Por qué seguimos leyendo a Rulfo. La obra del gran autor mexicano muerto en 1986 es tan breve como legendaria. Lo que sigue es un comienzo literario célebre, tal vez aún resuene en su memoria el fulgor inquietante de estas primeras líneas: "Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo". Esta frase severa y hermosa da inicio a la novela de un autor central para la literatura latinoamericana. Elogiada por Borges, García Márquez y Susan Sontag entre muchos autores y críticos prestigiosos, la obra breve y capital de Juan Rulfo (1917-1986) exhibe la vitalidad de los clásicos y sigue deslumbrando a los lectores con su atmósfera alucinante.
Reynaldo Sietecase (Periodista y escritor): Hay que leer a Rulfo porque es una aventura deliciosa. Su literatura provoca la misma atracción que un abismo o el fondo de la Garganta del Diablo en las cataratas del Iguazú. Sus libros son una puerta abierta a la América Profunda. Hay que leerlo porque si te interesaron García Márquez, Vargas Llosa o Carlos Fuentes, tenés que leer a su abuelo, al sabio de la tribu. Hay que leerlo porque sus muertos están vivos y porque hay muchas cosas más allá de lo visible. Y Rulfo lo sabía. Por eso el misterio. Por eso el placer que provocan sus textos.
Mempo Giardinelli (Escritor): Juan era lo que años atrás se llamaba "un escritor comprometido". Siempre estaba del lado de los sectores populares, "los jodidos" como él decía. Atento lector de la realidad mexicana, lacerante entonces como ahora, no era un tipo rudo ni solemne como suele decirse, aunque sí detestaba la frivolidad y la superficialidad. Todo eso se evidencia en su obra, que es original pero sobre todo exigente y por eso demanda lectores avezados y agudos: leer a Rulfo exige competencia lectora y una sincera solidaridad frente al dolor de los desposeídos y en especial los pueblos originarios. Para él no había escritura válida si no motivaba bastante más que la admiración por la brillantez formal de su textualidad y si no se infería de ella una moralidad textual interna, capaz de proyectarse en el espacio y en el tiempo de cada lector. Juan creía, con Ezra Pound, que cuando todas las indicaciones superficiales hacen pensar que se debe describir un apocalipsis, es imposible –y vano– pretender la descripción de un paraíso. De ahí su impecable actualidad.
Sandra Lorenzano (escritora argentina residente en México): Me preguntan por qué leer a Juan Rulfo hoy. Y yo tendría que contestar –desde mis cuarenta años de vida en México- por qué vuelvo permanentemente a esos dos mundos maravillosos que son Pedro Páramo y El llano en llamas. Creo que no tengo una respuesta, pero puedo contar que a mí Rulfo me permite reencontrar el silencio que necesito para pensar (o mejor dicho: para sentir) cosas tan básicas como la vida, la muerte, la tierra, la pertenencia… En una realidad tan "ruidosa" como la de hoy, en la que el lenguaje parece empastarse a cada momento (incluido el lenguaje literario), en la que tantos libros vociferan, no es poca cosa, me parece. Y eso pasa porque la prosa de Rulfo -una de las más maravillosas del castellano, por lo rica, por lo densa, por lo tersa- es una prosa surcada por el silencio. Siempre en el espacio liminar entre la palabra y su ausencia, entre el mundo real y la irrealidad, entre las presencias y los fantasmas, el creador de Comala escribe desde las entrañas de América Latina sin aspavientos ni folklorismos. Con murmullos. Solamente con murmullos.
Edmundo Paz Soldán (Escritor boliviano residente en EE.UU.): Hay pocos escritores como Rulfo, con textos tan cargados de resonancias simbólicas, capaces de funcionar en varios niveles al mismo tiempo. Pedro Páramo fue para mí, en una primera versión cuando estudiaba en Buenos Aires, una novela sobre las consecuencias traumáticas de la revolución mexicana; después, en los años de doctorado en Berkeley, se convirtió en una novela sobre la transculturación en el continente; y luego, mientras la leía una y otra vez para enseñarla, en una compleja novela de horror, quizás el mejor relato de fantasmas escrito en América Latina. Así también leo sus cuentos: "Luvina" puede ser un relato sobre zombis, un viaje espectral al purgatorio o una desolada lectura del abandono rural. Rulfo es realista y fantástico al mismo tiempo. Todos los caminos de nuestra variada literatura pasan por él; Rulfo nos acoge a todos.
Anita Martínez (Actriz): La tierra de Pedro Páramo es como las fotos de Rulfo: áspera, extensa, gris. Su viaje es doloroso. Nada nos anticipa el devenir cuando Juan Preciado, de la mano de Abundio, nos adentra en Comala, ese pueblo fantasmal, sórdido, lleno de "ruidos callados", esa magia espectral. Porque aquí señores no hay mariachis, ni colores, ni dulces, ni muchachas bonitas, ni Fridas Kahlo, ni loros, ni pinturas, ni collares… aquí hay un lugar devastado por la ira, la ambición y el sometimiento. En donde desde la fascinación que produce el realismo mágico, subyacen esos machos veleidosos, abusivos, que crean sus propias leyes, de las que se sirven cuando les place y colocan a los demás a su merced. Casi profético, en la obra de Rulfo encontramos las grandes deudas de America Latina: la identidad, la violencia, la pobreza, el abandono. ¿Es la tierra? ¿Es el páramo? ¿O es el sentimiento de desesperanza de Rulfo? Como todos aquellos clásicos, viven en las generaciones posteriores porque hablan de la condición humana: locura, ambición, incesto, adulterio. Rulfo puso los ojos en la lente de su alma con una fuerza poderosa que después de leerlo no se olvida. "Déjenme aunque sea el derecho del pataleo que tienen los ahorcados".
Antonio Malpica (escritor mexicano): A Rulfo hay que leerlo porque es único. Permíteme rectificar. A Rulfo hay que leerlo porque su obra es única. Tanto, que él mismo no pudo (o no quiso), pasado el tiempo, extenderla, multiplicarla. Como si con esos dos libros ya lo hubiera dicho todo y fuese una especie de profanación estética hacerla más abundante. Creo que necesito precisar de nuevo. A Rulfo hay que leerlo porque en su narrativa, única e inclasificable, se encuentra un México también irrepetible. Un México que, aunque se adivina, no se encuentra en ninguna otra literatura de este país. El México más profundo y descarnado, el más pegado a la tierra y al mito, el que nos hace también a sus habitantes, en cierto modo, únicos, sólo se encuentra en Rulfo. Y, por ello, precisaré por última ocasión. A Rulfo hay que leerlo. Razones sobran pero, al mismo tiempo, todas están de más. A Rulfo hay que leerlo.
Fuente: https://www.infobae.com/
Por: Patricio Zunini y Hinde Pomeraniec
JUAN RULFO
MÁS INFORMACIÓN
Autor(es): Juan Rulfo
Editorial: Dodi
Páginas: 158
Tamaño: 15 x 21 cm.
Año: 2021