domingo, 14 de abril de 2024

Libro: El viento en los sauces. Historias maravillosas

 

 

LA ORILLA DEL RÍO

El topo se pasó la mañana trabajando a fondo, haciendo limpieza general de primavera en su casita. Primero con escobas y luego con plumeros; después, subido en escaleras, taburetes, peldaños y sillas, con una brocha y un cubo de agua de cal; y así hasta que acabó con polvo en la garganta y en los ojos, salpicaduras de cal en su negro pelaje, la espalda dolorida y los brazos molidos. La primavera bullía por encima de él, en el aire, y por debajo de él, en la tierra, y todo a su alrededor, impregnando su casita humilde y oscura, con su espíritu de sagrado descontento y anhelo. No es de extrañar, pues, que de repente tirase al suelo la brocha, y dijera: «¡Qué latazo!», y «¡A la porra!», y además: «¡Se acabó la limpieza general!», y saliese disparado de casa sin acordarse siquiera de ponerse la chaqueta. De allá arriba algo le llamaba imperiosamente y se dirigió hacia el túnel empinado y pequeño que hacía las veces del camino empedrado que hay en las viviendas de otros animales que están más cerca del sol y del aire. Así que rascó, arañó, escarbó y arrebañó y luego volvió a arrebañar, escarbar, arañar y rascar, sin dejar de mover las patitas al tiempo que se decía: «Vamos, ¡arriba, arriba!», hasta que al fin, ¡pop!, sacó el hocico a la luz del sol y se encontró revolcándose por la hierba tibia de una gran pradera. 

«¡Qué gusto!», se dijo. «¡Esto es mejor que enjalbegar!». Le picaba el sol en la piel, brisas suaves le acariciaban la ardiente frente y, tras el encierro subterráneo en el que había vivido tanto tiempo, los cantos de los pájaros felices resonaban en su oído embotado casi como un grito. Haciendo cabriolas, sintiendo la alegría de vivir, gozando de la primavera, olvidándose de la limpieza general, siguió avanzando por la pradera hasta que llegó al seto que había en el extremo opuesto.

—¡Alto ahí! —dijo un conejo viejo, que guardaba la entrada—. ¡Seis peniques por el privilegio de pasar por un camino particular! 

En un periquete el impaciente y desdeñoso Topo lo derribó y siguió trotando a lo largo del seto, chinchando a los demás conejos que salieron a toda prisa de las madrigueras para enterarse del motivo del alboroto.

—¡Salsa de cebolla! ¡Salsa de cebolla! —les gritó burlonamente, largándose antes de que se les pudiera ocurrir una respuesta totalmente satisfactoria.

Entonces todos se pusieron a refunfuñar:

—¡Qué tonto eres! ¿Por qué no le dijiste que…?

—¡Vaya! ¿Y por qué no le dijiste tú que…?

—¡Podrías haberle recordado que…!

Y así sucesivamente, como suele acontecer. Pero, por supuesto y como siempre, ya era demasiado tarde.

Primeros párrafos del El viento en los sauces

 

Nacida en parte de los cuentos que Kenneth Grahame (1859-1932) contaba por la noche a su hijo, El viento en los sauces (1908) no tardó en adquirir categoría de clásico. La naturaleza arquetípica de su escenario -por una parte, la Orilla del Río, encarnación de lo conocido y seguro; por otra, el Ancho Mundo, trasunto de lo desconocido y peligroso, pero también de la libertad- y el carácter idílico de la existencia de sus habitantes -la Rata, el Topo, el Tejón, el enloquecido señor Sapo-, son rasgos, en efecto, que aproximan mucho este escenario al de una infancia feliz. Así, la obra de Grahame y el mundo acogedor que levantó en sus páginas han llamado y siguen llamando tanto a jóvenes como adultos, habiéndose consolidado como uno de esos pequeños paraísos de ficción a los que se puede volver una y otra vez seguro de nunca verse defraudado.

 

KENNETH GRAHAME

(1859-1932)  Ensayista y escritor infantil inglés, nacido en Edimburgo, tercer hijo de un abogado y primo de Anthony Hope. Su madre falleció cuando él tenía cinco años y los niños fueron enviados a vivir con su abuela, pasando los dos primeros años en Cookham Dene, junto al Támesis. Kenneth fue a St. Edward's School, Oxford, con intención de seguir estudios universitarios, pero su familia le forzó a entrar de oficinista en el Banco de Inglaterra. El doctor Frederick Furnivall le animó a escribir y gracias a él ingresó en la New Shakespeare Society, y entabló conocimiento con Tennyson, Browning, Ruskin y William Morris, entre otros. Colaboró en St. James' Gazette y el Yellow Book, y publicó una colección de ensayos, Pagan Papers, en 1893. Muchas de estas páginas reflejan su deseo de escapar de las ciudades, del ruido y de las exigencias de un trabajo regular. Fue nombrado secretario del Banco de Inglaterra en 1898, y un año más tarde contrajo matrimonio con Elspeth Thomson. Su único hijo, Alastair, nació poco después.

Dos libros de ensayos o "stories", The Golden Age (1895) y Dream Days (1989), le hicieron ganar creciente fama. Los relatos se refieren a los niños de una misma familia, cuyos juegos y reacciones ante el mundo en torno y a los adultos que les rodean, están contadas con frescura y claridad dignas de Wordsworth, The Wind in the Willows (1908, El Viento en los Sauces, Barcelona: Juventud, 1945), comenzó como una serie de cuentos para la hora de dormir contados a su hijo en 1904-7, que fueron continuados en cartas cuando el niño estaba ausente. Cuando fue a publicarse en libro, la primera parte de la historia tuvo que ser reconstruida y redactada de nuevo, dura prueba para un escritor que siempre encontró el escribir una tarea difícil.

Se trata de un libro que ejerce un gran atractivo para niños y adultos, debido a la encantadora caracterización de los personajes y a su idílica localización en los márgenes del río. El característico tema de la fuga reaparece en los personajes de Topo, que abandona las tareas domésticas, y "Portly" y la Rata Marinera, pero el hogar no deja de ejercer también intensa atracción. Las confortables viviendas fluviales del Topo, la Rata y el Castor se encuentran descritas minuciosamente y aunque la mansión del Sapo parezca menos grata, lo compensa con su arrogancia. Se trata de un mundo hermoso y dispuesto benévolamente.

 

MÁS INFORMACIÓN


Autor(es): Kenneth Grahame

Editorial: RBA

Páginas: 

Tamaño: 14 x 18.5 cm 

Año: 2023