domingo, 31 de octubre de 2021

Cita DCXXVI: Arturo Pérez-Reverte “Con 70 años, ya hay historias que morirán conmigo”

 

 

“Para viajar lejos no hay mejor nave que un libro”, dice la frase de la inmensa Emily Dickinson al final de El italiano, la notable novela de Arturo Pérez Reverte, presentada la semana pasada vía zoom para 150 periodistas de América latina, desde la sede de la casa editorial Alfaguara en Madrid.

La historia sorprenderá a sus lectores pues se trata de la primera obra de Pérez Reverte con una historia de amor que cierra, que no tiene final abierto, y quizá esto tenga que ver también con que, a estas alturas, el autor de Línea de fuego se ha convencido de que algunas veces, en la vida, en la literatura y en el cine, el amor vence.

Dice el narrador cartagenero (Murcia) que no sabe si habrá nuevas novelas de Alatriste, que tiene todavía asuntos por contar, pero que sabe que habrá algunas que no se convertirán en novelas: “A los 70 años ya hay historias que morirán conmigo”, deja entre muchas reflexiones.

El italiano rinde homenaje a una unidad de buzos de combate italianos que, durante la Segunda Guerra Mundial, en la Bahía de Algeciras y el Peñón de Gibraltar, arriesgaron el pellejo para dañar o hundir 14 barcos británicos allí apostados. El Peñón de Gibraltar continúa siendo territorio británico pese a ser reclamado por España.

Para un hombre que señala el Mediterráneo como su patria, con sus 3000 años de historia cultural, y que dedica el libro a su hija Carlota, arqueóloga marina, “cuyo mundo se prolonga bajo el mar”, fue casi la novela de su vida, pues la ha llevado dentro durante décadas hasta que germinó.

Como contó en la rueda de prensa y detalló en diversas entrevistas, su padre le advirtió siendo un niño, al salir de cine donde habían visto una película bélica anglosajona que dejaba mal parados a los italianos, que no creyera todo lo que veía porque en la Segunda Guerra habían existido hombres valientes y heroicos.

“Mi padre que era un lector de temas de marina me contó esta historia. Quedó en mi cabeza y durante muchos años reuní material”, dice Pérez Reverte, que también echó mano de los clásicos. Como cuando recordó a Ulises saliendo del mar y Nausicca lo ve lleno de barro, allí se dijo que era la historia que quería contar.

Durante varios viajes a Italia acumuló libros y documentación sobre la historia de la unidad táctica de buzos y lo demás lo dejó librado a su imaginación.

La protagonista, una librera

Pero hay dos detalles más por destacar: que no es el italiano Teseo Lombardo quien, pese a dar título a la novela, se lleva los laureles de la historia, sino una mujer –Elena Arbués, librera– la que en verdad se constituye en el motor que echa a andar la historia y la enriquece por amor. Una librera que proyecta en ese hombre que encuentra moribundo en la playa, los mitos del Mediterráneo sobre los que ha leído.

El otro dato es que Arturo Pérez Reverte también interviene como protagonista, además de ser el autor, y esta mezcla de voces en primera y en tercera persona hilan una historia que mantiene en vilo a los lectores hasta el final de una historia que transcurre entre 1943 y 1944.

Dice Pérez Reverte que “la imaginación es una aliada muy poderosa, porque uno es capaz de proyectar en los lugares lo que ha leído. Me he paseado en la Roma de los romanos, en el París del siglo XVIII y he estado en la Mancha con Don Quijote. Hay lecturas que adiestran en esto. Es como el Photoshop. Cuando estamos en el Peñón de Gibraltar lo vemos con los ojos de las lecturas que uno lleva dentro”.

Al pronunciarse sobre la exploración de lo femenino y el interior de la mujer en su protagonista Elena, Pérez Reverte señaló: “La novela debió llamarse 'La librera', porque ella es la verdadera protagonista. El es un soldado normal, que no lee, ni dice nada inteligente, pero es audaz y decidido, y cumple con su deber. Ella ha leído y tiene una cultura y una memoria, que al proyectarla en él lo convierte en un héroe. Trabajé mucho eso".

Y agrega: "No sabemos lo que él piensa, pero sí lo que ella piensa. Ella se enamora de la imagen del héroe que está en su cabeza, de ese Ulises que proyecta en él. Y luego asume el papel de ir por delante y se convierte en una verdadera historia de amor. Siempre he dejado las historias abiertas, pero esta vez quería que fuera una historia con final feliz. Es el desarrollo de ese enamoramiento el hilo de la novela”.

Clarín le preguntó al autor de Falcó qué nos aportan hoy los clásicos para leer la realidad en el siglo XXI y qué lo decidió a escribir sobre esas zonas grises de sus protagonistas que, según su mirada, “cuentan mejor la realidad” que en blanco y negro. Ello, debido a que como dice Pérez Reverte, hay buenos que hacen cosas muy malas y malos que pueden tener acciones heroicas.

Dijo el escritor: “Todo ha ocurrido ya, pero lo hemos olvidado. Creemos que es nuevo, pero ya ha ocurrido y el ser humano repite comportamientos. Cuando uno lee a Cicerón, a Homero, a Eurípides, a Sófocles, se ha dado cuenta que cambian las circunstancias, pero el corazón humano y su evolución son los mismos de siempre. Los clásicos permiten identificar eso. Hay un problema fundamental: yo tengo un móvil viejo, pero quien usa los teléfonos modernos tiene ahí 3000 años de cultura y de historia occidental. Claro que no lo usamos para eso, sino para mandar whatsapps. Pero ahí está la clave para interpretar el mundo.

"Los clásicos griegos y latinos –suma– permiten comprender el mundo, no lo arreglan ni lo hacen mejor. Permiten identificarlo y eso es suficiente. En tiempos tan revueltos, con tantos falsos profetas y redes infiltradas por canallas, el conocimiento de ese bagaje cultural permite resistir mejor en un mundo zozobrante”.

Y subraya por qué en sus últimos libros se decidió por protagonistas que se mueven en zonas difusas y grises, que no son ni del todo buenos ni del todo villanos: “Vivimos en un mundo en el cual las redes buscan el blanco y el negro, el verde o el azul y el héroe no tiene defectos, pero solo la estupidez te hace verlo así. He vivido una vida agitada donde conocí héroes de verdad y situaciones heroicas y viles al mismo tiempo. Lo he reforzado a lo largo de la vida.

Para él: "El ser humano es ambiguo y se mueve en una gama de grises. Alguien que maltrata a su mujer puede ser un héroe que salva un niño, un tipo que mata puede ser un magnífico padre de familia. La vida es así y el héroe es circunstancial. Yo he visto en 1977 héroes que por la mañana se jugaban la vida y por la noche mataban prisioneros y violaban mujeres. Cuando ves eso a los 25 años te da una visión del mundo y aprendes que los héroes se mueven en territorios difusos. Así son mis personajes. Solo la estupidez te hace ver héroes en blanco y negro”.

Más reflexiones 

Pérez Reverte deja a lo largo de casi una hora reflexiones para profundizar y anécdotas para conservar. Como cuando dice: “La vida me ha quitado muchas cosas en las que creía cuando era joven, pero me ha reforzado dos o tres; como el respeto por la dignidad, el valor, la lealtad, el amor y alguna cosa más. El valor todavía me conmueve. Cuando se te cae la fachada social y careces de esos valores, te arrasa la vida. Por eso quise rendirle un homenaje a estos hombres”.

El amor y la guerra están siempre presentes en las historias “revertianas”. Dice el narrador que “al amor lo comprendes, lo disculpas. Pero la guerra fue una escuela de lucidez; aprendí a mirar al ser humano. Cuando se caen los barnices sociales y las estructuras que el hombre crea para su protección se van al diablo, y si careces de valores básicos te arrastra el torrente y en el hombre brota lo elemental que es la depredación, el alimentarse y sobrevivir. Cuando un hombre tiene permiso para matar adviertes lo que tiene de tenebroso, pero también puede tener algo luminoso. A veces en un día aprendí cosas que de otro modo hubiera demorado una vida.”

El mar está también muy presente en la novela. Es el otro gran protagonista junto a Elena. Pérez Reverte es un amante de la navegación y es buzo profesional, de modo que muchos de los detalles que narra los conoce como experiencia personal: “Hice el curso de buceo con 18 años y mi hija es arqueóloga marina y buzo profesional. Accedí a los documentos que los buzos italianos escribían si regresaban de sus misiones. Quien ha estado de noche bajo el mar sabe el horror que es esa esfera negra. Podemos imaginar el heroísmo de aquellos hombres tan audaces. Esta novela también es un acto de justicia al valor. Yo no quiero mejorar el mundo con mis novelas, porque no soy un apóstol, sino contar historias dentro de un territorio que a mí me interesa”.

Y agrega que si considera al Mediterráneo su patria es porque “es el nido original, porque lo mejor que tenemos europeos e hispanoamericanos procede de allí. Estoy muy orgulloso de ser mediterráneo. Y cuando voy a América latina no me siento extranjero. Desconfío de quienes utilizan las banderas, pero me emociona esa patria común de fraternidad que es el Mediterráneo”.

Casi sobre el final del encuentro, Pérez Reverte habló de la libertad: “Uno puede ser esclavo de una empresa, pero hay una parcela interior que no puedes ceder a nadie. El que puede preservarla a pesar de las interferencias es un hombre o una mujer libre. Hay veces que hay que pelear. Durante esos minutos que reaccionas para defender aquello en lo que crees y das pelea eres libre. El que nunca lo será es el que se resigna a ser un esclavo. Libertad es la dignidad de saber que hay una parcela de mí que nadie puede arrebatarme”.

 

Fuente: https://www.clarin.com

Por: Susana Reinoso

 

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