martes, 9 de abril de 2024

Cita DCCLXXVIII: Unanue y el pensamiento de la ilustración por Augusto Salazar Bondy

La importancia que tiene la labor desempeñada por como médico y su activa participación en la vida política peruana en los últimos años de la Colonia y los primeros de la República han ocultado, hasta nuestros días, la significación que su obra tiene para la historia de las ideas en el , en un período decisivo de la existencia nacional.

Para explicar este hecho pueden aducirse cuando menos, dos razones, por otra parte, estrechamente ligadas entre sí: la poca atención concedida entre nosotros a las investigaciones relativas a la historia de las ideas y el especial carácter que ofrece la relevancia histórica cuando se trata de estudiar la concepción del mundo de una época o la evolución de las corrientes de pensamiento en un pueblo.  

Lo que hay que destacar, sin embargo, es que Unanue, sin ser filósofo en sentido estricto, ni físico o historiador, se hace eco de las inquietudes filosóficas, científicas y sociales de su tiempo y, superando las limitaciones geográficas y las condiciones políticas imperantes en el Perú, está familiarizado con las concepciones modernas en esos dominios y lucha, además, por la difusión de estas concepciones, porque en ellas encarnan los ideales de la renovación y el progreso de la nación, tal como se concibe en la época de la ilustración.

Es por eso que el Unanue especialista no debe hacer olvidar al Unanue ilustrado, sensible a los más varios intereses espirituales, dotado de una curiosidad universal, que le permite tomar conciencia de la riqueza de los horizontes humanos y traducir para sus contemporáneos los grandes principios que soportan la concepción del mundo.

Lo que hay que destacar, sin embargo, es que Unanue, sin ser filósofo en sentido estricto, ni físico o historiador, se hace eco de las inquietudes filosóficas, científicas y sociales de su tiempo y, superando las limitaciones geográficas y las condiciones políticas imperantes en el Perú, está familiarizado con las concepciones modernas en esos dominios y lucha, además, por la difusión de estas concepciones, porque en ellas encarnan los ideales de la renovación y el progreso de la nación, tal como se concibe en la época de la ilustración.

La filosofía aceptada y difundida por Unanue se identifica con ese particular eclecticismo modernizante sobre el que José Gaos llamó la atención al estudiar el pensamiento español y mexicano del siglo XVIII, y cuya huella se halla en otros países de esa época. 

Esta visión del mundo generalmente compartida llegó al Perú tras una larga y laboriosa lucha cuyo objetivo central fue la quiebra del pensamiento escolástico que en cuanto doctrina y actitud espiritual había dominado desde la Colonia. Este combate alcanza su fase decisiva en los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX, es entonces cuando Unanue tiene una participación directa y de gran influencia en la evolución de las ideas en el Perú.  

Un aspecto muy importante de la posición de Unanue sobre el conocimiento, en la que resuenan los motivos principales de la doctrina experimentalista moderna que introdujo Francis Bacon, es su dimensión práctica. El saber debe servir; debe ser el instrumento que ofrezca al hombre la posibilidad de dominar su ambiente y de hacer de él una morada adecuada a sus exigencias y aspiraciones. En los párrafos del discurso de inauguración del anfiteatro anatómico, Unanue estudia allí las causas de la decadencia del Perú y afirma que ella tiene su origen en el imperio de la ignorancia, en el descuido de la ciencia natural, que es la llamada a entregar al hombre el dominio de su medio. 

Sin aventurarse demasiado en la especulación que rebasa los límites de la experiencia, la posición de Unanue es la del deísmo, concebido como elaboración racional de la temática religiosa, sustentada en los datos del conocimiento natural. Esta creencia clarificada se concilia bien, por los demás, con las exigencias confesionales del catolicismo, que nunca dejó de lado Unanue. Y es que no llegó él a asumir las aporías que el naturalismo inspirador de su labor científica, desenvuelto hasta sus últimas consecuencias, planteaba ya al pensamiento de su tiempo. La actitud moderada y cautelosa que caracterizó su vida práctica lo mantuvo también lejos de estos conflictos y le permitió encarnar, sin sacrificio de ninguna convicción íntima, los ideales alimentados por su clase y su época.  

Fuente: https://elcomercio.pe

Por: Augusto Salazar Bondy es Filósofo, educador y periodista.  –Glosado y editado– Texto originalmente publicado el 14 de agosto de 1955.

 

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