Pese a su brevedad y su relativa sencillez retórica, las fábulas han gozado de una fama sostenida a lo largo del tiempo que desafía a casi cualquier otro género literario. Y de entre todos los autores que las han cultivado durante siglos, Esopo sigue considerándose el fabulista por excelencia. Protagonizados por zorros, grajos, monos, asnos y otras bestias parlantes, estos textos aleccionadores de estructura muy marcada han dejado una honda huella en la cultura popular. Este volumen presenta la traducción de las Fábulas de Esopo de Pedro Bádenas de la Peña.
CONTENIDO
- Introducción
- Fábulas de Esopo
- El águilla y la zorra
- El águila, el grajo y el pastor
- El águila y el escarabajo
- El ruiseñor y el gávilan
- ...
- El jabalí, el caballo y el cazador
- El muro y la estaca
- El invierno y la primavera
- La pulga y el hombre
- La pulga y el buey
- Vida de Esopo
- Fábulas de Babrio
- El león y el arquero
- El labrador que perdió la azada
- La cabra y el cabrero
- El pescador y los peces
- ...
- El burro y la piel de león
- La cigarra y la hormiga
- El asno de los sacerdotes de Cibeles
- Las encinas y Zeus
- El campesino y la víbora
ESOPO
(S.VI a.C.) Escritor griego. Uno de los más antiguos géneros de la literatura universal es la fábula, un tipo de relato breve protagonizado por animales personificados cuya finalidad didáctica se explicita en una moraleja final. La Grecia clásica atribuyó a Esopo la invención de este género, igual que asignó a Homero la paternidad de la épica. Hasta muchos siglos después no se dudó de la existencia efectiva de ambos, señalando además la perfecta antítesis entre las dos figuras: Homero como cantor de las gestas de los héroes, Esopo como retratista de la plebe, de las debilidades humanas bajo aspecto de animales. En ambos casos, numerosas ciudades se disputaron el honor de ser su cuna.
Las Fábulas de Esopo
Por la mención que hace de ellas el historiador Herodoto, se sabe que las Fábulas de Esopo eran muy populares en la Grecia clásica, afirmación atestiguada también por Platón y Aristófanes. Conocer a Esopo nunca fue un privilegio de letrados: además de divulgarse oralmente, sus fábulas se utilizaban como primer libro de lectura en las escuelas. La recopilación más antigua conocida es la que hizo en el siglo IV a.C. el retórico Demetrio de Falero, discípulo de Teofrasto, que reunía alrededor de quinientas fábulas y que no ha llegado hasta nosotros.
Las colecciones que se conservan completas son de épocas muy posteriores: la Collectio Augustana, presumiblemente del siglo I o II d. C., la Collectio Vinobenensis, compuesta por relatos un tanto más coloridos, aunque con un estilo algo descuidado, y una refundición de las dos anteriores, la Collectio Accursiana (1479 o 1480), que fue durante mucho tiempo la recopilación más difundida. Escritas en el lenguaje de su época, y lejos por lo tanto de los textos originales de la era clásica, estas colecciones contienen un núcleo primitivo esópico aumentado después y notablemente transformado en el decurso de los siglos.
El género de la fábula quedó ya definido por Esopo al dotar a la mayoría de sus cuentos de una serie de características constantes. Las fábulas de Esopo son breves narraciones compuestas en un estilo sencillo y claro (como el habla del pueblo al que se dirigen), que tienen habitualmente como protagonistas a animales personificados, es decir, dotados de la capacidad de pensar y hablar, y cuya finalidad es transmitir una enseñanza moral práctica y elemental. Precedentes de esta forma literaria se encuentran en Hesíodo, que presenta el ejemplo más antiguo con su relato del azor y el ruiseñor en Los trabajos y los días, y en la lírica de Arquíloco, con los relatos del zorro y el mono.
La fábula esópica tiene como tema predominante las relaciones e interacciones sociales entre los seres humanos, que son descritas desde una visión irónica del mundo y de las estructuras de poder. Una de las fábulas más breves dice: "Una zorra miraba con desprecio a una leona porque nunca había parido más de un cachorro. Sólo uno, respondió la leona, pero un león". La enseñanza contenida en estas breves piezas es una moral común y popular: la prudencia y la moderación son las virtudes supremas; son estimadas la fidelidad, el agradecimiento, el amor al trabajo. Pese a ello, no queda en absoluto desprestigiada, por ejemplo, la astucia que sabe aprovecharse de la estupidez ajena. No se expresa, pues, una ética rígida, sino una moral pragmática y popular, presidida por el sentido común.
Los animales encarnan determinadas cualidades o actitudes frente a la vida; tales atributos pueden ser negativos o positivos, y en función de ello se verán castigados o recompensados en el desenlace de relato. Dichas cualidades se atribuyen a los animales siguiendo una tipología que permanecería inalterada entre los seguidores e imitadores que desarrollaron el género: la zorra es la encarnación de la astucia; el lobo, de la maldad; la hormiga, de la previsión; el león, de la majestuosidad. De este modo, a través del comportamiento de los animales, las virtudes y defectos del ser humano son viva y eficazmente puestos de relieve ante el lector. Hay que advertir que, aunque esta sea la tónica general, en algunas de las fábulas intervienen también seres humanos o divinidades.
Del desenlace de la historia se desprende, como ya se ha indicado, la enseñanza moral: el desenlace premia o castiga a los animales protagonistas en función de si poseen una cualidad positiva o negativa. Pese a ello, y para que no quede duda alguna, se añade después del relato una moraleja explícita en forma de frase sentenciosa.
Véase, por ejemplo, El perro y la carne: "Junto a un río de manso curso y cristalinas aguas, caminaba cierto perro ladrón con un hermoso pedazo de carne entre los dientes. De pronto, se vio retratado en el agua. Y como viera que otro compañero suyo llevaba también en la boca un buen trozo de carne, quiso apoderarse de él. Soltó la carne, que desapareció en el río, y contempló, espantado, que se quedaba sin el bocado verdadero y sin el falso". Es obvio que la historia previene contra la codicia, defecto por el que el perro ha sido castigado, pero igualmente se añade la moraleja sentenciosa: "Así siempre sucede al codicioso, que pierde lo propio queriendo apoderarse de lo ajeno."
Cinco siglos después de Esopo, una colección latina versificada del siglo I d.C. hecha por Fedro, un esclavo liberado por el emperador romano Augusto, incluyó fábulas inventadas por el propio autor junto con otras esópicas tradicionales, reelaboradas con mucha gracia y que influyeron en la manera adoptada por escritores posteriores. Similar alcance tuvieron en el siglo II d. C. las fábulas griegas en verso de Babrio, y durante la Edad Media las de Esopo tuvieron una extraordinaria aceptación. En el siglo XVIII, con el auge del Neoclasicismo, el género pareció vivir una edad de oro de la mano de autores tan prestigiosos como el francés La Fontaine. En lengua castellana alcanzaron gran fama en la misma época las fábulas de Félix Samaniego y Tomás de Iriarte.
MÁS INFORMACIÓN
- Libro: Filípicas. Colección Biblioteca Gredos
- Libro: Teogonia. El origen de los dioses. Colección Biblioteca Gredos
- Libro: Anábasis. La expedición de los diez mil. Colección Biblioteca Gredos
Autor(es): Esopo
Editorial: Gredos
Páginas: 299
Tamaño: 14,5 x 22 cm.