Michael Walzer (Nueva York, 1935) es teórico político y experto en la moralidad de la guerra. Es profesor emérito del Instituto para Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton y ha sido director durante décadas de la revista progresista Dissent. Es autor de obras clave de la filosofía política estadounidense como Guerras justas e injustas (1977), Tratado sobre la tolerancia (1998) o, más recientemente, Una política exterior para la izquierda (2018).
Hace diez años publicó un artículo en Dissent, que luego se convirtió en un libro, titulado Una política exterior para la izquierda. En él criticaba la postura no intervencionista por defecto de la izquierda y su idealismo a veces naíf: muchos progresistas analizan el mundo como querrían que fuera y no como realmente es.
No estaba muy entusiasmado con las políticas exteriores de izquierdas entonces y sigo sin estarlo hoy. La izquierda considera que la mejor política exterior es una buena política interior. Y por ejemplo estoy casi por completo de acuerdo con lo que publica la revista Dissent sobre política estadounidense, pero no suelo estar nada de acuerdo con casi todo lo que publican sobre Europa u Oriente Medio. Es un debate que viene de lejos.
¿En qué estado se encuentra el “internacionalismo liberal”?
En el centro-izquierda europeo está muy vivo. El apoyo a Ucrania ha sido muy fuerte, sorprendentemente. Creo que esa es la posición de la izquierda internacionalista. La posición de Biden, junto con los alemanes, franceses y británicos, de apoyo a Israel mientras también se critican sus excesos es la postura correcta de izquierda internacionalista. Hay una izquierda socialdemócrata que se ha posicionado correctamente en las dos guerras, la de Ucrania y la de Israel contra Hamás. La extrema izquierda, en cambio, se ha equivocado en ambas. Dissent hoy está en manos de un grupo diferente de personas. Me siento muy alienado frente a ellas. No han dicho nada sobre Ucrania en los últimos cuatro o cinco números. No saben qué decir o qué quieren decir, quizá por miedo a ofender a la vieja guardia de la revista. Hay una brecha generacional importante en la izquierda estadounidense. El grupo de Michael Harrington [un activista socialista de los sesenta y setenta, muy influyente en las políticas antipobreza de los Kennedy] en DSA, los Democratic Socialists of America, ha desaparecido. Y es muy triste porque no hemos podido reproducirnos políticamente.
A menudo a la izquierda estadounidense solo le interesan los conflictos en el extranjero si puede de alguna manera culpar a Estados Unidos.
Mi historia personal, mi biografía, me impide sostener una posición así. Fui un niño judío en Nueva York durante la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos estaba en el lado de los ángeles. Y desempeñó un papel importantísimo en la derrota de los nazis. Más adelante, también contribuyó a la derrota del estalinismo. He sido muy crítico con la política exterior estadounidense en Asia, en Vietnam especialmente, en América Latina. Pero Estados Unidos, dirigido por alguien como Biden, no por alguien como Trump, puede ser una fuerza del bien en el mundo. No tengo una posición automáticamente antiestadounidense. Y también creo firmemente que Estados Unidos necesita una Europa muy fuerte, que pueda decirles que sí pero también que no a los estadounidenses. Y eso está comenzando a producirse. En Europa están preocupados por una nueva victoria de Trump y por eso piensan en desarrollar más aún una política exterior independiente de Estados Unidos.
Recientemente el Tribunal Penal Internacional ha emitido órdenes de arresto contra Netanyahu y los líderes de Hamás por presuntos crímenes de guerra. Ha habido críticos que han señalado que se establece una equivalencia inaceptable entre Hamás y el gobierno de Israel.
Los dos juicios son distintos. Abordan cuestiones legales distintas. No hay, en ese caso, ningún tipo de equivalencia legal. Lo que es perturbador de la decisión del tribunal es que haya esperado siete meses para condenar los ataques de Hamás; no quería condenar a Hamás hasta no poder también condenar a Israel. Eso sí que ha creado una equivalencia política que no es justificable. Muchos de mis amigos en Israel creen que esta decisión es útil políticamente para ellos, porque están haciendo todo lo posible por deshacerse del peor gobierno de la historia de Israel. Es una tragedia que Israel esté librando una guerra existencial con este horrible gobierno semifascista. Las condenas internacionales están justificadas, pero no deberían ser “equilibradas”. Los ataques terroristas del 7 de octubre fueron crímenes de guerra. E Israel ha cometido, especialmente en el asedio de Gaza y no tanto con sus bombardeos, acciones que no encajan en el paradigma de lo que es una “guerra justa”. Y los responsables deben ser condenados por ello.
La guerra entre Israel y Hamás es extraña: es entre un Estado y un grupo terrorista que también controla un territorio y lo gobierna. ¿Existen precedentes?
Hay precedentes de conflictos asimétricos. Después de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, los británicos en los territorios que ocupaban en Malasia. También tienes a los estadounidenses en Afganistán. Es el tipo de guerra más común. Lo inusual es la guerra actual entre Rusia y Ucrania. Pero, en el caso de Hamás, es cierto que es a la vez un grupo terrorista y un gobierno. Y además un gobierno muy extraño porque no considera prioritario el bienestar de sus gobernados. Pero hay algo más. Creo que esta es la primera guerra en la historia que se ha librado contra una ciudad subterránea. He buscado en la historia militar algo parecido, pero no he encontrado nada. En la Antigüedad hubo insurgencias contra los romanos que usaban cuevas e incluso construían túneles que unían las cuevas. Todas las guerras han incluido refugios excavados, trincheras, gente luchando desde sótanos. El Vietcong en los sesenta tenía túneles muy extensos, pero eran muy primitivos en comparación con los de Hamás. No estaban electrificados ni tenían ventilación. Hamás ha conseguido ventilar más de setecientos kilómetros de túneles. Es un logro ingenieril asombroso. Nunca había habido una guerra así. Esto ha afectado claramente a la estrategia de bombardeos de Israel, que ha sido en parte experimental. Al principio sabían muy poco sobre los túneles y pensaban que los bombardeos masivos los destruirían. Pero solo consiguieron llegar a la primera capa; hay túneles con más de tres pisos subterráneos. Hicieron mucho más daño en la superficie que bajo ella.
Ha escrito que Israel tiene la jus ad bellum, la razón justa para la guerra, pero no está cumpliendo la jus in bello, la conducta justa en la guerra.
He escrito en muchas ocasiones que las guerras de asedio son siempre injustas. En mi libro Guerras justas e injustas dedico un capítulo a esa cuestión. El asedio convencional, que es una manera de luchar sin luchar, funciona de la siguiente manera: rodeas una ciudad, cortas las cadenas de suministro y te sientas a esperar. La gente comienza a tener hambre y ejerce presión sobre sus líderes. Y los líderes se acaban rindiendo. Y ha pasado una y otra vez así. Pero es importante que haya una conexión moral entre gobernantes y gobernados. Esa conexión no existe con Hamás. Israel sabía esto, sabía que –si cortaba la entrada de alimentos y agua– Hamás no iba a compartir sus enormes recursos con la población de Gaza. Cortar las líneas de suministro y llegada de alimentos fue una equivocación. Y luego restauraron el suministro de agua, fue un asedio a medias desde el principio. Pero una vez que obligaron a desplazarse a la población hacia el sur, para no matarlos en el norte, tenían la obligación de garantizar que había recursos para esa gente. Y ese es el gran error de Israel. No creo que lo peor sean los bombardeos. La gente habla demasiado de ellos, comprensiblemente. Quizá suena muy duro decirlo, pero si las cifras de Hamás y las cifras israelíes son ciertas, han muerto unos 10 mil combatientes y unos 20 mil civiles. Cuando los aliados bombardearon Dresde en la Segunda Guerra Mundial, mataron a entre 25 mil y 35 mil personas, según los cálculos más conservadores, en dos noches. Los israelíes llevan bombardeando varios meses. Si han matado a 20 mil personas es porque están intentando reducir víctimas civiles. Y ahora se ha descubierto que el dato de Hamás de que un 70% de las víctimas han sido mujeres y niños es falso. Creo que las cifras de Hamás en general son acertadas, pero probablemente las víctimas mujeres y niños están alrededor del 50%; la población de mujeres y niños en Gaza es del 70%. Israel está intentando vencer a un enemigo que está integrado en la población civil.
Los primeros meses de bombardeo no puedo justificarlos. Además, el ejército israelí estaba usando inteligencia desfasada hasta que consiguieron introducir a gente en el territorio. Pero el principal crimen de los israelíes ha sido el asedio de Gaza, no los bombardeos
En esta guerra, el ejército israelí ha alterado las ratios de víctimas civiles aceptables en cada ataque. Por ejemplo, si el objetivo era un alto cargo de Hamás, era legítimo acabar con cien civiles.
Leí el reportaje de +972 Magazine que develaba esas cifras. Creo que se refiere al primer periodo de bombardeos. Y el gobierno israelí niega eso. Lo que hay que tener en cuenta es que la gente que ha hecho esos comentarios críticos en realidad está defendiendo el anterior sistema de ratios; pero en su momento no defendieron esos sistemas de selección. Si los hubieran defendido entonces, sus críticas hoy serían más creíbles..
Lo que es indudable es que el ejército israelí está aceptando más víctimas civiles que en anteriores conflictos.
Sí. Pero también esta guerra lleva produciéndose siete meses contra un enemigo que está integrado en la población civil. Cualquier víctima civil es una tragedia. Pero no están produciéndose bombardeos indiscriminados. Y claramente no es carpet bombing o bombardeo en alfombra, porque en ese caso habría cientos de miles de víctimas.
En un artículo reciente hacía una comparación interesante entre el activismo izquierdista y el conflicto palestino-israelí. Distingue entre “conciencia revolucionaria” y “conciencia sindical”, que en el caso de Palestina e Israel es entre la gente que aspira a un Gran Israel o una Gran Palestina “desde el río hasta el mar” y quienes piensan que la mejor solución es la de los dos Estados.
Es la distinción que hacía Lenin, y él por supuesto prefería la conciencia revolucionaria. Pensaba que la conciencia sindical, al mejorar la vida diaria de la clase trabajadora, reducía las posibilidades de una revolución. Era la idea de que cuanto peor, mejor. Es un tipo de política que nunca me ha gustado. La socialdemocracia está comprometida con la conciencia sindical, es decir, trabajas para obtener mejoras en la vida de la gente a la que representas.
La conciencia revolucionaria de Hamás es la destrucción de Israel; la conciencia sindical de Hamás como gobernante de Gaza debería implicar crear una sociedad próspera. Y es algo posible. Está claro que el bloqueo israelí y egipcio ha fracasado, ya que Hamás ha sido capaz de construir esta impresionante ciudad subterránea. Todos esos materiales se podrían haber usado para la prosperidad de Gaza. Es su primera obligación como gobierno. No construyeron refugios antibombardeos para los civiles y no les permitieron acceder a los túneles, que eran solo para los militantes. Y tengo la misma visión de la ultraderecha mesiánica israelí. Su versión de la conciencia revolucionaria es el Mesías. La conciencia sindical implicaría construir un Estado israelí seguro junto a un Estado palestino.
¿Está la solución de los dos Estados en su peor momento desde la guerra de 1967?
Si te fijas solo en la situación en el terreno, parece algo muy lejano y poco probable. Pero si observas la situación internacional, hay un compromiso más fuerte que otras veces por la solución de los dos Estados, tanto en Europa y Estados Unidos como en Arabia Saudí o Egipto. Es una paradoja. Su posibilidad sobre el terreno es más difícil que nunca, pero en el extranjero es todo lo contrario. El plan de Biden de crear, después de la guerra, una autoridad palestina en Gaza con Egipto y Arabia Saudí es el mejor camino. Egipto y Arabia Saudí aceptarían con la condición de que eso sentara las bases de un futuro Estado palestino. Pero también está el problema de Cisjordania. No solo tienes que vencer a Hamás en Gaza sino también a los colonos en Cisjordania.
Hay analistas que afirman que la mayoría de la población israelí no es consciente del alcance de la guerra en Gaza. Se ha hablado de una “brecha informativa” entre lo que se cuenta en el extranjero y la información a la que llegan los propios israelíes.
El 7 de octubre traumatizó al país. Creó una sensación radical de inseguridad. Ha hecho al país más pequeño, porque no puedes vivir a menos de veinte kilómetros de ninguna frontera. Esa experiencia produce una política de derechas. También tienes un gobierno horrible, que hasta cierto punto es capaz de controlar los medios y está intentando evitar que la población conozca exactamente lo que está ocurriendo en Gaza.
Muchos israelíes piensan que el mundo no está prestando suficiente atención a “su luto”. Yo veo todas las noches la televisión pública estadounidense y lo que vemos desde Occidente son escombros. Todos los reportajes tratan de Gaza, pero la cuestión de la censura militar de Hamás es importante. No se informa de lo que hay debajo de esos escombros, más allá de seres humanos. No se informa de que ese lugar es quizá una plataforma de lanzamiento de misiles o un arsenal, porque si consigues informar desde Gaza no se te permite contar eso.
He visto las encuestas y hablo a menudo con mis amigos en Israel. La mayoría de los israelíes no conoce el alcance de lo que está ocurriendo en Gaza. Hay medios que están haciendo un trabajo honesto como Haaretz o +972 Magazine. No es que no haya fuentes. Pero las grandes cadenas están controladas por el gobierno. Es Bibi Netanyahu imitando a Orbán en Hungría
¿En qué estado de salud se encuentra el movimiento pacifista, y la izquierda, en Israel?
Estoy leyendo ahora el libro The necessity of exile, de Shaul Magid. Es una defensa de la diáspora y una crítica del sionismo. Afirma que la era del sionismo liberal ha muerto. Tengo muchos amigos en Israel, algunos de mi edad. Son sus nietos los que van a las protestas. Hay una generación de israelíes laicos progresistas que yo pensaba que estaban venciendo. Daba la sensación de que iban a vencer en las protestas contra Netanyahu previas a la guerra. Era un movimiento que incluía a la población contraria a la ocupación, pero también a quienes estaban a favor o no estaban preparados para aceptar eso. Pero la tendencia era hacia esa posición crítica y pensábamos que iban a ganar. Y entonces el 7 de octubre le dio la vuelta a todo. Sin embargo, las cosas pueden cambiar de nuevo. Recuerdo a los analistas expertos en la urss asegurando en 1988 que algo como lo que ocurrió en 1989 no podría ocurrir nunca. Los regímenes autoritarios o totalitarios no colapsan así, decían. Si hay elecciones hoy en Israel y surge un gobierno de centro-derecha sin Bibi, con más decencia que él, y hay diez o quince escaños en la Knéset de un nuevo partido de izquierdas, que se está formando ahora (o eso dicen mis amigos israelíes), podría ser el inicio de una nueva era política. ~
Fuente: https://letraslibres.com
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