lunes, 20 de julio de 2020

P. Adolfo Franco, SJ: Comentario para el domingo 19 de Julio

DOMINGO XVI del Tiempo Ordinario
Mateo 13, 24-43 

Parábola de la mala hierba

24 Jesús les contó otra parábola: «El reino de los cielos es como un hombre que sembró buena semilla en su campo. 25 Pero, mientras todos dormían, llegó su enemigo y sembró mala hierba entre el trigo, y se fue. 26 Cuando brotó el trigo y se formó la espiga, apareció también la mala hierba. 27 Los siervos fueron al dueño y le dijeron: “Señor, ¿no sembró usted semilla buena en su campo? Entonces, ¿de dónde salió la mala hierba?” 28 “Esto es obra de un enemigo”, les respondió. Le preguntaron los siervos: “¿Quiere usted que vayamos a arrancarla?” 29 “¡No! —les contestó—, no sea que, al arrancar la mala hierba, arranquen con ella el trigo. 30 Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha. Entonces les diré a los segadores: Recojan primero la mala hierba, y átenla en manojos para quemarla; después recojan el trigo y guárdenlo en mi granero”». 

Parábolas del grano de mostaza y de la levadura 

31 Les contó otra parábola: «El reino de los cielos es como un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. 32 Aunque es la más pequeña de todas las semillas, cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en árbol, de modo que vienen las aves y anidan en sus ramas».
33 Les contó otra parábola más: «El reino de los cielos es como la levadura que una mujer tomó y mezcló en una gran cantidad[a] de harina, hasta que fermentó toda la masa».
34 Jesús le dijo a la multitud todas estas cosas en parábolas. Sin emplear parábolas no les decía nada. 35 Así se cumplió lo dicho por el profeta:
«Hablaré por medio de parábolas;
    revelaré cosas que han estado ocultas desde la creación del mundo».[b] 

Explicación de la parábola de la mala hierba

36 Una vez que se despidió de la multitud, entró en la casa. Se le acercaron sus discípulos y le pidieron:
—Explícanos la parábola de la mala hierba del campo.
37 —El que sembró la buena semilla es el Hijo del hombre —les respondió Jesús—. 38 El campo es el mundo, y la buena semilla representa a los hijos del reino. La mala hierba son los hijos del maligno, 39 y el enemigo que la siembra es el diablo. La cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
40 »Así como se recoge la mala hierba y se quema en el fuego, ocurrirá también al fin del mundo. 41 El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los que pecan y hacen pecar. 42 Los arrojarán al horno encendido, donde habrá llanto y rechinar de dientes. 43 Entonces los justos brillarán en el reino de su Padre como el sol. El que tenga oídos, que oiga. 

Todo este capítulo de San Mateo recoge parábolas de Cristo sobre el Reino de los Cielos. El domingo pasado leíamos la parábola del sembrador; ahora tenemos la de la cizaña, la del grano de mostaza y la de la levadura.

En general en las parábolas se pone al descubierto la reflexión que Jesucristo hace sobre las actividades humanas, sobre el mundo y sus acontecimientos. Y nos hace ver cómo todos estos hechos contienen señales del Reino de los cielos: la semilla, el pescador, el buscador de tesoros, el banquete, las bodas... y tantos otros sucesos de la vida ordinaria que recogen las parábolas, encierran mensajes; el mundo y sus acontecimientos están llenos de señales, para quien sabe leerlas.

Entre todas las parábolas nos van dando la visión que Cristo mismo tiene sobre el Reino de los Cielos que El viene a instaurar: son su enseñanza sobre la vida humana, sobre la salvación, sobre los valores.

En esta parábola de la cizaña Jesús afirma la existencia simultánea del bien y del mal, en el mundo, en el campo de la Iglesia, en cada hombre. Y por otra parte se afirma claramente que Dios sólo ha sembrado buena semilla (lo cual es obvio), y de alguna forma se insinúa el problema del mal en el mundo. Pero sin entrar en este complejo tema, sí es notable la afirmación de que en el mismo campo donde Dios siembra la buena semilla, el "enemigo" ha sembrado la cizaña.

Todo ser humano tiene en su corazón buena semilla y cizaña; en el mundo hay buenos y malos, en la parte humana de la Iglesia misma se mezcla la buena semilla y la cizaña. Y esto no es una simple constatación un poco escéptica, como para encogerse de hombros, y para no reaccionar ante el mal. Es una máxima que encierra mucha sabiduría: en lo humano no hay el bien en estado puro, y no hay el mal en estado puro. A veces tenemos la tentación de dividir el mundo entre los buenos y los malos. La radicalidad de los conceptos y de los enjuiciamientos no corresponde a esta realidad de que el trigo y la cizaña están mezclados. Nadie y nada en este mundo es totalmente trigo o totalmente cizaña, nadie es completamente puro o completamente perverso. Incluso en las doctrinas más desviadas se puede encontrar algún mensaje aceptable.

Muchas veces los cristianos hemos juzgado otras doctrinas como completamente falsas y en cambio el Concilio Vaticano II, incluso al hablar de las religiones no cristianas, admite en ellas aspectos importantes de verdad. Claro que esto no nos debe apartar de la rectitud de doctrina que nos enseña la Iglesia; pero sí debe alertarnos ante condenas demasiado tajantes y apresuradas que a veces hacemos ante opiniones ajenas. Y mucho más valdría este cuidado ante otro tipo de cosas más opinables.

Y esta parábola además nos alerta contra nuestras prisas por solucionar todo pronto y de una manera contundente. Dios tiene mucha paciencia, y no va con la hoz, ni con la espada a cortar todo brote de la mala semilla; hay que esperar la hora de Dios. El apresuramiento con que quisiéramos extirpar todo el mal del mundo, es una actitud demasiado humana y poco divina. Tenemos soluciones a veces demasiado drásticas para eliminar el mal, porque nos gustaría que todo se solucionara al momento. Incluso con nosotros mismos no tenemos paciencia con nuestras limitaciones y quisiéramos cortarlas de raíz en un instante. Quisiéramos no tener sombras. Dios nos dice que somos campos donde hay un poco de todo, y nos dice que tengamos paciencia.

Es un mensaje importante para nuestras vidas: tener tolerancia con los demás  y tenernos paciencia a nosotros mismos.

Pero también en esta parábola podemos reflexionar aunque sea muy brevemente sobre el mundo creado por Dios, tan bello y tan puro (semilla buena), y la contaminación (cizaña mala) que los hombres hemos sembrado por buscar un peligroso "progreso". Dios crea un mar transparente y lo estamos llenado de residuos tóxicos. Dios creó el cielo y el aire que respiramos y estamos abriendo una brecha en la capa del ozono, y además no paramos de llenar el aire de sustancias que nos caen en forma de lluvia ácida. Dios creó las selvas para que sirvieran de pulmones al planeta, y nosotros estamos destruyendo esos pulmones. ¡Qué verdad es que Dios pone buena semilla en el campo, y el enemigo lo llena de cizaña!

 

Adolfo Franco, SJ