lunes, 10 de febrero de 2025

Libro: La sonata a Kreutzar. Pequeños tesoros de la literatura

 

 

ERA EL COMIENZO de la primavera. Llevábamos dos días de viaje. A cada parada del tren bajaban y subían viajeros de nuestro coche; pero quedaban siempre tres personas que, como yo, habían subido al coche en el punto de la partida del tren: una señora, ni joven ni guapa, cara consumida, con gorra en la cabeza, un paletó medio de hombre, y fumando cigarrillos; su acompañante, de unos cuarenta años, portador de un equipaje flamante, muy arreglado y ordenado; finalmente, otro caballero que se mantenía a distancia, aún joven, pero con el pelo rizado prematuramente canoso, bajo de estatura, de ademanes nerviosos, con unos ojos muy brillantes que saltaban con rapidez de un objeto a otro. Llevaba un sobretodo usado pero hecho por un buen sastre, con astracán, y un alto sombrero también de astracán. Bajo el sobretodo, cuando lo desabrochaba, se veía la poddiovka y la camisa rusa bordada. Otra particularidad de este caballero consistía en emitir de vez en cuando sonidos extraños parecidos a tos o risa bruscamente interrumpida. Este señor parecía evitar durante todo el trayecto trabar relaciones con los viajeros. Cuando alguien le dirigía la palabra, daba una respuesta breve y seca y se ponía a leer, o mirando por la ventanilla, fumaba o sacando provisiones de su vieja valija bebía té y comía.

A mí se me antojó que le pesaba la soledad y varias veces traté de hablarle; pero cada vez que nuestras miradas se cruzaban, lo que sucedía a menudo, porque estábamos sentados casi frente a frente, volvía la cabeza, tomaba un libro o miraba por la ventanilla. A la caída de la tarde, aprovechando una parada larga, este señor bajó a la estación a buscar agua hirviente y se puso a preparar su té. El caballero de los equipajes flamantes —un abogado, según supe después— bajó con su vecina, la señora del sobretodo masculino y de los cigarrillos, a tomar té en el restaurante de la estación.

Durante su ausencia entraron en el coche algunos viajeros nuevos, entre los cuales figuraban un viejo alto, muy afeitado y arrugado, un comerciante a todas luces, embutido en un cumplido capote de pieles y cubierto por una gorra no menos cumplida. Este comerciante se sentó frente al puesto vacío del abogado y de su compañera; y al punto entabló conversación con un joven que parecía un viajante de comercio, y que acababa de subir también en esa estación. Yo me encontraba lejos de esos dos viajeros, y como el tren estaba parado, podía oír a ratos fragmentos de su conversación.

Primeros párrafos del libro La sonata a Kreutzar.


Con su singular maestría para capturar la esencia de las emociones humanas, en La sonata a Kreutzer, Lev Tolstoi nos sumerge en la degradación a la que puede llegar un individuo cuando se deja llevar por las emociones negativas y los impulsos destructivos. A través del relato de un feminicida, el autor nos invita a reflexionar sobre la naturaleza destructiva y las consecuencias devastadoras del amor posesivo y los celos en las relaciones de pareja. La pieza musical de Beethoven, que da título al relato, se convierte en el latido simbólico de la narración y en catalizador de la tragedia que se desarrolla ante nuestros ojos. Durante un trayecto en tren, Pózdnishev, un hombre atormentado por los demonios de su pasado, le revela a un desconocido el motivo que lo llevó a asesinar a su esposa.

 

LEV TOLSTOI

Escritor ruso, León Tolstói es considerado como uno de los más grandes autores de la literatura universal de todos los tiempos. Su obra es fundamental para entender el desarrollo de la novela contemporánea, siendo el mayor ejemplo del movimiento realista.

Nacido dentro de una familia aristocrática, Tolstói cursó estudios de Derecho y Lenguas Orientales, pero los abandonó sin un objetivo definido en su vida, viviendo de manera diletante aprovechando el dinero de su familia. Durante la Guerra de Crimea Tolstói sirvió en el frente y comenzó a escribir sus primeras obras. Su vuelta al mundo civil le convenció de mostrar la sociedad tal y como era, conformando el modelo de su estilo realista.

Tolstói alcanzó una gran popularidad no solo en Rusia sino también en el resto del mundo gracias a obras tan importantes como Guerra y pazAna KareninaLos cosacos o La muerte de Iván Illyich. Su dominio de la psicología de los personajes le valió los elogios de autores como Flaubert, Chéjov, Joyce, Mann, Proust o Faulkner.

Con el tiempo, Tolstói desarrolló una fuerte visión espiritual del mundo, vinculada a los primeros cristianos y la figura de Jesucristo, algo que le llevó a manifestarse públicamente como pacifista, además de escribir varios libros que fueron de gran influencia en el pensamiento sobre la no violencia en todo el mundo, destacando la relación que mantuvo con el político indio Mahatma Gandhi.

La obra de Tolstói ha sido llevada al cine de manera recurrente desde principios del siglo XX; Guerra y paz Ana Karenina son algunos de los títulos que más se han adaptado. Además, también hay versiones teatrales e incluso operísticas de sus novelas.

Tolstói murió en 1910, a los 82 años de edad, aquejado de una fuerte neumonía. A su entierro acudieron miles de personas desde todos los rincones de Rusia para acompañar su último viaje.

 

MÁS INFORMACIÓN

 

Autor(es): Lev Tolstoi

Editorial: RBA

Páginas: 

Tamaño: 13 x 20 cm.

Año: 2024