miércoles, 4 de agosto de 2021

Cita DCII: Nuestra historia, nuestra aventura, nuestro Perú; por Alexander Huerta-Mercado

Llegaron primero. Debió ser una aventura cuando todavía no existía el concepto de aventura. Hace quince mil años más o menos los primeros humanos divisaron lo que hoy conocemos como territorio peruano, y caminaron hacia adelante y hacia arriba. Llegaban del norte en el final del Pleistoceno y se encontraron con una cadena montañosa sumamente helada y con mucho más hielo, pues se vivía una glaciación. Era el camino más difícil pero el mejor. Los eran y son una escalera gigante con microclimas, ambientes que cambian conforme los nuevos habitantes subían y encontraban paisajes diferentes. Los humanos encontraron una mega flora y fauna que variaba según el piso y que por primera vez se encontraba con los sapiens. No sabemos cuántas generaciones hicieron esta espectacular escalada colectiva, pero sí sabemos que no la tuvieron fácil. Hay evidencia descubierta recientemente que tanto mujeres como hombres cazaban por igual y que tenían formidables adversarios como lo eran el tigre dientes de sable y el mastodonte. Cazar a este último implicó que los primeros pobladores de esta región tuvieran que diseñar estrategias que nunca habían usado, organizando el seguimiento, ataque y trozado a través de las primeras especializaciones y liderazgos. También exigió el diseño de nuevas armas y utensilios, formas nuevas de pensar y utilizar lo que encontraban en este territorio.

Luego vino la agricultura, que complejizó a la sociedad. Las circunstancias duras –recuerden al mastodonte–, el azar y la nueva organización dieron por resultado una gran exigencia que desembocó en un temprano descubrimiento del arte de plantar y cosechar. Con la agricultura surgieron las sociedades más extensas y la necesidad de organizar la vida en comunidad compleja. Es posible que a los que aprendieran a predecir el clima observando las estrellas se les otorgase un poder especial, formando una aristocracia bajo el tótem amenazador de los grandes felinos, serpientes y cóndores. Fue el tiempo de los grandes señores que formaron hegemonías regionales que no solo tenían el control sobre el agua, la tierra y la vida de sus súbditos, sino que pareciera ser que conversaban directamente con los dioses. Debieron ser años difíciles e intensos que estudiamos en el colegio bajo el rótulo de “culturas preincaicas”.

Luego llegó el Inca. Fue el final de todo un proceso de siglos donde el mundo de los dioses fue espejo de lo que pasaba en el mundo de los humanos. Así, el jaguar se vio reemplazado por la luna, por un misterioso señor de dos báculos, por un ser con dientes de serpiente, por el creador del mundo y, posteriormente, por el sol. Esta mutación del olimpo andino era reflejo que en el mundo humano hubo conquistas que unificaron a distintos grupos y que generaron finalmente la unidad de los quechuas.

Luego llegaron los españoles, y un proceso que tenía más de doce mil años se aceleró al absurdo, generando un tipo de dominación total y unificando etnias que eran distintas e incluso estaban enfrentadas entre sí bajo el rótulo de “indios”. Fueron tres siglos en que se reescribió la historia del territorio y se impusieron una vigilancia y un castigo permanentes. El mundo giró y los dioses andinos pasaron a la clandestinidad mientras se alzaba el Dios de los cristianos recreado por los conquistadores. Fueron tres siglos de castigos, culpas y utilización de la mano de obra como un botín.

Luego llegaron los criollos y forjaron la independencia, y ese territorio que había visto cazadores, agricultores, tribus y reinos, culturas e imperio, pasó a llamarse República del . Era una república rara con características coloniales en donde se siguió marginando a las mujeres, donde el área rural siguió alejada del Estado y donde la discriminación de todo tipo pasó a ser parte de la cultura habitual. Se podría decir que estar dirigidos por un Estado no nos ha convertido en una comunidad, sino el estar permanentemente enfrentados con el Estado es lo que nos ha unido.

Si lo vemos bien, somos un territorio dominado por el orden de llegada. Si hacemos matemática simple, es más el tiempo en que los Andes han visto a los humanos como cazadores nómades y es poco el tiempo que los ha visto sedentarios. Y visto en perspectiva, el período republicano equivaldría a treinta segundos en la gran historia regional. Pero ¡qué treinta segundos! Son la continuación de una historia fantástica en donde hemos pasado de todo, incluso mastodontes, pero sobre todo hemos aprendido a tener conciencia de nosotros mismos, de las cosas que vamos a cambiar y de nuestros sueños en relación a nuestro país donde todos y todas hemos llegado para quedarnos y ser felices. ¡Feliz , Perú!

 

Fuente: https://elcomercio.pe

Por: . Antropólogo, PUCP

 

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