La Navidad es una de las principales celebraciones en el calendario
festivo de los países de tradición cristiana. Durante la noche del 24 de
diciembre y todo el 25 de diciembre se recuerda el nacimiento de
Jesucristo. La historia la conocemos al dedillo, aunque, eso sí, sólo
los evangelios de Lucas y Mateo hablan de la Natividad. Nos cuentan que
Jesús nació en Belén de la Virgen María. El de Lucas da algo más de
información del nacimiento. Cuenta que María y José se desplazaron desde
Nazaret hasta Belén para empadronarse en un censo que había ordenado el
emperador Octavio Augusto. Allí le sobrevino el parto, “lo envolvió en
pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en
la posada”. Los pastores que velaban por sus rebaños en las cercanías
advirtieron el hecho extraordinario que acababa de acontecer porque un
ángel se apareció y se lo dijo recordándoles que era el Mesías. Mateo
cuenta también la historia de los magos de Oriente que llegaron hasta
Belén siguiendo una estrella. Poco después José decidió llevarse el
recién nacido a Egipto porque el rey Herodes había ordenado matar a
todos los niños de Belén y sus alrededores menores de dos años.
No es mucho más lo que sabemos de la Navidad. Los Evangelios nos
informan del lugar y las circunstancias, pero no de la fecha. Por esa
razón los cristianos de los primeros siglos celebraban la Navidad, pero
no en una fecha fija. No sería hasta el siglo IV, con el cristianismo ya
convertido en la religión oficial del imperio romano, cuando se empezó a
conmemorar el 25 de diciembre. Los patriarcados orientales, sin
embargo, prefirieron llevarse las celebraciones al 6 de enero, fecha de
la Epifanía, es decir, de la visita de los magos. No se movería ya de
esa horquilla de fechas que en el concilio de Tours del año 567 se
bautizaron como los Doce Días de Navidad (del 25 de diciembre al 5 de
enero).
Con el paso de los siglos la celebración, que coincidía con el
solsticio de invierno y era bien conocida por toda la población europea,
se fue consolidando y ganando significado ceremonial y religioso. En el
año 800 Carlomagno, el rey de los francos, fue proclamado emperador el
día de Navidad, lo que serviría de inspiración a otros muchos reyes
cristianos que elegirían esa misma fecha para sus coronaciones. Se
asociaba la Navidad a eventos festivos en los que se cantaba, se bebía y
se comía más de la cuenta. Durante la Edad Media surgió también la
costumbre de hacerse regalos entre familiares y amigos.
La reforma protestante de los siglos XVI y XVII sí trajo algunos
cambios. Luteranos y anglicanos no ponían pegas a las celebraciones
navideñas, pero sí los calvinistas y las sectas puritanas, cuyos líderes
aseguraban que la Navidad era un invento del Papa y una coartada para
el bullicio y la diversión desordenada. Algo similar sucedió durante la
revolución francesa, cuando la Convención Nacional jacobina prohibió
celebrar la Navidad por considerarla una inaceptable herencia del
cristianismo. Los católicos respondieron tratando de aumentar la carga
religiosa de las ceremonias, pero siguieron defendiendo que algo como el
nacimiento de Cristo tenía que celebrarse por todo lo alto.
Ese espíritu es el que se ha mantenido hasta el momento presente,
aunque en los siglos XIX y XX se fue secularizando gradualmente. Hoy la
Navidad es una fiesta de origen cristiano que incorpora muchos elementos
tomados de distintas tradiciones europeas. Sigue habiendo diferencias
en la forma de celebrarla, pero existe algo parecido a una Navidad
internacional con elementos fácilmente reconocibles por todos.
Pues bien, para tratar este tema tan especial nos acompaña en La
ContraHistoria Carlos Pérez Simancas, nuestro querido colaborador gomero
que es todo un experto en estos temas.
Fuente: La ContraHistoria
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