viernes, 27 de mayo de 2016

Poeta 340: Yuri Zambrano


YURI ZAMBRANO

Nació en México en 1968. Gestor cultural, editor y poeta. Actualmente investiga sobre neurociencia, redes neuronales y conciencia contemplativa. Además de poesía, escribe novela, ensayo, cuento y relato breve, así como obras de teatro. Finaliza su primer libro de poemas hacia 1986 titulado: El ballet de las palabras, antes de convertirse en humo. Incursiona en novela al año siguiente con Érase una vez un réquiem. Actualmente elabora ensayos sobre evolutividad social o sobre redes sociales.

¿POR QUÉ CHÉ DEBERÍA LLEVAR ACENTO MARCADO? 

Al menos en Ché Guevara,
se debería cumplir con tal distinción,
 y escribirse con tilde.
J. K’anul
(Real Academia Hispana de la Lengua) 

Semidiós de utopías y esperanzas
Santa Clara, no es lo mismo si no avanzas
cuando extraña tu asma y tu resuello
aspirando doblegar al universo.

Te veo frente a frente
ante un montón de muertos,
mientras una palmera
mitad vaivén,
mitad malecón esperanzador
reza dos plegarias a los más vivos.
Un barco encalla en tu boina
gritando
aquí me bajo
desde tierras europeas.

Tú miras de reojo a la historia.

Un viaje al Congo tiene V de vuelta
la V de la Victoria
se parece a tu mundo sin reparos
una tierra unida
larga y sin límite alguno
ancha, dura y poderosa
te acosa por sí sola.
Es un ave andina que en cada aleteo
te dice, cómo sobrevivir
en la Quebrada del Yuro.

El jefe Zulú te saluda.
Sirve tres mariposas fritas
y trata de develar
aquella sombra del Vltava
que te dibujan Kundera y Kafka
a punta de escarabajos y risas hechas olvido.

Tú miras de reojo a la historia.

No hay más revolución
que los latidos de tu corazón
retumbando
en miles de generaciones postreras.

Pongámosle la tilde, dicen unos
quitémosle la tilde, fallan otros.
Alegría de Pío tiene dos tildes
el Cuartel Moncada no tiene ninguna.
A sombras de metralla
drenas el alma de los humanos
y trasciendes a dentelladas
la esperanza del hombre nuevo.

Eres el soldado que me dice
en la sierra maestra no hay mosquitos,
navegando a velocidades
aún no concebidas por la mente humana.

Por eso no te alcanzamos.
Sólo te vemos transitar
en medio de tantas estrellas coloradas
galopando en el viento
con un no sé qué de historias
que transmutan
al mítico fantasma
incendiario de nuestros poros.

Tu mundo pasa en medio del aire
que nos vio nacer.

Y tú,

tú miras de reojo a la historia.

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