerse como un convincente currículum. Pinta en este año, por encargo de la Cofradía de la Inmaculada Concepción, la Virgen de las Rocas. Algunos especialistas destacan, en este cuadro, la representación realista de los accidentes geológicos, y la atribuyen a sus estudios sobre la temática.
1495 - 1498
Pinta La última cena en el refectorio del convento Santa María de las Gracias, en Milán, por encargo de Ludovico Sforza. El momento representado es aquel en el que Jesús les dice a sus apóstoles que uno de ellos habrá de traicionarlo.
En la obra De divina proportione, publicada en 1509, Luca Pacioli dice: Hasta tal punto de perfección imita la pintura a la naturaleza. Y es algo que se hace patente ante nuestra vista en el exquisito simulacro del ardiente deseo de nuestra salvación, en el que no es posible imaginar a los apóstoles prestando mayor atención al sonido de la voz de la infalible verdad cuando dijo: unus vestrum me traditurus est.
Judas aparece representado en sombra y con una bolsa en la mano, con las monedas que recibe a cambio de la traición. Cada uno de los apóstoles tiene una expresión particular, que se manifiesta no sólo en sus rostros sino en sus manos.
Hay muchísimas reversiones de esta obra. Destaquemos dos, una proveniente del cine y otra, de la fotografía. El siguiente video es una parte de la película Viridiana, del director Luis Buñuel (1961).
1503 - 1505
Leonardo trabaja en un retrato de la esposa de Francesco del Giocondo, pero no llega a terminarlo a tiempo y lo lleva consigo cuando parte nuevamente hacia Milán y, más tarde, cuando viaja a Francia, donde muere en 1519. El cuadro forma parte de la colección real hasta que, desde 1793, es exhibido en el Louvre. Se trata, por supuesto, de La Gioconda, también conocido como Monna Lisa.
Giorgio Vasari dice, sobre el retrato: Allí estaban imitadas todas las minucias que es posible pintar con sutileza. Pues los ojos tenían esos brillos y esas humedades que de continuo son vistas en las personas vivas, y alrededor de ellos estaban todas esas manchas rojizas y esos pelos que no se puede hacer sino con una gran sutileza. Las cejas, por haberse representado el modo de nacer los pelos en la carne, ora más tupidos, ora más ralos, y la manera en que ellos giran según los poros de la carne, no podían ser más naturales. La nariz, con todas esas aberturas rosadas y tiernas, se veía viva. La boca, con su hendidura, con sus extremos unidos por el rojo de [los labios], más el encarnado de la cara, no parecían colores sino carne verdadera (...). [Leonardo] usó también el siguiente artificio: que, por ser la señora Lisa muy bella, mantenía, mientras la retrataba, a quienes tocasen un instrumento o cantasen, y continuamente bufones que la hicieran estar alegre, para eliminar la melancolía que suele otorgar la pintura a menudo a los retratos que ella produce; y en este, hecho por Leonardo, había una sonrisa tan placentera que era cosa más divina que humana el mirarlo, y se lo consideraba algo maravilloso por cuanto no era distinto de la cosa viva.
Fuente: https://www.elpaisdiario.com.ar
Por: Nicolas Olszevicki para Filo News
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