Para
demostrar lo inteligentes que son los pulpos, Piero Amodio usa un video de YouTube. Muestra a un pulpo que jala dos mitades de una concha para
esconderse adentro. Luego el animal guarda las conchas como si fueran
platos y se las lleva.
“Esto
sugiere que el pulpo lleva consigo estas herramientas porque tiene un
entendimiento de que pueden ser útiles en el futuro”, dijo Amodio,
estudiante de posgrado enfocado en la inteligencia animal en la
Universidad de Cambridge. Esa característica del pulpo no solo lo sorprende: lo confunde.
Durante
décadas, los investigadores han analizado de qué manera evolucionaron
algunos animales para ser inteligentes, entre ellos los monos, los
elefantes, los delfines y algunos pájaros, como cuervos y pericos.
Pero
las teorías científicas al respecto se quedan cortas para los
cefalópodos, el grupo que incluye a pulpos, calamares y sepias. Tienen
muestras de creatividad, pero no cumplen con las marcas de inteligencia
observadas en otras especies.
“Es
una paradoja que ha sido ignorada en gran medida en el pasado”, dijo
Amodio. Él y otros cinco expertos en inteligencia animal analizan esta
misma paradoja en un artículo publicado en noviembre en la revista
Trends in Ecology and Evolution.
La
inteligencia animal, explican los científicos que la estudian, implica
el uso de herramientas cognitivas sofisticadas para prosperar. Estas
incluyen la capacidad de idear soluciones a problemas como la búsqueda
de comida o poder planificar formas de afrontar retos futuros. Los
animales inteligentes no dependen de respuestas fijas para sobrevivir,
sino que pueden improvisar conductas.
Para
medir la inteligencia animal, los científicos observan a las especies
salvajes; por ejemplo, si un delfín usa una esponja marina para proteger
su pico de cortes con rocas o coral. O también llevan a los animales a
un laboratorio y les dan un rompecabezas o algo qué resolver, como
premiar a un cuervo si aprende a cortar pedazos de papel en un tamaño
específico.
Solamente
algunas especies han destacado en esos estudios. Al compararlas, los
científicos han identificado factores compartidos: el tamaño del cerebro
de esos animales es más grande en relación con sus cuerpos, tienden a
vivir por más tiempo y pueden formar vínculos sociales duraderos. Esas similitudes han apuntado a posibles explicaciones generales sobre cómo evolucionó el intelecto de ciertos animales.
Una
de las posibles explicaciones es la hipótesis de la inteligencia
ecológica. Esta tesis postula que la inteligencia evolucionó de manera
adaptativa para encontrar comida. Algunos animales tienen un suministro
de alimentos fiable y para otros es impredecible.
“Si
comes fruta, debes recordar dónde están los árboles con esa fruta y
cuándo maduran”, dijo Amadio. “Eso es mucho más demandante en términos
cognitivos que comer hojas”. Con herramientas, los animales pueden
alcanzar alimentos a los que no tendrían acceso de otro modo. Y si
pueden hacer planes a futuro, pueden almacenar comida para los momentos
en los que no estaría disponible.
Otra
explicación posible es la hipótesis de la inteligencia social: los
animales más inteligentes “cooperan y aprenden con otros integrantes de
la misma especie”, dijo Amadio. En conjunto, estos desarrollos evolutivos parecen haber resultado en cerebros de mayor tamaño y capacidad.
Los
cefalópodos salvajes se comportan de maneras observables que también
sugieren inteligencia. Por ejemplo, las sepias alejan a los depredadores
formando cavidades que se asemejan a ojos en sus cuerpos para hacer
parecer que son pescados cuando el depredador usa la vista para cazar.
Sin embargo, si el depredador utiliza el olfato, las sepias toman otra
decisión: huyen.
Los
pulpos también muestran esta flexibilidad cognitiva en laboratorios.
Investigadores de la Universidad Hebrea les presentaron a pulpos una
caja en forma de ele con alimento, y los animales se las arreglaron para
saber cómo empujar la comida por un orificio pequeño que estaba en el
muro de su tanque.
Los
cefalópodos, como otros animales inteligentes, tienen un cerebro
relativamente grande. Pero ahí se terminan las similitudes. Por ejemplo,
los pulpos tienen sus neuronas en los brazos o tentáculos, no tienen
vidas más longevas y no forman vínculos sociales duraderos.
Amodio
y sus colegas creen entonces que la inteligencia de los cefalópodos se
debe a su historia evolutiva; hace unos quinientos millones de años, sus
ancestros evolucionaron de tal modo que sus caparazones podían usarse
para flotar y quedarse cerca de la superficie.
Un
cefalópodo, el nautilo, aún vive de esta manera, aunque no parece tener
ni de cerca el mismo nivel de inteligencia que los pulpos. Sin embargo,
los ancestros de casi todos los cefalópodos perdieron ese caparazón
exterior hace unos 275 millones de años. No queda claro por qué, pero
esta mutación hizo posible que el animal pudiera explorar lugares que
las especies previas no tenían y buscar alimento.
Al
mismo tiempo, perder el caparazón los dejó más expuestos a los
depredadores, lo cual habría impulsado que desarrollaran capacidades
para esconderse o escapar y para resolver nuevos problemas o tener
previsión (por ejemplo, saber que las conchas podrían ser prácticas para
esconderse). Pero
la inteligencia no ha sido solución suficiente para los cefalópodos,
según Amodio, porque de cualquier manera pueden volverse presas y por
ello quizá no viven tanto tiempo.
Con
su investigación, Amodio y sus colegas podrían arrojar luz no solamente
sobre los orígenes de la inteligencia de los cefalópodos, sino de la
inteligencia animal en general. “No podemos dar por sentado que hay un solo tipo de inteligencia”, dijo Amodio. “Puede que haya diferentes caminos”.
CADENA DE CITAS
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