jueves, 29 de julio de 2021

Podcast La ContraHistoria: El origen de las Olimpiadas

 

 

Algo que nos parece tan moderno como los Juegos Olímpicos fue una de las principales citas deportivas, sociales y religiosas de la Antigua Grecia. Y así fue durante varios siglos, unos doce siglos. Desde el año 776 a.C. hasta el año 393 d.C. cada cuatro años todos los hombres libres de Grecia, desde simples campesinos a gobernantes, estaban invitados a participar en los juegos. Aunque cualquiera podía hacerlo, eran soldados profesionales por lo general los que acudían para dejar el nombre de su ciudad en lo más alto y poner a los dioses de su lado. Las mujeres no podían competir, ni siquiera asistir como público a ver la competición. Sólo había una excepción: las carreras de carros. Todo el que tuviese un carro sin importar su sexo podía inscribirse para la carrera. Así fue como Cinisca, hija de un rey espartano, se hizo con dos coronas de la victoria a principios del siglo IV a.C.

En esencia, los Juegos olímpicos de la antigüedad eran una fiesta religiosa y una buena excusa para que los griegos repartidos por toda la cuenca del Mediterráneo se reunieran y homenajeasen juntos al padre de los dioses ofrendándole la corona de la victoria. Esta corona se elaboraba con las hojas de un olivo centenario que era sagrado porque pertenecía a Zeus. En el curso de los juegos, que duraban varios días, se realizaban todo tipo de actos religiosos, incluida una hecatombe, es decir, el sacrificio de cien bueyes de los que atletas y asistentes daban buena cuenta justo a mitad del festival. Durante los juegos no se podía guerrear. Se declaraba una tregua olímpica que tenía la misma duración de los juegos. Si alguna polis la rompía a sus atletas no se les permitía participar.

No eran muchas las disciplinas que practicaban, especialmente si lo comparamos con los juegos de la era moderna. La disciplina más importante era el pentatlón, que constaba de cinco pruebas: carrera de velocidad, salto de longitud, lanzamiento de jabalina, lanzamiento de disco y lucha libre. Junto al pentatlón y las carreras, se celebraban competiciones hípicas y combates de pancracio, una combinación del boxeo moderno y lucha libre. Todas las competiciones se llevaban a cabo en el hipódromo y en el estadio. Un estadio para los griegos era la distancia de una carrera y eso variaba en función de la polis. El estadio de Olimpia medía 192 metros. Desconocemos por qué, pero la leyenda asegura que esa era la distancia que Hércules podía correr aspirando aire sólo una vez. Aparte del estadio había gimnasios para los luchadores. No les hacía falta ninguna instalación más. A lo largo de la dilatada existencia de los juegos el estadio mantuvo sus dimensiones, aunque el santuario en sí fue creciendo y ganando en ornamentación y lujo.

Cuando los romanos incorporaron Grecia a su imperio en el siglo II a.C. se aficionaron a las olimpiadas, por lo que el santuario creció y se transformó en un reclamo para los romanos acaudalados y para que ciertos emperadores como Nerón se inscribiesen en las competiciones. A partir del siglo III d.C. entraron en crisis, aunque la llama olímpica no se apagó de golpe, se siguieron celebrando juegos hasta finales del siglo IV. No sabemos por qué dejaron de celebrarse, seguramente por motivos religiosos. La cristianización del imperio se llevaba mal con este tipo de ritos paganos. Hubieron de pasar 1.500 años para que la idea de celebrar unos juegos deportivos cada cuatro años se recuperase. Desde entonces, y ha pasado ya más de un siglo, sólo las guerras han impedido que las nuevas olimpiadas se celebren cada cuatro años.

Fuente: Podcast: La ContraHistoria 

 

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