Un joven ingeniero retenido por su trabajo en una pequeña localidad de Massachussets observa a un hombre lisiado y envejecido que recoge en la oficina de correos una revista y un sobre con medicamentos. Es invierno y el ambiente del pueblo es claustrofóbico. El aspecto educado del hombre, la edad que no corresponde a su físico, los misteriosos silencios y prevenciones que despierta su presencia en los demás, su vida casi aislada en una destartalada granja con dos mujeres, llevan a preguntarse al ingeniero por qué sigue viviendo en un sitio de donde, como dicen los lugareños, «casi todos los listos se marchan». Pero el hombre tiene un motivo para no haberse marchado, o para haberlo intentado y nunca conseguido: una historia en la que se mezclan la fatalidad del destino y todas las sutilezas del amor prohibido. Ethan Frome (1911) es una nouvelle cuyo escenario −los pueblos y bosques de Nueva Inglaterra− es toda una tradición de la más distinguida literatura norteamericana (de Hawthorne a Lovecraft) pero una excepción en una novelista esencialmente moderna y urbana como Edith Wharton. Sin embargo, desde su publicación, no dejaría de ser una de sus obras más características, uno de los ejemplos más celebrados de su sensibilidad y de su estilo. Un auténtico clásico norteamericano y una auténtica lección de arte narrativo.
Esta historia me la contaron, fragmentariamente, varias personas y, como suele suceder en tales casos, cada vez era una historia distinta.
Si conoce usted Starkfield, Massachussetts, sabrá dónde está la oficina de correos. Si conoce la oficina de correos, tiene que haber visto subir hasta allí a Ethan Frome, soltar las riendas de su bayo de hundido lomo y cruzar cansinamente el suelo de ladrillo hasta la columnata blanca: y seguro que alguna vez se ha preguntado quién es.
Fue allí donde le vi por primera vez, hace ya varios años, y la verdad es que me impresionó mucho su aspecto. Todavía era el personaje más sorprendente de Starkfield, pese a ser ya sólo una ruina de hombre. No era su elevada estatura lo que le hacía destacar, pues los «nativos» se diferenciaban claramente por su flaca altura de las gentes de origen extranjero, más bajas y achaparradas: era aquel aspecto vigoroso e indiferente, pese a una cojera que frenaba cada uno de sus pasos como el tirón de una cadena. Había algo lúgubre e inabordable en su rostro y estaba tan tieso y canoso que le tomé por un viejo y me sorprendí mucho al enterarme de que no tenía más de cincuenta y dos años. Me lo dijo Harmon Gow, que había conducido la diligencia de Bettsbridge a Starkfield en los tiempos en que aún no había ferrocarril y que conocía la crónica de todas las familias del trayecto.
—Está así desde el accidente; y de eso hará veinticuatro años el próximo febrero—me dijo Harmon, en medio de evocadoras pausas.
El «accidente» (según supe por el mismo informador), además de dibujar aquella cicatriz roja en su frente, le había acortado y paralizado el lado derecho, por lo que le costaba un visible esfuerzo dar los pocos pasos que mediaban entre su buggy y la ventanilla de la oficina de correos. Solía venir de su granja todos los días hacia el mediodía, y como ésa era la hora en que yo iba a por el correo, solía cruzármelo en el porche o hacer cola con él mientras esperábamos los movimientos de la mano distribuidora del otro lado de la rejilla. Observé que, pese a acudir tan puntualmente, no solía recibir más que un ejemplar del Bettsbridge Eagle, que se guardaba sin mirarlo en un bolsillo astroso. Pero de vez en cuando, el encargado de correos le entregaba un sobre dirigido a la señora Zenobia (o señora Zeena) Frome, que normalmente llevaba en la esquina superior izquierda, muy visible, la dirección de algún fabricante de medicamentos y el nombre del producto. Ethan Frome guardaba estos documentos también sin mirarlos en el bolsillo, como si estuviera demasiado acostumbrado a ellos para interesarse por su número y variedad, y se iba, con un silencioso cabeceo de despedida al encargado de correos.
Primeros párrafos de Ethan Frome
EDITH WHARTON
De soltera Edith Newbold Jones (Nueva York, 24 de enero de 1862 - Saint-Brice-sous-Forêt, Francia, 11 de agosto de 1937), fue una escritora y diseñadora estadounidense.
MÁS INFORMACIÓN
- Libro: Los papeles de Aspern. Pequeños tesoros de la literatura
- Libro: Prelúdio. Pequeños tesoros de la literatura
- Libro: El velo alzado. Pequeños tesoros de la literatura
Autor(es): Edith Wharton
Editorial: RBA
Páginas:
Tamaño: 13 x 20 cm.