viernes, 11 de marzo de 2016

Tomasio (31/01/2016): Las oportunidades perdidas


Las oportunidades perdidas, suena un poco como al salón de los pasos perdidos ubicado en el Palacio Legislativo del Perú.

Cuando regresé de República Dominicana a Perú, para aligerar el equipaje dada la gran cantidad de documentos, fotos y archivos, los almacené digitalmente, vía escaneo, en un disco duro externo, que no es de esos modernos que solo requieren conectarse mediante un puerto USB, el mencionado, requiere de una conexión externa eléctrica y pesa cerca de un kilo y medio.

Al estar en búsqueda de los archivos antiguos, lo conecté y sorpresa no “arrancaba”. Mi amigo Alfredo Gama me recomendó un especialista ubicado en el Nova Center. Para no hacer un viaje por gusto, hice la cita respectiva inmediatamente, por la urgencia y necesidad de accesar a dichos archivos. Llego al local designado y al preguntar por el técnico, me informan que ha salido, habiéndome asegurado que me esperaría. Lo llamo por teléfono, se excusó y me informó que estaría allí en unos minutos.

Me acomodo para la espera, me hago a un lado para no estorbar el paso de otras personas en el estrecho pasillo, del ya saturado ambiente.

Estando apoyado en el mostrador, y comienzo a familiarizarme con el ambiente que me rodea. Al poco, mi mirada se posa en una figura de un hombre que empujaba un carrito lleno de una mezcla de todo lo imaginable alguien pudiera necesitar, desde caramelos de todos los tipos y colores, chicles, frutos secos, chichasara, servilletas de papel, papel higiénico, pilas, jugos envasados, etc. Lo curioso del carrito en cuestión es que estaba hecho de una forma muy artesanal y con partes de desechos, por ejemplo, la base con sus ruedas debió de pertenecer a un antiguo carro de compras de un difunto supermercado, pude identificar una parrilla interior de refrigerador, las partes estaban unidas con alambre eléctrico de llamativo color rojo o en su defecto con un pedazo de cordel. Para que cupiera más mercancía habían extendido la capacidad de la canastilla con unos pedazos de cartón colocados estratégicamente, todo este artilugio terminaba en la parte posterior en un solo mango de donde este hombre lo empujaba, agarrándolo con su tullida mano derecha.

Me he permitido extenderme en la descripción del precario carrito, pero ahora apelo a su paciencia y describo brevemente al señor que llamó mi atención. Era un arrugado hombre, más por la vida que por la edad, viejo. La edad no era lo que llamaba la atención, lo que sí lo hizo, fue la forma de  caminar. Con la cabeza agachada por la joroba que tenía,  para poder ver por donde iba tenía que hacer un esfuerzo para levantar la cara y la vista. El brazo izquierdo lo llevaba pegado inmóvil a su costado. Con una mano derecha deformada sujetaba el mango de la carretilla. Sus lentos e inseguros pasos, eran el resultado de caminar titubeante con una pierna y la otra solo sirviéndole de apoyo para poder trasladar la otra pierna, y así avanzar lentamente, acompañado con el chirrido de las desalineadas ruedas.

El mencionado señor con su carrito, se detuvo justamente a mi lado, presumo a descansar o para que la gente comprara sus productos. Pude observar de esa manera, todo lo que les he participado. Su presencia me capturó. No pude quitarle los ojos de encima hasta que se fue perdiendo a paso lento por el inclinado pasillo, se veía que controlaba su carrito con esfuerzo, pero seguro.

Las preguntas que inmediatamente me abordaron fueron apabullantes, cómo es que justo en ese momento que el técnico que me había citado y que no se encontraba, pasa el mencionado vendedor. Tenía que aprender de esta sincronía de la situación.

De pronto como un rayo que cae sin avisar, así de improviso, llegó a mi lo que debía aprender de ello y aquí se los dejo:

 
  • Debemos valernos por nosotros mismos y no lamentarnos ni echar la culpa a otros, nadie lo hará por nosotros.
  • No importan los obstáculos que se te presenten en la vida, hay que saber que superarlos y afrontarlos con valentía.
  • Nos quejamos de falta de oportunidades, no sabemos, ni nos enteramos lo que otros superan y no salen en la noticias.
  • La vida sigue y continua, hasta que suena el pitazo final.

Antonio Tomasio. Autor de los libros Uno (Yo) y Mi hijo, mi maestro. Escríbe a atomasio@antoniotomasio.com con tus preguntas o sugerencias o visita la página http://www.antoniotomasio.com