jueves, 30 de enero de 2025

Video 889: El crimen de Auschwitz | Fernando Díaz Villanueva

 


 

El símbolo más reconocido y perdurable del holocausto es el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. Se encontraba ubicado cerca de la ciudad de Oświęcim, en el sur de la Polonia ocupada. Auschwitz comenzó como un simple campo de concentración para encarcelar a prisioneros de guerra. Los alemanes se encontraron en 1939 durante la invasión de Polonia con unos barracones que habían pertenecido en el pasado al ejército austrohúngaro, y los aprovecharon como centro de detención. Pero, dada su ubicación y lo bien conectado que estaba por ferrocarril con el resto de Europa, pronto evolucionó hacia un complejo de exterminio y trabajo esclavo de dimensiones gigantescas. A lo largo de la guerra fue expandiéndose con nuevos campos como el de Birkenau, especializado en las labores de exterminio, y el de Monowitz, creado por las empresa alemana IG Farben para explotar a los reclusos en régimen de trabajo esclavo. En torno a estos tres grandes complejos se extendía una abigarrada red de subcampos. 

Oficialmente era un campo de trabajo y así fue como nació de manos de las SS en 1940. Para ello los nazis dispusieron en la entrada del más antiguo de todos un arco con un lema que decía "Arbeit macht frei" ("El trabajo libera”). Pero a Auschwitz los prisioneros iban más a morir que a trabajar. Con el avance de la guerra y la adopción de la solución final por parte de las autoridades alemanas, se transformó en la pieza central de la máquina de exterminio nazi. 

Millones de personas, en su mayor parte judíos, pero también gitanos, prisioneros de guerra polacos y soviéticos, presos políticos, homosexuales y discapacitados, fueron deportados a Auschwitz desde toda la Europa ocupada. Hacinados en vagones de ganado, su inmensa mayoría llegaban a este lugar sin saber el destino que les esperaba. Al bajarse del tren, eran sometidos a una brutal selección: los considerados aptos para el trabajo eran enviados a los campos de trabajo forzado, donde eran explotados hasta la extenuación. Los demás, la gran mayoría, eran conducidos directamente a las cámaras de gas, donde eran asesinados con Zyklon B y luego incinerados en hornos crematorios.

Las condiciones de vida en Auschwitz eran inhumanas. Hambre, enfermedades, frío extremo, hacinamiento y trabajos extenuantes eran parte de la rutina diaria. La violencia y la crueldad de los guardias de las SS eran omnipresentes y la muerte acechaba en cada rincón. A pesar del horror cotidiano hubo resistencia y solidaridad dentro de sus muros. Muchos prisioneros arriesgaron su vida para ayudarse mutuamente, organizaron redes para obtener información del exterior, planear fugas y documentar los crímenes que se estaban cometiendo.

Las primeras noticias de lo que estaba pasando en Auschwitz llegaron a los aliados en 1942. Se plantearon bombardearlo, pero las urgencias de la guerra y la poca precisión de los bombarderos de la época obligaron a abandonar el plan. Años más tarde, el 27 de enero de 1945, las tropas soviéticas liberaron Auschwitz cuando avanzaban hacia Alemania. No esperaban encontrarse algo así. Se dieron de bruces con miles de prisioneros enfermos y moribundos. Fue entonces cuando el mundo conoció la magnitud del horror: montañas de cadáveres, cámaras de gas, crematorios, testimonios desgarradores de los supervivientes. Auschwitz se convirtió en un símbolo del genocidio y una advertencia sobre los peligros del odio, el racismo y la intolerancia.

Hoy en día, Auschwitz es un gran museo al aire libre para que las generaciones futuras no olviden lo que sucedió allí. Los visitantes pueden caminar por los barracones, ver las cámaras de gas y los crematorios que aún permanecen en pie, como un testimonio silencioso de una tragedia que nunca debería volver a repetirse.  

Fuente: Fernando Díaz Villanueva

 

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