"El sonido es una vibración en ondas concéntricas del aire, como las ondas que se propagan sobre el agua lisa cuando una piedra cae en ella. Cada material vibra con una longitud de onda distinta, y el oído humano distingue así el origen y la calidad de los sonidos, el metal de un llamador en una puerta, el roce o el golpe de unos pasos sobre los peldaños de una escalera, el timbre preciso de una voz. Pero otras ondas sonoras cruzan el aire sin que yo pueda percibirlas, aunque las captan las membranas infinitamente más sensibles del oído de un perro o de un gato o el de un murciélago. Los murciélagos empezarán a volar cuando haya oscurecido un poco más y no quede suficiente luz para que vuelen y cacen los vencejos. Gritos agudísimos, alaridos incesantes atravesarán el silencio igual que habrá toda clase de seres moviéndose por la oscuridad en la que yo no veo nada. Las ondas de radio que lanza al aire una emisora ascienden hasta chocar con la ionosfera y rebotando en ella vuelven a la Tierra y por eso pueden ser atrapadas por los receptores. Pero algunas escapan al espacio exterior y podrán continuar viajando por él durante cientos o miles o millones de años y quizás acaben siendo captadas por aparatos de escucha creados por los habitantes de planetas lejanos. Ondas sonoras viajan por el espacio entre la Tierra y la Luna, entre la Luna y la Tierra, uniendo el centro de control espacial de Houston y la nave Apolo, transmitiendo imágenes borrosas, voces humanas distorsionadas por la lejanía, latidos de corazones. El rumor crece en la plaza, bajo mis balcones, se multiplica en voces de alarma y golpes de llamadores, queda sumido unos instantes bajo el escándalo de una sirena de ambulancia. ¿Y si también estos sonidos que yo oigo ahora viajaran tan ilimitadamente como la luz o las ondas de radio y en algún lugar muy lejano y en un punto remoto del futuro un receptor muy sensible pudiera captar y reconstituir las voces, los pasos, los ruidos cotidianos que llegan hasta mí desde el fondo de esta casa, los que se repiten cada día en la plaza? Una máquina dotada de la capacidad de registrar los ecos más débiles, los residuos de las ondas más lejanas, las grabará en cintas magnéticas en las que quedarán registrados todas las voces de los muertos, todos los sonidos que nadie ha oído desde hace muchísimo tiempo, y que parecían borrados del mundo. Así captan los telescopios la luz que brilló hace millones de años en estrellas extinguidas. La claridad que dora en este momento de la tarde las ventanas más altas y las gárgolas de la Casa de las Torres y los tejados de la plaza de San Lorenzo ha tardado ocho minutos en llegar aquí desde el Sol. Las voces que escucho parecen llegar desde mucho más lejos, hasta que de pronto los chirridos de neumáticos, los golpes de las puertas metálicas al abrirse y cerrarse, las órdenes gritadas, se imponen en el presente y reclaman mi atención. La máquina de los sonidos será una Máquina del Tiempo que permitirá viajar a las distancias más remotas del pasado. En un laboratorio de paredes blancas y asépticas del año 2000 ingenieros con uniformes muy ajustados al cuerpo auscultan los sensores conectados a antenas parabólicas capaces de captar las ondas sonoras más débiles, que luego reconstruyen los computadores para convertirlas de nuevo en voces humanas. Así han captado los astrónomos el fragor de fondo de la explosión que dio lugar al universo hace quince mil millones de años: así es como captan ahora mismo las antenas de las estaciones de seguimiento situadas en lugares altos y desérticos del mundo las señales que envían los astronautas desde la Luna: el momento en que el módulo lunar pilotado por Armstrong y Aldrin se ha separado del módulo de mando, disponiéndose a iniciar el descenso: los latidos del corazón y el rumor del aliento del astronauta Collins, quien durante las próximas veinticuatro horas va a permanecer solo."
El viento de la Luna. Página 224-226. Antonio Muñoz Molina. Seix Barral. Lima, Perú - 2006.
CADENA DE CITAS
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