jueves, 18 de agosto de 2022

Podcast La ContraHistoria: Breve historia del vidrio

 

 

Es de consistencia dura, pero frágil, más o menos transparente y sirve para infinidad de cosas en la vida cotidiana desde la más remota antigüedad. Me refiero al vidrio, un material que se presenta en la naturaleza en forma de obsidiana pero que, gracias a su versatilidad, el ser humano pronto se afanó en fabricarlo partiendo de la arena. Está documentado el uso del vidrio desde la edad de piedra, cuando los hombres primitivos aprovechaban los fragmentos de obsidiana que se encontraban para utilizarlos como cuchillos afilados con los que despedazar a sus presas. Era un material muy demandado, pero también muy escaso. Los hombres del paleolítico comerciaban con él ya que los yacimientos de obsidiana están muy localizados y no son muy abundantes.

Unos cuatro milenios antes de Cristo nuestros ancestros empezaron a trabajarlo, antes incluso que ciertos metales como el hierro. El primer vidrio sintético se fabricó en el creciente fértil y las técnicas de fabricación pronto se extendieron por el viejo mundo. Los primeros objetos de vidrio conocidos eran simples cuentas, quizá producto accidental de la metalurgia o de la producción de loza, un material vítreo anterior al vidrio fabricado mediante un proceso similar. El vidrio primitivo rara vez era transparente y solía contener muchas impurezas e imperfecciones. A finales de la Edad del Bronce, en torno al año 1.500 a.C. se produjo un desarrollo muy rápido en la tecnología de fabricación de vidrio en Egipto y Mesopotamia. Se han encontrado lingotes de vidrio coloreado, vasijas y una gran cantidad de cuentas de distintos tamaños.

El mundo helenístico y el romano fueron grandes consumidores de vidrio. Se han encontrado objetos de vidrio en todo el Imperio Romano destinados a muchísimos usos, desde el doméstico al funerario pasando por el industrial o el comercial. A los romanos les encantaba el vidrio, por lo que lo produjeron industrialmente en multitud de talleres repartidos por todo el imperio. Fueron los romanos quienes inventaron las ventanas de vidrio, hoy omnipresentes en todo el mundo, y quienes desarrollaron al máximo la técnica del mosaico, un arte decorativo con el que ornamentaban paredes y suelos. Componían los mosaicos con unas pequeñas piezas llamadas teselas que a menudo estaban hechas de vidrio coloreado. Los romanos de oriente, comúnmente conocidos como bizantinos, siguieron trabajando el vidrio alumbrando con él algunas de las obras de arte más famosas de la historia.

En la edad media el vidrio siguió empleándose. A partir del siglo XI las técnicas de fabricación mejoraron y eso hizo posible la aparición de las grandiosas vidrieras de las catedrales góticas de Europa Occidental que alcanzaron su cumbre en la Santa Capilla de París. Para entonces el vidrio se había convertido ya en un elemento fundamental en la construcción y la decoración. En el siglo XIII, la isla de Murano, cercana a Venecia, se convirtió en uno de los principales centros de fabricación de vidrio. Los vidrieros de Murano desarrollaron el denominado “cristallo”, un vidrio transparente bautizado así por su parecido con el cristal natural. El vidrio no es propiamente un cristal, sino un sólido amorfo, pero se nos asemeja a cristales naturales como el cuarzo, de ahí que a veces nos refiramos a él como cristal.

A finales del siglo XVII, Bohemia se sumó a Murano como centro vidriero de Europa, luego llegarían fábricas de vidrios finos en otros países como Inglaterra, España o Francia, fábricas a las que no les faltaba el trabajo porque los grandes palacios dieciochescos consumían mucho vidrio para sus ventanales, espejos y decoración. La revolución industrial permitió que el vidrio se abaratase tanto que dejó de ser un bien preciado y relativamente escaso. El mundo actual está lleno de vidrio. No solemos advertirlo, pero interactuamos con él a todas horas y su precio es tan bajo que ni siquiera le damos valor. En nuestras ciudades abundan los edificios tapizados de vidrio, está en los objetivos de nuestras cámaras fotográficas, en nuestras gafas y en las pantallas de nuestros dispositivos electrónicos. Para que lleguen hasta ahí ha hecho falta un viaje de seis mil años que vamos a ver hoy en La ContraHistoria.

Fuente: La ContraHistoria   

 

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