lunes, 13 de mayo de 2019

P. Adolfo Franco, SJ: Comentario para el domingo 12 de mayo

PASCUA.  Domingo IV
Juan 10, 27-30

27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,
28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
29 Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
30 Yo y el Padre uno somos.  

Jesús se llama a sí mismo el Buen Pastor, y con esto nos dice la relación que tiene con nosotros, lo que El es para nosotros. Jesús nos cuida, nos protege, nos defiende, nos da la vida, nos da seguridad; y todo esto mientras estemos cerca de El y oigamos su voz y sigamos sus pasos.

La enseñanza de Jesús es clara, y supone una relación mutua, relación de ambas partes. En el párrafo de hoy se nos dice: Mis ovejas escuchan mi voz. Aquí se nos está diciendo cómo debe ser nuestra actitud con el Buen Pastor. Escuchar su voz significa más que obedecer a la voz del pastor. Por supuesto que eso también; pero además supone un conocimiento de la misma persona del Pastor que guía a las ovejas. El sonido de la voz del Pastor les da seguridad y alegría porque les hace sentir su presencia y las características de su persona. Saben que las cuida y que las alimenta. Se fían de El porque les ha dado muestras de mucho amor. Incluso a veces las ha defendido arriesgando su propia vida, cuando ha venido el lobo a atacarlas. Por eso escuchan su voz, esa voz tiene el sonido del amor y así le prestan atención. Y obedecen a lo que esa voz les enseña. El seguimiento de Jesús es eso: no se trata solo de obedecer sus mandamientos, lo que El nos ha enseñado, sino conocerlo a El mismo con mucho amor, porque de El brota un manantial de vida que son sus enseñanzas, que nos manifiestan también lo que El nos ama. Es importante esto: escuchar sus enseñanzas nos debe llevar a conocer que todo en El es amor: conocer el amor que hay en su enseñanza.

Por eso continúa diciendo: Yo las conozco y ellas me siguen. Qué importante es saber esto; que somos conocidos por el Señor. El me conoce personalmente. Y nos conoce amorosamente: es la forma de conocer que tiene Jesús: su conocimiento es a la vez amistad, comprensión y acogida. Y esto dirigido inequívocamente a mi propia persona. Me conoce personalmente a mí como soy, me acepta así, y se alegra de tenerme cerca como se alegran los amigos de estar cerca el uno del otro. Y por eso sus ovejas le siguen: no se pueden desprender de El: hay una corriente interior que surge en las ovejas, y que las arrastra para que nunca se separen del Buen Pastor. Ese es el seguimiento: saber que sin El no podemos hacer nada, que sin El estamos perdidos. Seguirlo a El es la única manera que esas ovejas encuentran de vivir. Y seguirlo es también imitarlo: recorrer sus mismos caminos interiores: el camino del servicio, el camino de la entrega, el camino del perdón, de la pureza y de la confianza en Dios. Escuchar su voz es seguirlo a El, es vivir su propia vida y tener sus mismos sentimientos.

Y así El les da la vida eterna. y así no perecerán jamás. El nos da la vida: significa muchas cosas: primero que dio su propia vida por nosotros: amar hasta la muerte, amar con toda la sangre. Ese es el amor y la vida que El nos da. Y así nos hace participar de su propia vida. Hasta lo máximo, porque El se convierte en el alimento de nuestra vida. Y nos da una vida diferente, que se le llama la vida eterna, pero que no es sólo para después de la muerte, sino que es una vida ya desde ahora plena y cabal: todo lo que se puede desear de vida, de vitalidad, de paz, de esperanza y de elevación, de ideales, está encerrado en el don vital que nos da. Este don maravilloso es la vida de la gracia que es una vida que no termina, y por eso se añade que sus ovejas no perecerán jamás. Tienen una vida que no se extingue; además con su protección, la del Buen Pastor, nadie las puede hacer perecer.

Y así nadie las arrebatará de su mano. No habrá fuerza capaz de arrebatarle a Jesús ni una sola de sus ovejas, de las que le siguen y que conocen su voz. Y esto porque el Padre está con Jesús (son uno y mismo Dios), y el Padre es más fuerte que todo, y El es el que ha dado a Jesús estas ovejas, entre las que esperamos contarnos nosotros. Que nadie las pueda arrebatar de Jesús, quiere decir que nadie hay más fuerte, nadie es más poderoso. Que no hay ni enemigos externos, ni circunstancias, que puedan arrebatarlas de sus poderosas manos. Y también quiere decir que no nos separaremos nunca de El. Que nunca nos separemos de este Buen Pastor. Y esto se debe, no a nuestra debilidad, sino a su fuerza. El deseo de seguir siempre a este Buen Pastor, produce en nosotros una adhesión irrompible, porque es la fuerza de la atracción del Corazón del Señor, la que nos mantendrá unidos, si escuchamos siempre su voz.


Adolfo Franco, SJ