Después de 146.000 años y una historia rocambolesca, un
equipo liderado por científicos chinos y un Nobel en Medicina sueco
anuncia este miércoles que ha logrado rescatar ADN de un fósil asignado a
una nueva especie humana, el Homo longi, conocido popularmente como hombre dragón.
Este avance excepcional desbanca uno de los últimos grandes hallazgos
en evolución humana. Resulta que el longi no es una nueva especie humana
característica de Asia, sino un denisovano.
Los
denisovanos son la única especie humana identificada no por la forma de
sus huesos y cráneo, sino por el ADN extraído de fragmentos diminutos de
sus huesos hallados en la cueva de Denisova, en Rusia. La punta del dedo meñique
de una niña fue la que descubrió a este nuevo grupo humano, y muestras
posteriores desvelaron que eran una especie hermana de los neandertales.
La genética demostró también que tuvieron sexo e hijos fértiles con los neandertales, y con nuestra propia especie, los Homo sapiens.
En la actualidad, muchos asiáticos llevan un pequeño porcentaje de ADN
denisovano en su interior. Entre los genes heredados están los que
permiten respirar sin asfixiarse en los territorios más altos del
planeta, como la cordillera del Himalaya, y otros que mejoran el
metabolismo en condiciones de frío extremo, presentes en los inuit del Ártico.
Lo
que aún no sabía nadie es cómo era la cara de estos humanos, pues no se
conocía ningún cráneo completo. El estudio publicado este miércoles
cambia esto para siempre, y muestra que los denisovanos eran gentes
robustas, con unos dientes grandes y unas cejas muy pronunciadas. Y
probablemente también con un cerebro igual o mayor el de los humanos
actuales, a juzgar por su capacidad craneal de 1.400 centímetros
cúbicos.
La identificación molecular de este primer cráneo confirma
que los denisovanos fueron un grupo exitoso, que sobrevivió durante
decenas de miles de años en ambientes muy distintos de Asia, desde las
estepas de Siberia pasando por el Himalaya hasta las costas del este de
China, incluido Taiwán. En estos y otros lugares, como Laos, se han
encontrado fósiles que, posiblemente, pertenezcan también a esta tercera
rama de la humanidad, como sugieren los autores del estudio, publicado
hoy en Cell.
Hay que desechar la especie Homo longi, por tanto, e incluso dejar de pensar en especies al hablar de evolución humana, explica a EL PAÍS Svante Pääbo,
pionero mundial en el análisis de ADN antiguo, Nobel de Medicina en
2022, y coautor del trabajo. “El concepto de especie ya no es útil para
hablar de neandertales y denisovanos. Son grupos íntimamente
emparentados que se mezclaron y tuvieron hijos fértiles entre ellos, y
también con nuestra especie. Así que preferimos hablar de humanos
modernos [nosotros], neandertales y denisovanos”, detalla en un correo
electrónico.
El equipo ha centrado su análisis en el cráneo de Harbin,
cuya historia comienza en 1933, cuando las sanguinarias tropas
japonesas invadían China. Un trabajador que colaboraba con los nipones
en la construcción de un puente cerca de la ciudad de Harbin se topó con
el fósil, se lo ocultó a sus jefes, y lo guardó en un pozo durante toda
su vida, pues pasada la guerra no quiso desvelar a las autoridades
comunistas que había colaborado con los invasores. En 2018, los nietos
de este hombre recuperaron el fósil y se lo llevaron al paleoantropólogo
Qiang Ji, quien lo recibió como un tesoro, pues había sobrevivido la
invasión japonesa, una guerra civil, la dictadura comunista, la
Revolución cultural de Mao, y el rampante tráfico de fósiles en China. El problema era que no parecía haber forma de confirmar su procedencia, ni su antigüedad.
Hace
cuatro años, el equipo de Ji logró datar el cráneo gracias al barro que
tenía adherido en las fosas nasales. Tenía 146.000 años y era idéntico
al de los sedimentos bajo el puente de Harbin. Los investigadores
anunciaron que el fósil representaba una nueva especie “hermana” del Homo sapiens, un bombazo científico que no convenció a todos los expertos.
La
primera firmante del nuevo trabajo es la paleoantropóloga china Qiaomei
Fu, de 42 años, cuya participación ha sido clave. La científica estuvo
aprendiendo las mejores técnicas de análisis de ADN antiguo en el
laboratorio de Pääbo, en el Instituto Max Planck de Antropología
Evolutiva en Leipzig (Alemania), y en el del estadounidense David Reich, de la Universidad de Harvard, otro pope de este campo. La investigadora dirige ahora su propio equipo
en el Instituto de Paleoantropología de la Academia de Ciencias China
de Beijing, y colabora con el equipo de Qiang Ji. Tras varios intentos
fallidos de aislar ADN del hueso, el equipo logró rescatar ADN
mitocondrial del sarro acumulado en una de sus muelas. Los resultados
confirman que el hombre dragón es en realidad un denisovano emparentado
con sus congéneres de Siberia.
Fu encabeza este miércoles otro estudio, publicado en Science,
en el que han logrado rescatar 95 proteínas de ese mismo cráneo. Este
material biológico, más resistente que el ADN al paso de los años,
confirma la tesis de que es un denisovano, y supone un récord mundial:
han recuperado más proteínas de un solo fósil humano que todos los
estudios similares realizados hasta la fecha.
“Los denisovanos son la nueva estrella de la evolución humana”, resume el paleoantropólogo del CSIC Antonio Rosas,
que no ha participado en los dos estudios, y que destaca su
importancia. La clave, explica, es que por primera vez estos humanos
tienen “un cráneo asociado de manera aparentemente indubitable”, es
decir, un rostro. “Este primer denisovano por excelencia”, explica,
puede servir para analizar otros fósiles clásicos y enigmáticos, como el
cráneo de Dali, de unos 270.000 años. También podrían resultar
denisovanos los fósiles humanos de Hualongdong, en el este de China, que se remontan hasta 300.000 años, y los juluensis, o gente de cabeza grande,
que vivieron en el norte y centro de China en la misma época. Hace unas
semanas, otro equipo logró rescatar proteínas de una mandíbula hallada
en Taiwán. El análisis
desveló que era de un denisovano, que pudo vivir en dos épocas en las
que este territorio estaba unido a Asia continental. Podría ser de hace
entre 190.000 y 130.000 años, o entre 70.000 y apenas 10.000.
El paleoantropólogo británico Chris Stringer,
coautor del estudio que consagró al hombre dragón como nueva especie,
no quiere renunciar a su tesis. “Estos dos artículos son potencialmente
muy importantes, aunque será necesario que expertos en ADN antiguo y
proteómica realicen una evaluación más completa”, responde a EL PAÍS en
un correo electrónico. “He estado colaborando con científicos chinos en
nuevos análisis morfológicos de fósiles humanos, incluido el de Harbin, y
este trabajo hace cada vez más probable que este sea el fósil más
completo de un denisovano hallado hasta ahora, y que Homo longi sea el nombre de especie apropiado para este grupo”. “Otro nombre, Homo juluensis,
fue creado recientemente para incluir a los denisovanos, pero no a
Harbin, por lo que es poco probable que sea adecuado para ninguno de los
dos. Nuestros análisis sugieren que la mayoría de los humanos de gran
capacidad craneal de los últimos 800.000 años pueden clasificarse en uno
u otro de los siguientes grupos o especies: Homo erectus asiáticos, Heidelbergensis, neandertales, sapiens y denisovanos-longi”, añade.
Sigue siendo un enigma cuándo y dónde aparecieron los
denisovanos y los neandertales, y cuáles eran sus ancestros. Lo más
plausible es que sea alguna variante de Homo erectus, la especie humana más longeva,
y la primera que abandonó África caminando ya sobre dos piernas.
También los sapiens descendemos de los erectus, aunque nuestro origen
está confirmado en África.
“La pregunta del millón”, dice Rosas, es por qué los denisovanos de Asia, al igual que sus hermanos neandertales
de Europa, se extinguieron hace unos 40.000 años, justo cuando llegaron
grandes grupos de sapiens salidos de África. Aquella época de
glaciaciones fue durísima, y provocó la extinción progresiva de los mamuts y otros grandes mamíferos, de cuya caza vivían neandertales y denisovanos. A pesar de que se extinguieron de Europa varias veces, los sapiens prosperaron, y se convirtieron en la única especie humana de la Tierra. El científico del CSIC piensa, al igual que otros expertos,
que la clave estuvo en “las nuevas capacidades neuronales de los
sapiens implicadas en hacer y mantener redes de cooperación a gran
escala”; una característica que aún está por demostrar en las otras dos ramas de la humanidad.
Fuente: https://elpais.com
Por: Nuño Domínguez
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