viernes, 12 de abril de 2019

Poeta 473: Una canción en la tormenta de Rudyard Kipling

RUDYARD KIPLING

Joseph Rudyard Kipling (Bombay, India Británica, 30 de diciembre de 1865-Londres, Gran Bretaña, 18 de enero de 1936) fue un escritor y poeta británico. Autor de relatos, cuentos infantiles, novelas y poesía. Algunas de sus obras más populares son la colección de relatos The Jungle Book (El libro de las tierras vírgenes, 1894), la novela de espionaje Kim (1901), el relato corto «The Man Who Would Be King» («El hombre que pudo ser rey», 1888), publicado originalmente en el volumen The Phantom Rickshaw, o los poemas «Gunga Din» (1892) e «If»— (traducido al castellano como «Si... (Kipling)|Si...», 1895). Varias de sus obras han sido llevadas al cine. Kipling rechazó el premio nacional de poesía Poet Laureat en 1895 (poeta laureado) la Orden de Mérito del Reino Unido y el título de sir de la Caballero de la Orden del Imperio Británico en tres ocasiones. Sin embargo, aceptó el Premio Nobel de Literatura de 1907, lo que le convirtió en el primer escritor británico en recibir este galardón, y el ganador del premio Nobel de Literatura más joven hasta la fecha.

UNA CANCIÓN EN LA TORMENTA

Asegúrate bien de que a tu lado peleen
los océanos eternos, aunque esta noche
el viento en contra y las mareas
nos hagan su juguete.
A fuerza de tiempo, no de guerra,
en medio del peligro nos guiamos:
Sea bienvenida entonces la descortesía del Destino
dondequiera que aparezca
en todo tiempo de angustia y también
en el de nuestra salvación,
el juego vence siempre al jugador
y el barco a su tripulación.

De la niebla salen rumbo a la tiniebla
las olas que brillan y se encrespan.
Casi estas aguas sin conciencia se comportan
como si tuviesen alma-
casi como si hubieran pactado sumergir
nuestra bandera debajo de sus aguas verdes:
sea bienvenida entonces la descortesía del Destino
dondequiera que pueda verse, etc.

Asegúrate bien, a pesar de que las olas y el viento
en reserva guardan ráfagas aún más poderosas,
que los que cumplimos las guardias asignadas
ni por un instante descuidemos la vigilancia.
Y mientras nuestra proa flotando rechaza
cada carrera frustrada de las olas,
canta, sea bienvenida la descortesía del Destino
dondequiera que se desvele, etc.

No importa que sea barrida la cubierta
y se rompan la arboladura, el maderamen-
de cualquier pérdida podremos sacar provecho
salvo de la pérdida del regreso.
Por eso, entre estos Diablos y nuestra astucia
deja que la cortesía de las trompetas suene,
y que sea bienvenida la descortesía del Destino,
dondequiera que se encuentre, etc.

Asegúrate bien, aunque en poder nuestro
nada quede para dar
salvo sitio y fecha para encontrar el fin,
y deja de esforzarte por vivir,
que hasta que éstos se disuelvan, nuestra Orden se mantiene,
nuestro Servicio aquí nos ata.
Sea bienvenida entonces la descortesía del Destino,
dondequiera que aparezca,
en todo tiempo de angustia y también
en el de nuestro triunfo,
el juego vence siempre al jugador
y el barco a su tripulación.

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