jueves, 21 de febrero de 2019

Poeta 467: Poemas de consuelo en repudio de la guerra de Martin Opitz


MARTIN OPITZ

(Alemania, 1597-1639) Poeta alemán, nacido en Bunzlau, Silesia. Fue el primero de los grandes literatos silesianos de la época y figura destacada del Barroco alemán. Hijo de familia burguesa, inició estudios de Derecho en la Universidad de Heidelberg. Fue a Holanda en 1620, y en Leiden recibió la influencia alemana del filólogo y poeta Daniel Heinsius. De regreso a Silesia en 1624, fue coronado poeta laureatus por el Káiser. A partir de 1626, compaginó la actividad literaria con el trabajo político-diplomático en la cancillería del burgrave de Breslavia y con el servicio a los duques de Liegnitz y el rey de Polonia. Falleció en 1639 en Danzig a consecuencia de la peste. Con veinte años, escribió Aristarchus, sive contemptu linguae Teutonicae, donde aparecen versos alemanes con tonos nacionales. En 1624 publicó la primera recopilación importante de Deutsche poemata (Poesías alemanas) y el tratado Das Buch von der deutschen Poeterey (Libro de poética alemana), la primera preceptiva literaria en lengua alemana. Esta obra contiene normas de versificación y empleo de la lengua alemana y todo cuanto recogían las poéticas renacentistas. Además, tradujo dos tragedias clásicas, Las troyanas (1625) de Séneca y Antígona (1636) de Sófocles, que abrieron camino a la tragedia alemana del Barroco; y libretos de óperas italianas como Dafne de Octavio Rinuccini y Jacopo Peri, la que con música de Heinrich Schütz fue la primera ópera en lengua alemana.

Fuente: http://epdlp.com

POEMAS DE CONSUELO EN REPUDIO DE LA GUERRA

"El pobre campesino dejó todo detrás
Igual que la paloma cuando el halcón se acerca
Y huye desesperada: él está a la intemperie
Asaltaron su tierra, incendiaron su hacienda
Mataron su ganado, su granero abatieron
Arrancaron su viña con despótica mano,
Ya no le quedan árboles, desolado está el huerto;
La hoz y el arado ahora son filosas espadas.
Altas como las nubes se alzan cortinas de humo,
Y un océano de llamas lo está cubriendo todo
Y hasta el fiero enemigo a lo lejos se espanta.
El duro pavimento recalentado arde,
Se tambalean las torres y sudan sus metales;
Los hombres que escaparon a la lluvia de balas,
Van a parar al fuego y en él se carbonizan
El humo los asfixia, los muros los aplastan;
Las canas de los viejos, el llanto de los niños
El clamor y el lamento de grandes y pequeños,
Los ayeres al unísono de pobres y de ricos
En nada conmovieron a estás bestias feroces.
No valió la nobleza, ni posición alguna,
Forzados a salir, pasados a cuchillo
Como cuando entra un lobo a un establo de ovejas
Y matan a los corderos sin hacer diferencias.
Tuvo que ver el hombre su lecho profanado,
A su hija ultrajada sin poderlo impedir
Y cuando la lujuria de las bestias cedió
La vio morir a manos de quien la violaron.
La hermana caía muerta en brazos de su hermano,
Amos y servidores fueron estrangulados,
Y hasta los no nacidos con saña asesinados.
Los niños, inocentes, murieron en lo oscuro
En el seno materno, antes de ver la luz
A las pobres criaturas les robaron la vida.

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