lunes, 18 de diciembre de 2023

Libro: Abel. El desarrollo de las funciones elípticas. Genios de las matemáticas

 

 

NIELS HENRIK ABEL, nacido en Noruega, fue uno de los matemáticos más importantes del siglo XIX. Partiendo de una situación de pobreza y aislamiento científico y social, contribuyó de forma significativa al desarrollo de las matemáticas con la resolución de uno de los problemas abiertos más difíciles de la época: la imposibilidad de calcular, mediante el uso de radicales, los ceros de las ecuaciones algebraicas de grado superior a cuatro. Su muerte prematura a los veintiséis años de edad no fue obstáculo para que desarrollase la teoría de funciones elípticas, hiperelípticas y abelianas, y demostrase, con exquisito rigor, un resultado que planteaba serias dificultades a los analistas de los siglos XVI y XX: el teorema del binomio. De esta forma, puso a su país en el mapa de las matemáticas. En justa correspondencia, el premio más importante que se concede en esta disciplina, instaurado en 2002, Ileva su nombre.

 

NIELS HENRIK ABEL 

(Findö, actual Noruega, 5 de agosto de 1802-Froland, 6 de abril de 1829) fue un matemático noruego, célebre fundamentalmente por haber probado en 1824 que no hay ninguna fórmula para hallar las raíces de todos los polinomios generales de grados en términos de sus coeficientes; y en el de las funciones elípticas, ámbito en el que desarrolló un método general para la construcción de funciones periódicas recíprocas de la integral elíptica.

En 1815 estudió en la escuela de la Catedral de Cristianía (hoy Oslo) en donde tres años después probaría sus aptitudes para las matemáticas con sus brillantes soluciones a los problemas originales propuestos por Bernt Holmboe.

En esa misma época, su padre, un pastor protestante pobre, murió y su familia sufrió graves penurias económicas; sin embargo, una pequeña beca del Estado permitió que Abel ingresara a la Universidad de Cristianía en 1821.

El primer trabajo relevante de Abel consistió en demostrar la imposibilidad de resolver las ecuaciones de quinto grado usando raíces (véase el Teorema de Abel-Ruffini). Fue esta, en 1824 su primera investigación publicada, aunque la demostración era difícil y abstrusa. Posteriormente se publicó de modo más elaborado en el primer volumen del Diario de Crelle.

La financiación estatal le permitió visitar Alemania y Francia en 1825. Abel conoció al astrónomo Schumacher (1780-1850) en Altona cerca de Hamburgo cuando residió seis meses en Berlín, en donde colaboró en la elaboración para su publicación del diario matemático de August Leopold Crelle. Este proyecto fue respaldado con entusiasmo por Abel, que fue en gran parte responsable del éxito de la iniciativa. De Berlín se trasladó a Friburgo en donde llevó a cabo su brillante investigación sobre la teoría de las funciones, en la que estudió sobre todo la elíptica y la hiperelíptica, e introduciendo un nuevo tipo de funciones que hoy se conocen como funciones abelianas, y que fueron objeto de un profundo estudio por su parte. En 1826 Abel viajó a París, permaneciendo allí unos diez meses; allí conoció a los matemáticos franceses más importantes, aunque ni él ni su trabajo (poco conocido) fueron especialmente valorados. A ello contribuyó también su modestia, que lo llevó a no hacer públicos los resultados de sus investigaciones.

Los problemas económicos, que nunca se separaron de él, llevaron a Abel a interrumpir su viaje para regresar a Noruega. En Cristianía trabajó como profesor durante algún tiempo. A principios de abril de 1829 Crelle le ayudó a obtener un trabajo en Berlín, pero la oferta llegó a Noruega dos días después de su muerte, a causa de una tuberculosis

La prematura muerte, a los 26 años, de este genio de las matemáticas terminó con una brillante y prometedora carrera. Sus investigaciones aclararon algunos de los aspectos más oscuros del análisis y abrieron nuevos campos de estudio, posibilitando numerosas ramificaciones en el conocimiento matemático y alcanzando un notable progreso. La parte más profunda y original del trabajo de Abel se publicó en el Diario de Crelle del que era editor Bernt Holmboe. Una edición más completa de sus trabajos se publicó en 1881 por parte de Ludwing Sylow y Sophus Lie. El adjetivo abeliano, que se ha popularizado en los escritos matemáticos deriva de su nombre y suele indicarse en minúsculas (ver grupo abeliano, categoría abeliana o variedad abeliana).

 

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Autor(es): José María Almira y José Ángel Cid

Editorial: RBA

Páginas: 157

Tamaño: 16 x 23,5 cm. 

Año: 2017