Un fallo informático puso en jaque al mundo entero el viernes pasado. Miles de usuarios se vieron afectados. Operaciones bancarias, empresas, aeropuertos, tiendas y servicios de emergencia quedaron paralizados durante unas horas. Las aerolíneas con sus sistemas inservibles se vieron obligadas a cancelar vuelos ocasionando el caos en los principales aeropuertos, donde las colas y el enfado de los viajeros se multiplicaron. Pocas veces ha sido tan visible la fragilidad que nuestra sociedad tiene de los sistemas informáticos como el viernes pasado. A media mañana en Europa todos se preguntaban qué diablos estaba pasando, por qué tantas pantallas se habían teñido de color azul indicando un error del sistema. Se temía que era un hackeo masivo con malévolos objetivos, pero no, era algo mucho más simple. Todo se debió a una actualización que realizaron desde CrowdStrike, un importante proveedor de software especializado en ciberseguridad, que echó abajo millones de sistemas tanto personales como corporativos en todo el mundo. Los ordenadores y tabletas con Windows dejaron de funcionar en países de todo el planeta, y en las redes sociales se difundieron noticias de reinicios forzados de dispositivos. Muchas de las máquinas afectadas no pudieron reiniciarse y, en su lugar, mostraban una pantalla de error azul, la conocida en el argot informático como "pantalla azul de la muerte". El fallo afectó a toda la economía. Instituciones financieras, organismos públicos y empresas de todos los ramos reconocieron problemas técnicos en sus operaciones. Supermercados, hospitales y escuelas anunciaron que no podían prestar servicio porque los ordenadores no funcionaban. En Estados Unidos fallaron incluso los juzgados, que tuvieron que retrasar o posponer los juicios. Los mercados financieros también sintieron el golpe, pero pudieron funcionar con relativa normalidad durante toda la jornada. El hecho de que una única actualización de un único proveedor pueda afectar a tantas empresas (desde los mostradores de facturación de las aerolíneas hasta las salas de videoconferencias) es una advertencia sobre la dependencia tecnológica del mundo. Si bien fallos anteriores muy aireados como el de Google en 2020, también dejaron millones de afectados, la dependencia creciente por parte de empresas y particulares de herramientas digitales movidas por inteligencia artificial hace que cada nueva incidencia se cobre más víctimas y sea más costosa. La interrupción del servicio del viernes también pone de relieve los riesgos que implica depender de herramientas centralizadas como las que ofrece CrowdStrike. Por un lado, el hecho de que tantas empresas utilicen estas herramientas contribuye a que sean más eficaces a la hora de detectar y bloquear ataques externos, pero también pone de manifiesto que un simple error en una actualización puede paralizar en un instante grandes áreas de la economía mundial. El director ejecutivo de CrowdStrike, George Kurtz, dijo en una anotación en X que identificaron rápido el problema y lo solucionaron a la velocidad del rayo, pero el daño ya estaba hecho. Las acciones de CrowdStrike se desplomaron un 11% el viernes y también cayeron ligeramente las de Microsoft. El fallo ya está solucionado, aunque no ha sido algo inmediato, durante todo el fin de semana se presentaron problemas. El aviso de cómo todo (o casi) se puede caer en cuestión de segundos queda ahí. Arreglo no existe ya que sin estos sistemas nuestro mundo simplemente no podría funcionar.
Fuente: Fernando Díaz Villanueva
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