sábado, 24 de octubre de 2015

Poeta 309: Seamus Heaney


SEAMUS HEANEY

(Castledown, 1939) Poeta y crítico irlandés, considerado, por muchos, el mejor desde W. B. Yeats, y que obtuvo el premio Nobel de Literatura en 1995. Cursó sus estudios en la Universidad de Queens, en Belfast, y fue profesor en diversas universidades del Reino Unido y de Estados Unidos. En 1972 se instaló definitivamente en la República de Irlanda. Publicó su primer libro de poesías, Muerte de un naturalista, en 1966, y en él ya se pueden apreciar las características definitorias de su obra, tanto en lo formal como en lo temático.

Es Irlanda del Norte, y la acción de fuerzas contrarias que allí se oponen, lo que constituye una fuente inagotable de inspiración para el autor y le confiere originalidad respecto a los poetas ingleses: el paisaje y la tradición rural -que proporcionan un lugar de enraizamiento de su poesía, la transformación poética del cual confiere una enorme sensualidad a sus versos- es contrarrestada por la violencia existente en su país. Esta dualidad ha inspirado obras como Puerta hacia lo negro (1969), Resistir el invierno (1972), Norte y Excavación (1979).

A pesar de las críticas de otros poetas, compatriotas suyos, por su aparente complacencia respecto a las autoridades inglesas, la poesía de Seamus Heaney no está exenta de implicaciones políticas, aunque formuladas de manera poco sencilla. Su obra, a menudo tachada de demasiado directa, está en realidad construida sobre unos sólidos cimientos de conocimiento y una investigación permanente en el terreno de los símbolos, cuestión más evidente en sus últimos escritos: Isla de peregrinaje (1984) y La linterna del espino (1987). Ha publicado dos recopilaciones de escritos en prosa: Preocupations: Selected Prose 1968-1978 (1980) y The Government of the Tongue (1988), con un lenguaje igualmente rico.

UNA LLAMADA

«Espera,» dijo ella, «saldré simplemente e iré a por él.
El tiempo aquí es tan bueno, que aprovecha
para escardar Un poco.»
                                                    De modo que lo vi
apoyado sobre las manos y rodillas al lado del rastrillo,
tocando, inspeccionando, separando un
tallo del otro, estirando con suavidad
cada cosa no estrechada, frágil y sin hojas,
complacido de sentir cómo se abría cada raíz de malas hierbas,
pero también arrepentido...
                                                          Luego me encontré escuchando
al amplio y grave tic de los relojes de la entrada
donde el teléfono estaba desatendido en una calma
de espejo y péndulos iluminados por el sol...

y me encontré entonces pensando: si fuera hoy,
así es como la Muerte convocaría a Cualquiera.

A continuación él habló y casi le dije que le amaba.

De "El nivel del espíritu" 1995
Versión de Vicente Forés y Jenaro Talens

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