martes, 23 de julio de 2024

Poeta 740: Sextina Ayacuchana de Mirko Lauer

MIRKO LAUER

Es bachiller en Letras por la PUCP, y magíster y doctor en Literatura por la UNMSM. Es columnista del diario La República y miembro de su comité editorial; miembro del comité editorial de Política internacional, de la Academia Diplomática del Perú, y codirector de Hueso Húmero, revista de artes y letras. Ha sido nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras en Francia. Ha ganado la beca Guggenheim y el premio de novela corta Juan Rulfo, en París. Muy poco Twitter. Cero Facebook. Sus poemarios más recientes son Sologuren (3ª edición, 2023) y Las arqueólogas (2022) y Un chifa de Lambayeque (recién concluido). Ha reunido algunos de sus artículos en el libro La cultura política peruana, un glosario (2006).


SEXTINA AYACUCHANA

Tiempo duro cincel
Tallando sus formas entre las lajas:
Un mercader o un soldado son las piedras.
Y los años se anidan en los arcos
Como el ángel se atasca entre las torres
Y el demonio se posa entre las casas.
He despertado,
y todos los perros - mansos y bravos una larga noche-
mordieron y pelearon bajo mi ventana;
y he sido amenazado con viajes a países lejanos
más allá del regreso y aún más allá
del lugar somnoliento donde aún volvemos la cabeza
he sido cruelmente despertado, he sido herido malamente con
palabras.
y aún en la vigilia no he podido saberlo:
¿Era sueño esa pelea, eran de mis sueños
el pulso inquietante de la distancia,
la voz de la incertidumbre, el ángel de la neurosis y la desesperación?
¿O aquella gresca era un lío entre los hombres
y yo he perdido medio brazo en el campo de batalla?
He despertado
y visto rugosos y tensos a los ángeles y a los demonios,
de par en par abiertos cielo y purgatorio,
infierno de par en par con treintaitrés iglesias
limpias y deshabitadas.
Y solitariamente me he acercado a la ventana, medido mis opciones
/al milagro,
pero solo hay la centella naranja en que vivimos menos de cien años,
los tiempos demonios de la sangre,
(Han bebido demasiado
un vino muerte-en-vida Isolé cosecha 1541,
y han salido a carajearse a las calles con su gorro de felpa,
han perdido las riendas
mientras el sacerdocio está quieto
escuchando el mensaje y tejiendo una manta para las alimañas:
hay un alacrán sobre la piedra, una sirena en el muro,
un santo-en-hornacina:
San Sebastián, San Carlos o San Ignacio de Loyola
y un torbellino de polvo asfixiante sobre la Plaza de Armas.)
Tiempos duros, casas
Hechas con golpe, látigo y cincel,
Desde el feroz tatuaje de las torres
Sobre el poroso blanco de las lajas
Hasta las dulces curvas de los arcos.
Y ya sin paz ni calma ni silencio,
Ni descanso son las piedras.
He soñado con una limpia escalera de piedra,
con los molles de Huanta y aún más atrás
el río Mantaro tiene la vida larga y fría como una espada de hielo,
y aún más atrás
había un carnero de tres desordenados cuernos subiendo y bajando
la limpia escalera de piedra;
yo he visto a los muertos que me hablan y agitan la noche con su griterío:
«Hemos construido muros, afilado esferas,
sacado punta a los muros, colgado las esferas,
tomado las piedras y una sobre otra con la clara de unos
huevos;
pero el mar estaba a muchos días de camino,
y tuvimos que emigrar con el tiempo
o morirnos con él
entre muros oblicuos y grandes esferas de piedra»
Y yo estoy despierto y he visto a unos perros matarse bajo mi ventana,
he tenido miedo y no he encontrado en mi fuerza el cerrado misterio
/de la calma,
he cerrado los ojos;
pero he de saber ciertamente si es sueño, si es imaginación,
o si en efecto algo se ha perdido entre los truhanes de la villa.
Tiempos duros, piedras
Grabadas yacen entre las grandes casas
Mientras el diablo ondula entre los arcos
Como una sierpe. Y a cincel
Han sido aradas estas negras lajas.
Y un cuerno suena entre las altas torres,
y he sido amenazado
no sé si entre sueños o vivo
o si en esta casona bermeja que dice que no regresaré.
Pero he logrado acercarme a la ventana,
y he visto una mañana nueva y una calle desierta
con viento almacenado entre los muros, y en un jardín,
oculto,
junto a un querubín montado sobre un cisne sin cabeza,
he creído ver a alguien enamorando a un acólito, he creído ver,
he creído ver ...
Y entonces ábranse, dije
de par en par las puertas del averno,
en vano es volar tan alto entre los hilos de la noche,
en paz con el demonio hay dulce trigo flotando verde bajo los olivos,
y quiero ver ese fuego,
esa rama de molle incendiando la tarde con sus pepitas rojas.
Pues vano es volar entre las negras torres:
La muerte puede más entre las piedras,
El tiempo es la viruela de las lajas,
¡Ah! perder el tiempo entre las nobles casas,
Dejar la vida quieta, y a purísimo cincel
Soltar la mano entre los grandes arcos.
Para luego despertar y tener que secarme la risa de los ojos
(dicen que el sueño de un loco es alegre y festivo como los bailes de marzo).
oír una historia macabra sobre las afueras
(unos curtidores malignos
y 18000 perros sueltos cavando una tumba entre los huesos).
Y el diablo vive entre los muchos arcos:
Los mercaderes han construido torres.
Los artistas dejado su cincel
Junto a sus obras; y las muchas piedras
Serán por siempre adorno de las casas:
El diablo mora entre las bellas lajas
He soñado
con terribles noticias sobre los barcos hundidos y extrañas correrías
de hombres sin patria que murieron como perros entre las montañas
y el frío nocturno trajo unos cantos
monótonos avanzando como el viento entre los pastizales;
y no hubo lluvia por tres años,
y las cruces se doblaban hacia el suelo sobre las colinas
y yo estaba presente,
pero silencioso y parado frente a una ventana
con perros abajo saltando y mordiéndose los rostros y los corazones.
!Ay!
todo ha sido soñado y todo ha sido visto: las plazas
perfectamente irregulares,
las tejas unas sobre otras montadas como tortugas enmohecidas,
con pan de oro y granito
(no hay fantasmas ni gloriosos vestigios de martirio,
aquello que se siente ululando es el peso de la historia
cargando contra un templo de piedra reblandecida por el moho).
Y ángel con diablo lustran estas lajas,
Nobles querubines de flexionados arcos,
El íncubo y el súcubo en las casas,
Demonios lanzallamas en las torres,
Un virrey invertido entre las piedras,
Y a cincel
sera deshecho este antiguo reino
Y tengo que saber,
¿Han ladrado en la noche cien perros buscándose la muerte?
¡Se acerca la violencia o la violencia ha sido?
tengo que saber,
para mandar las cenizas de Enero volando hacia las puertas del infierno
y pedir mis disculpas,
o tímidamente acercarme a los míos y decirles al oído:
los perros han ladrado, la realidad y el sueño están por empezar.
Y tengo que saber... 


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