A lo largo de la historia los seres humanos han deseado capturar la
realidad para inmortalizar un momento, el aspecto de una persona o el
mundo que les rodea. Así nació la pintura, cuyos orígenes hay que
buscarlos en el paleolítico. Pero la pintura tiene sus particularidades.
Pasa por el tamiz del artista y que sea más o menos fidedigna depende
de los consensos culturales de cada época y de la habilidad y el
instrumental que emplee el pintor. En la pintura la imaginación juega un
papel primordial, ya que se puede pintar lo que se desee. Es un modo un
tanto libre de plasmar la realidad circundante y, como tal, puede estar
sometido a todo tipo de alteraciones.
El primer paso hacia la captura fiel del mundo exterior lo dio un
químico alemán llamado Johann Heinrich Schulze a principios del siglo
XVIII, en plena revolución científica. Schulze empleó una suspensión
fotosensible para capturar imágenes temporales de letras, aunque sin
conseguir conservarlas permanentemente. Décadas más tarde, y tras una
serie de infructuosas pruebas, el británico Thomas Wedgwood intentó sin
éxito fijar imágenes de manera permanente, creando fotogramas detallados
pero efímeros. Schulze y Wedgwood habían conseguido la captura, pero no
que ésta permaneciese.
Los avances en la industria química permitieron al francés Nicéphore
Niépce en 1826 fijar de forma indeleble la primera imagen captada por
una cámara, aunque, eso sí, tras efectuar una exposición muy larga. Su
colaboración con Louis Daguerre llevó al desarrollo del daguerrotipo en
1839, el primer método fotográfico comercialmente viable. Este proceso
utilizaba una placa de plata yodada que reducía el tiempo de exposición a
unos pocos minutos y ofrecía una claridad y detalle sin precedentes.
Paralelamente, en Inglaterra, William Henry Fox Talbot inventó el
calotipo, que permitía la creación de negativos de papel de los cuales
se podían hacer múltiples copias positivas. Esto permitió abaratar el
proceso y hacerlo más accesible. La competencia entre estos dos métodos
iniciales impulsó más innovaciones, como el proceso de colodión en la
década de 1850, que combinaba la calidad de imagen del daguerrotipo con
la reproductibilidad del calotipo.
La fotografía continuó evolucionando con la introducción de la
película flexible por George Eastman en 1888 y su cámara Kodak, que
democratizó la fotografía con un lema publicitario que decía "Usted
presiona el botón, nosotros hacemos el resto". Este avance simplificó
enormemente el proceso y, sobre todo, lo popularizó. A principios del
siglo XX la fotografía se había convertido ya en algo muy común al
alcance de prácticamente todo el mundo.
Pero esas fotografías de los primeros tiempos eran en blanco y
negro. Los seres humanos vemos en color por lo que aparecieron
especialista en coloreado. Los químicos, entretanto, se concentraron en
conseguir capturas en color, algo que consiguieron en 1907 con el
proceso Autochrome de los hermanos Lumière. Las fotos en color eran
costosas al principio. Hasta mediado el siglo XX no se popularizaron
gracias a películas para el gran público como la Kodachrome y la
Agfacolor. Esta tecnología permitió capturar y reproducir el mundo en
todo su espectro cromático, expandiendo así las posibilidades artísticas
y documentales de la fotografía, que para finales del siglo XX era ya
omnipresente.
Fue en ese momento cuando se produjo la revolución digital. Steven
Sasson de Eastman Kodak creó el primer prototipo de cámara digital en
1975, dando comienzo a una transición que en unos años haría obsoletas
las técnicas fotoquímicas tradicionales. La fotografía digital no solo
permitió la edición y manipulación de imágenes de formas antes
impensables, sino que extendió aún más la práctica, especialmente con la
incorporación de cámaras en los teléfonos inteligentes y la conexión de
estos a internet a principios del siglo XXI.
Fuente: La ContraHistoria
MÁS INFORMACIÓN
- Cita CCIII: Un punto azul pálido
- Libro: Plumas en mis cornisas
- Podcast RFI: FOTCIENCIA. El arte de la fotografía científica