jueves, 7 de febrero de 2019

Cita CDXVI: Hablemos de langostas: ¿sienten dolor al cocinarlas?





El gobierno de Suiza ordenó recientemente que las langostas y otros crustáceos no sean introducidos con vida en agua hirviendo. Al hervirlos sienten dolor, señaló el gobierno, y este método debería ser remplazado por otro que prevea una muerte más rápida, como el aturdimiento.

Sin embargo, incluso el científico que llevó a cabo la investigación que dio el sustento para la decisión del gobierno señaló que no está cien por ciento seguro de que las langostas sientan dolor. Aunque sí lo preocupó tanto que le bastó cocinar una vez una langosta viva para decidir no volverlo a hacer.

“No hay una prueba absoluta, pero al realizar experimentos casi todo lo que observé era consistente con la idea de dolor en estos animales”, comentó Robert Elwood, un profesor emérito especializado en comportamiento animal de la Queen’s University en Belfast, Irlanda del Norte. “Debería haber una forma más compasiva de tratar a las langostas”.

La postura de Elwood —y del gobierno suizo— va más allá del pensamiento científico tradicional, señaló Joseph Ayers, un profesor de Ciencias Marinas y Ambientales de la Universidad Northeastern en Boston.

“Creo que la idea de hacer este tipo de leyes proviene de un grupo de personas que están antropomorfizando a las langostas”, mencionó Ayers, y agregó que podía haber otras explicaciones para los hallazgos de Elwood. “Me sorprende mucho que la gente les atribuya a estos animales respuestas parecidas a las de los humanos, cuando simplemente no cuentan con la fisiología para tenerlas”.

Las langostas no tienen la anatomía cerebral necesaria para sentir dolor, afirmó Ayers, quien construye robots modelados en langostas y la neurobiología de la lamprea marina. Las langostas y otros crustáceos suelen ser tragados enteros por sus depredadores, añadió, así que nunca tuvieron que evolucionar su capacidad para detectar el dolor a partir de, digamos, el agua hirviendo o un choque eléctrico.

Michael Tlusty, un biólogo especializado en langostas de la Universidad de Massachusetts, en Boston, tiene una opinión intermedia. Coincide en que las langostas carecen de la anatomía cerebral con la que asociamos la sensación de dolor, pero recalca que los cerebros de los crustáceos son tan diferentes de los nuestros que nadie puede afirmar en verdad qué están sintiendo, aseguró. Por ejemplo, dice que cuando la tenaza de una langosta está bajo ataque, el animal se puede deshacer de su propia extremidad para escapar.

Señaló que las langostas se siguen retorciendo después de que les arrancan las extremidades mas que no está claro si es una respuesta a sensaciones desagradables o un reflejo programado, como cuando tu pierna patea si un doctor te golpea en un lugar particular de la rodilla.

Elwood tuvo la idea de investigar el dolor en las langostas hace poco más de una década en su bar local. El afamado chef Rick Stein, conocido por sus platillos con mariscos, estaba bebiendo una pinta y Elwood se presentó. El chef lo dejó mudo al preguntarle si las langostas sentían dolor cuando las cocinaban.

Desde entonces, por medio de varios estudios, Elwood ha demostrado que los crustáceos protegen las extremidades heridas y evitan las zonas donde han sufrido un ataque; incluso abandonan sus conchas si es necesario. Cuando viajó a Singapur, observó cómo los vendedores callejeros tenían que detener a los cangrejos vivos que se escabullían de una parrilla, ansiosos por huir.

Elwood ya está convencido de que esas respuestas son el equivalente crustáceo del dolor. Como hizo notar David Foster Wallace en su famoso ensayo Hablemos de langostas, este sigue siendo el único animal que no hemos dejado de matar en nuestras propias cocinas. Debemos enfrentar la ética de esa decisión, hizo notar Wallace, mientras ignoramos con más facilidad ese tipo de sentimientos respecto de otros animales en nuestra dieta.

Una langosta puede tardar hasta un minuto en morir en el agua hirviendo, tiempo suficiente para que sufra, señaló Elwood. Un chef experto que rebane justo en la cabeza de una langosta debería ser capaz de matar al animal con mayor velocidad, agregó. “Esa sería una forma razonable de hacerlo”. También mencionó un dispositivo comercial llamado Crustastun, el cual golpea con electricidad al animal, y promete matarlo de manera instantánea. El gobierno de Suiza citó la electrocución como un método preferible para matar a los animales, aunque el Crustastun, el cual costaría aproximadamente 3400 dólares, es para los procesadores de alimentos o los restaurantes grandes.

Ayers desestimó este método, con el argumento de que ha visto animales moverse minutos después de haber sido aturdidos. Señaló que le encantan las langostas igual que a otros —ha dedicado su carrera a estudiarlas y su hijo es pescador de langostas—, pero mencionó que no concibe una forma más compasiva de matarlas que sumergirlas de cabeza en una olla de agua hirviendo. Tlusty tiene otra estrategia: poner las langostas en hielo para lentificar su sistema nervioso antes de que se encuentren en la olla.


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