EIRA STENBERG
Nació en Finlandia en 1943. Escritora y poeta. Estudió Filosofía, Literatura e Historia del Arte en la Universidad de Helsinki, además de música y dramaturgia en la Adademia Sibelius. Ha ganado el Premio Erkko por su primer poemario Kapina huoneessa (1966) y el Premio del Gobierno por su novela Paratiisin vangit (1985). Su poesía ha sido traducida a diferentes lenguas. En español se encuentra los libros Ícono del deseo (Halun ikoni) y Por eso trato con ladrones (Siksi seurustelen varkaiden kanssa), publicados por la editorial limeña Nido de Cuervos.
EN EL HOMBRE HAY UNA CUEVA
En el hombre hay una cueva
de la que él ha salido.
No lo sabe.
No es un útero, es de piedra,
un lugar a donde vuelve
para protegerse de la mujer
que acurrucada duerme en sus entrañas.
Ahí él guarda armas,
uñas y dientes,
la imagen primera de su sexo;
allí va para ver sus sueños,
enroscado como una oruga
con su barba en las rodillas.
Cuando la mujer despierta, el hombre da un respingo,
no sabe a dónde ha ido a parar.
Ve los pechos y el útero,
el icono del cuerpo como una ventana al cielo
y los cremosos pantanos de su seno,
el desdentado misterio de la sed
y el hambre con su perlada sierra,
dientes y sangre.
Nació en Finlandia en 1943. Escritora y poeta. Estudió Filosofía, Literatura e Historia del Arte en la Universidad de Helsinki, además de música y dramaturgia en la Adademia Sibelius. Ha ganado el Premio Erkko por su primer poemario Kapina huoneessa (1966) y el Premio del Gobierno por su novela Paratiisin vangit (1985). Su poesía ha sido traducida a diferentes lenguas. En español se encuentra los libros Ícono del deseo (Halun ikoni) y Por eso trato con ladrones (Siksi seurustelen varkaiden kanssa), publicados por la editorial limeña Nido de Cuervos.
EN EL HOMBRE HAY UNA CUEVA
En el hombre hay una cueva
de la que él ha salido.
No lo sabe.
No es un útero, es de piedra,
un lugar a donde vuelve
para protegerse de la mujer
que acurrucada duerme en sus entrañas.
Ahí él guarda armas,
uñas y dientes,
la imagen primera de su sexo;
allí va para ver sus sueños,
enroscado como una oruga
con su barba en las rodillas.
Cuando la mujer despierta, el hombre da un respingo,
no sabe a dónde ha ido a parar.
Ve los pechos y el útero,
el icono del cuerpo como una ventana al cielo
y los cremosos pantanos de su seno,
el desdentado misterio de la sed
y el hambre con su perlada sierra,
dientes y sangre.
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