Por la mañana, muy temprano. Aún no había salido el sol y toda la bahía de Crescent estaba oculta bajo la neblina blancuzca del mar. Las colinas cubiertas de maleza, en la parte de atrás, quedaban difuminadas. No se podía ver dónde terminaban y dónde empezaban los campos y los bungalows. La arenosa carretera había desaparecido y con ella los campos y bungalows del otro lado; a sus espaldas no se veían las blancas dunas cubiertas de matojos rojizos; no había nada que sirviese para distinguir lo que era la playa y dónde empezaba el mar. Había caído un fuerte rocío. La hierba era azulada. Gruesas gotas colgaban de la maleza, sin acabar de caer: el toi-toi, esponjoso y plateado, colgaba fláccido de sus largos tallos, y las caléndulas y claveles de los jardines de los bungalows se doblaban hacia el suelo rezumando humedad. Las frías fuscias estaban empapadas, y redondas perlas de rocío moteaban las llanas hojas de los berros, Parecía como si el mar hubiera subido pacíficamente durante la noche, como si una inmensa ola hubiera roto avanzando, avanzando… ¿hasta dónde? Tal vez si alguien se hubiese despertado en plena noche hubiera podido atisbar un gran pez coleteando junto a la ventana y volviendo a desaparecer…
¡Ah, aaah!, susurraba el adormecido océano. Y desde los matojos llegaba el rumor de pequeños arroyuelos que discurrían veloces, ligeros, culebreando entre los pulidos guijarros, borboteando en las charcas de los helechos y volviendo a manar; y se oían las grandes gotas salpicando entre las hojas anchas, y algo más —¿qué era?—, un débil temblor y una sacudida, el golpe de una ramita y luego un silencio tan profundo que parecía que alguien estuviese escuchando.
Primeros párrafos de En la bahía.
Amanece en la bahía de Crescent, en Nueva Zelanda. Vuelve la luz, baña la tierra y el mar, despiertan los animales y los humanos. Todo parece cobrar conciencia: una ola, un arbusto, una gata, hasta un bebé de meses. Todo tiene voz. Los habitantes de la colonia veraniega despliegan, o callan, sus menudencias, sus juegos, sus recuerdos, los sueños que no han cumplido y los que algún día cumplirán. Al final del día todo queda en calma. De Katherine Mansfield dijo Virginia Woolf que era la única escritora que tenía un estilo que envidiaba. En la bahía, publicado en la revista London Mercury en 1922, es uno de esos relatos, precisamente, que suscita la envidia de cualquier escritor.
KATHERINE MANSFIELD
Hija de un próspero comerciante y banquero, nació en Wellington, Nueva Zelanda, en 1888. Se educó en un colegio femenino en su país y luego, a los catorce años, la enviaron al Queen’s College de Londres, donde se inició en la corriente del esteticismo (Oscar Wilde, Walter Pater). En 1906, de vuelta a Nueva Zelanda, se sentiría desdichada y provinciana. De regreso a Londres, se casó en 1909 con George Bowden, un cantante al que abandonó la misma noche de bodas, y luego se unió a un violinista. Embarazada, su madre se la llevó a Wörishofen, un balneario de Baviera, y luego la desheredó; Katherine tuvo un aborto y, de nuevo en Londres, una aventura con un traductor polaco que posteriormente la chantajearía. En estos años accidentados («Dado que no soy una intelectual, parece que siempre deba aprender las cosas arriesgando mi vida», escribiría en 1920), publicó su primer libro de cuentos, En un balneario alemán (1911; ALBA BREVIS núm. 4), y gracias a él conoció a John Middleton Murry, crítico literario y director de una revista de vanguardia, Rhythm. Vivieron juntos como amantes y se casaron en 1918. En el centro de los círculos artísticos e intelectuales del momento, publicó el relato Preludio en la imprenta de los Woolf en 1916. Un año después contraería tuberculosis y a partir de entonces su vida fue un continuo vagabundeo en busca de la salud, combinado con el éxito creciente de sus libros: Felicidad y otros cuentos (1921), y Fiesta en el jardín y otros cuentos (1922). Murió en Fointanebleau en 1923, a los 34 años. Murry publicaría póstumamente dos colecciones de cuentos más, El nido de la paloma y otros cuentos (1923) y Algo infantil y otros cuentos (1924), así como su Diario (1933) y sus Cartas (1934).
MÁS INFORMACIÓN
- Libro: El gran Gatsby. Pequeños tesoros de la literatura
- Libro: La señora Dalloway en Bond Street. Pequeños tesoros de la literatura
- Libro: El corazón de las tinieblas. Pequeños tesoros de la literatura
Autor(es): Katherine Mansfield
Editorial: RBA
Páginas:
Tamaño: 13 x 20 cm.