La Segunda Guerra Mundial comenzó el 1 de septiembre de 1939 con la
invasión alemana de Polonia, pero eso fue posible gracias a un acuerdo
que nazis y soviéticos habían alcanzado una semana antes, el pacto
Molotov-Ribbentrop, también conocido como Tratado de No Agresión
Germano-Soviético. Firmado el 23 de agosto de 1939 entre la Alemania
nazi y la Unión Soviética este documento lleva los nombres de los
ministros de Asuntos Exteriores de ambos países, Joachim von Ribbentrop y
Vyacheslav Molotov, de ahí que se le conozca por ese nombre. Su impacto
fue determinante en el estallido de la guerra y estuvo en vigor casi
dos años, hasta que Hitler puso en marcha la Operación Barbarroja en
1941.
El pacto vino precedido por años de tensiones ideológicas y
desconfianza mutua entre los dos regímenes. Uno se decía anticomunista y
el otro antifascista, pero las circunstancias geopolíticas de finales
de la década de los 30 empujaron a Adolf Hitler y a Iósif Stalin a
considerar una alianza de carácter pragmático. Para Hitler el pacto
aseguraba que Alemania no tendría que librar una guerra en dos frentes
como les había sucedido en la Primera Guerra Mundial, mientras que
Stalin veía la oportunidad de ganar tiempo para fortalecer la defensa
soviética y recuperar lo perdido tras la revolución de octubre sin tener
que vérselas con la oposición alemana.
Lo más notorio del Pacto Molotov-Ribbentrop fue el Protocolo
Secreto, que no se hizo público hasta después de la guerra. Este
protocolo dividía Europa del Este en esferas de influencia. Polonia
sería repartida entre Alemania y la URSS; los estados bálticos de
Estonia, Letonia y Lituania, junto con Finlandia, caerían en la esfera
soviética. Además, se legitimaba la anexión soviética de Besarabia, la
actual Moldavia, que entonces formaba parte de Rumanía. Esta partición
secreta fue un preludio a las invasiones y anexiones que seguirían,
alterando drásticamente el mapa político de Europa.
La firma del pacto sorprendió a las potencias occidentales que
esperaban que la Unión Soviética se uniera a una alianza contra Hitler.
La reacción inmediata fue una mezcla de incredulidad y consternación,
especialmente entre los comunistas occidentales que veían en este
acuerdo una traición a su ideología. La Comintern les ordenó que
culpasen de la guerra al imperialismo y que dejasen de combatir a los
nazis y los fascistas. En Alemania, el pacto sirvió para invadir Polonia
y rehacer el este de Europa a su antojo.
La URSS, entretanto, ocupó la mitad oriental de Polonia, anexionó
las repúblicas bálticas e invadió Finlandia. Todo le salió a pedir de
boca salvo la campaña finlandesa. Para celebrarlo unidades militares
alemanas y soviéticas desfilaron juntas en Polonia. Al pacto de agosto
de 1939 se añadieron nuevas disposiciones y protocolos así como un
ambicioso acuerdo comercial por el que la Unión Soviética se comprometía
a suministrar materias primas a Alemania a cambio de armas y
maquinaria. Durante el año 1940 la relación entre nazis y soviéticos fue
inmejorable hasta el punto de que se barajó incluso la idea de que la
URSS se integrase en el Eje junto a japoneses e italianos. El idilio
acabó abruptamente el 22 de junio de 1941 cuando los alemanes invadieron
la Unión Soviética con un ataque sorpresa y sin declaración de guerra
previa.
La URSS se convirtió en uno de los aliados y el el Pacto
Molotov-Ribbentrop fue olvidado durante el resto de la guerra. En 1948
los estadounidenses, ya metidos en plena guerra fría, publicaron el
protocolo secreto de este pacto para avergonzar a los soviéticos, que de
puertas adentro prohibieron hablar de él. La existencia misma del
protocolo secreto fue negada por los Gobiernos soviéticos durante
décadas hasta que en 1989 ya con la Perestroika en marcha, lo
admitieron.
Fuente: La ContraHistoria
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