sábado, 27 de marzo de 2010

Amarilis


AMARILIS


Amarilis fue poetisa anónima peruana de finales del siglo XVI. Se cree que nació en Huánuco. No se sabe si fue hombre o mujer, aunque se cree que fue mujer. Poco se conoce de su vida, tan sólo datos que se desprenden del análisis de su obra, donde afirma que es monja. Era admiradora de la obra de Lope de Vega. Su poema Epístola a Belardo fue publicado en 1621 en La Filomena, de Félix Lope de Vega. Desde el punto de vista formal, su poema reposa en las concepciones propias del Siglo de oro.

EPÍSTOLA A BELARDO


Tanto como la vista, la noticia

de grandes cosas suele las más veces

al alma tiernamente aficionarla,

que no hace el amor siempre justicia,

ni los ojos a veces son jueces

del valor de la cosa para amarla:

mas suele en los oídos retratarla

con tal virtud y adorno,

haciendo en los sentidos un soborno

que los inflama a todos

y busca luego aficiosos modos,

con el que pueda entenderse

el corazón, que piensa entretenerse,

con dulce imaginar para alentarse

sin mirar que no puede

amor sin esperanza sustentarse.


El sustentarse amor sin esperanza,

es fineza tan rara, que quisiera

saber su en algún pecho se ha hallado,

que las más veces la desconfianza

amortigua la llama que pudiera

obligar con amar lo deseado;

mas nunca tuve por dichoso estado

amar bienes posibles,

sino aquellos que son más imposibles.

A éstos ha de amar un alma osada;

pues para más alteza fue criada

que la que el mundo enseña;

y así quiero hacer una reseña

de amor dificultoso,

que sin pensar desvela mi reposo,

amando a quien no veo y me lastima:

ved qué extraños contrarios,

venidos de otro mundo y de otro clima.


Al fin de éste, donde el Sur me esconde

oí, Belardo, tus conceptos bellos,

tu dulzura y estilo milagroso;

vi con cuánto favor te corresponde

el que vio de su Dafne los cabellos

trocados de su daño en lauro umbroso

y admirando tu ingenio portentoso,

no puedo reportarme

del descubrirme a ti, y a mí dañarme.

Mas ¿qué daño podría nadie hacerme

que tu valer no pueda defenderme?

Y tendré gran disculpa,

si el amarte sin verte, fuera culpa,

que el mismo que lo hace,

probó primero el lazo en que me enlace,

durando para siempre las memorias

de los sucesos tristes,

que en su vergüenza cuentan las historias.


Esto mi voluntad te da y ofrece

y ojalá yo pudiera con mis obras

hacerte prendas de mayor estima:

mas dionde tanto se merece,

de nadie no recibes, sino cobras

lo que te debe el mundo en prosa y rima.

He querido, pues viéndote en la cima

del alcázar de Apolo,

como su propio dueño, único y solo,

pedirte un don, que te agradezca el cielo,

para bien de tu alma y mi consuelo.

No te alborotes, tente,

que te aseguro bien que te contente,

cuando vieres mi intento,

y sé que lo harás con gran contento,

que al liberal no importa para asirle,

significar pobrezas,

pues con que más se agrada es con pedirle.


Yo y mi hermana, una santa celebramos,

cuya vida de nadie ha sido escrita,

como empresa que muchos han tenido:

el verla de tu mano deseamos;

tu dulce Musa alienta y resucita,

y ponla con estilo tan subido

que sea dondequiera conocido

y agradecido sea

de nuestra santa virgen Dorotea.

¡Oh, qué sujeto, mi Belardo, tienes

con que de lauro coronar tus sienes,
podrás, si no emperezas,
contando de esta virgen las grandezas,

que reconoce el cielo,

y respeta y adora todo el suelo:

de esta divina y admirable Santa

su santidad refiere,

y dulcemente su martirio canta!

Ya veo que tendrás por cosa nueva

no que te ofrezca censo un mundo nuevo,

que a ti cien mil que hubiera te le dijeran;

mas que mi Musa rústica se atreva

a emprender el asunto a que me atrevo,

hazaña que cien Tassos no emprendiera,

ellos, al fin, son hombre y temieran;

mas la mujer, que es fuerte,

no teme alguna vez la misma muerte.

Pero si he parecídote atrevida,

a lo menos parézcate rendida,

con fines desiguales

Amor los hace con su fuerza iguales:

y quédote debiendo

no que me sufras, mas que estés oyendo

con singular paciencia mis simplezas,

ocupado continuo

en tantas excelencias y grandezas.


Versos cansados, ¿qué furor os

lleva a ser sujetos de simpleza indiana

y a poneros en brazos de Belardo?

Al fin, aunque amarguéis, por fruta nueva,

os vendrán vuestro gusto bronco y tardo;

el ingenio gallardo,

en cuya mesa habéis de ser honrados,

hará vuiestros intentos deisculpados:

navegad, buen viaje, haced la vela

guiad un alma, que sin alas vuela.


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