jueves, 11 de diciembre de 2014

Poeta 264: Jacopone da Todi


JACOPONE DA TODI

(Italia, 1236-1306) Poeta italiano nacido en Todi y muerto en Collazzone. Miembro de la noble familia de los Benedetti, parece que durante algunos años ejerció en su ciudad la profesión de notario y que, paralelamente a una vida galante y mundana, se ejercitó en el arte de la poesía antes de su entrega total a la fe cristiana. Según la tradición se debió a la trágica muerte de su mujer al caérsele encima un palco durante una fiesta. Al encontrar un cilicio en el cuerpo de su esposa se impresionó tanto que decidió cambiar de vida y costumbres. Una antigua biografía cuenta que, desde aquel momento, Jacopone distribuyó todos sus bienes entre los pobres y comenzó una vida errante, como fraile mendigo y penitente.

Al cabo de diez años entró, en calidad de hermano laico, en los franciscanos, en la corriente de los espirituales, que se oponían a los conventuales. Al comienzo del breve pontificado de Celestino V, los espirituales, gracias precisamente a Jacopone, que había enviado al Pontífice un laude, fueron reconocidos oficialmente. Pero el nuevo papa Bonifacio VIII abolió las disposiciones precedentes, y Jacopone fue uno de los firmantes del manifiesto mediante el cual los adversarios de Bonifacio VIII, dirigidos por los cardenales Jacopo y Pietro Colonna, deponían al Papa y reclamaban un concilio. Capturado y encarcelado en Palestrina, Jacopone permaneció allí hasta la muerte de Bonifacio en 1303, y vivió sus últimos años en Collazzone, cerca de Todi. Sus 73 Laudas, en forma de baladas en heptasílabos y octosílabos, son tanto un poderoso anhelo de espiritualidad como una representación piadosa de la realidad humana y terrena, a la que ataca violentamente por su fugacidad y vanidad.

En ocasiones, debido a su impulso desbordante, Jacopone no va más allá de la denuncia ardiente y conmovedora; otras veces, como en el lauda Llanto de la Madonna, una de las obras maestras que lo convierten en la más grande personalidad de la historia literaria italiana antes de Dante, traduce la ansiosa pasión humana mediante figuras poderosamente dramáticas, enfrentadas al misterio de la sabiduría divina.

ESTABA LA MADRE
(STABAT MATER)


Estaba la Madre dolorosa
junto a la Cruz llorando,
mientras su Hijo pendía.

Su alma llorosa,
triste y dolorida,
traspasada por una espada.

¡Oh cuán triste y afligida
estuvo aquella bendita
Madre del Unigénito!

Estaba triste y dolorosa,
como madre piadosa,
al ver las penas de su Divino Hijo.

¿Qué hombre no lloraría,
si viese a la Madre de Cristo
en tan atroz suplicio?

¿Quién no se contristaría,
al contemplar a la Madre de Cristo
dolerse con Su Hijo?

Por los pecados de su pueblo,
vio a Jesús en los tormentos,
y sometido a los azotes.

Vio a su dulce Hijo
morir abandonado,
cuando entregó su espíritu.

Estaba la dolorosa
junto al leño de la cruz
¡que alta palabra de luz!
qué manera tan graciosa
de enseñarnos la preciosa
lección de callar doliente.
Tronaba el cielo rugiente,
la tierra se estremecía.
Bramaba el agua... María
estaba, sencillamente.

José María Pemán

¡Oh, Madre, fuente de amor!
Haz que sienta tu dolor
para que contigo llore.

Haz que arda mi corazón
en amor de Cristo mi Dios,
para que así le agrade.

¡Oh santa Madre! Haz esto:
graba las llagas del Crucificado
en mi corazón hondamente.

De tu Hijo lleno de heridas,
Que se dignó padecer tanto por mí,
reparte conmigo las penas.

Haz que yo contigo piadosamente llore,
y que me conduela del Crucificado,
mientras yo viva.

Haz que esté contigo
junto a la Cruz;
pues deseo asociarme en el llanto.

¡Oh virgen la mas ilustre de todas las vírgenes!
no seas ya dura para mí;
haz que contigo llore.

Haz que lleve la muerte de Cristo;
hazme socio de su Pasión
y que venere sus llagas.

Haz qué, herido con sus heridas,
sea yo embriagado con la Cruz
y con la Sangre de tu Hijo.

Para que no me queme y arda en las llamas,
por ti, oh Virgen, sea defendido
en el día del juicio. .

¡Oh Cristo! Cuando hubiere de salir de aquí,
dame, por tu Madre
que llegue a la palma de la victoria.

Cuando el cuerpo feneciere,
Haz que al alma se le dé
la gloria e1 Paraíso.
Amén. Aleluya.