sábado, 28 de septiembre de 2024

Cita DCCLXXIX: El poder de la vida y de la luz

Hubo un tiempo antes del propio tiempo en que no había nada. Un principio anterior a todo lo demás en que no existía la fuerza vital ni la forma ni el movimiento. No existía nada que pudiera ser distinguido y llamado por su nombre ni nadie que lo nombrara. Tan solo una oscuridad sin límite y un silencio insondable.

Así fue durante eras de magnitud inconcebible, hasta que un suspiro de vida conmovió es quietud. Era un anhelo íntimo, una poderosa voluntad de ser que, como ondas apenas perceptibles en la faz de un estanque, pugnaba por ser liberada. Una muda exhalación que logró estremecer la nada hasta quebrarla con un diminuto resplandor. Ese destello floreció y se convirtió en un filamento luminoso. Impulsado por una fuerza creadora cada vez más vigorosa, fue creciendo al tiempo que su luz hendía la tiniebla y la separaba en dos partes, la luz arriba, la oscuridad abajo. La creación se alumbraba a sí misma con el murmullo del viento que agita los juncos.

Desprendiéndose del tronco luminoso como las semillas de un bambú, una miríada de rutilantes partículas en danza frenética fue originando las formas más sencillas. La luminosidad más pura y poderosa ascendió hasta moldear una llanura elevada sobre todo lo demás, un altiplano sobre el cual brotó una pradera de luz sublime, y en ella, los primeros dioses, sus retoños.

En primer lugar, Ame no Minaka-nushi, Señor del Centro Sagrado del Cielo, tan esplendente que la sola visión de su rostro cegaba a cualquier otra criatura. Tras él, sus deidades hermanas, Takami Musubi y Kami Musubi, fuerzas opuestas pero complementarias, que, sin embargo, carecían  de género, no eran ni él ni ella, sino ambas cosas a la vez. Uno era un principio de luz, el poder creador del cielo, y el otro un principio de sombra, el poder creador de la tierra. Su concordia contenía la potencia de la vida. Y nada más acceder a la forma, los dos desplegaron su prodigiosa capacidad generadora para completar la creación, pues la vida busca siempre llenar todos los espacios. Así surgieron el firmamento, el sol, las nubes y las estrellas. Siempre bajo la atenta supervisión de Ame no Minaka-nushi, pues era el primer nacido, el único capaz de introducir el orden en aquella explosión de existencia.

Página 7 y 8. Izanami e Izanagi. La creación del mundo. Mitos y leyendas de Japón. RBA. 2024


MÁS INFORMACIÓN


CADENA DE CITAS