domingo, 2 de octubre de 2011

Poeta 104: Francisco de Quevedo


FRANCISCO DE QUEVEDO




Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645) nació en Madrid. Estudió con los jesuitas y en la Universidad de Alcalá. Vivió en Valladolid. En 1600 es Bachiller y escribe sus primeras obras. Comienza su polémica con Góngora y una vida de contrastes: de los escritos satíricos de El Buscón (h.1604) a su neoestoicismo, patente en la correspondencia epistolar con el flamenco Justo Lipsio.

En 1605 se halla en Madrid y, hacia 1609, en plena crisis espiritual, busca refugio en la villa de La Torre de Juan Abad (Ciudad Real), cuyo "señorío" adquiere en 1620. Escribe algunos de los Sueños, que circulan manuscritos, y otros libros de poesía. En 1613 marcha a Italia al servicio del Duque de Osuna. Conocemos mal sus actividades de estos años, que le valieron, en 1617, el hábito de Santiago.

Vuelto a la Península en los años 20, corrige y publica obras que chocarán con ediciones piratas. Escribe la Política de Dios, o imprime el Buscón (1626). En 1628 sufre su segundo destierro de apenas un año y ve algunas obras censuradas por la Inquisición. Entabla una relación inestable con el Conde Duque de Olivares, al que dedica su edición de Fray Luis de León, y en 1634 celebra un matrimonio desafortunado. En esta cuarta década del siglo escribe obras capitales: La cuna y la sepultura y el Marco Bruto y reelabora textos como el senequista De los remedios de cualquier fortuna. El 7 de Diciembre de 1639 es detenido en Madrid y encerrado en San Marcos de León, sin aclarar el motivo. Se insinúa que fuera confidente de los franceses.

En libertad en 1643 ordenó sus obras, retirado, desde 1644, en La Torre. Murió al año siguiente en Villanueva de los Infantes. La edición de sus poesías quedó al cuidado de su amigo José González de Salas. Su prosa, se edita hoy entre un laberinto de copias manuscritas e impresos censurados y pirateados.


UN VALENTÓN

Un valentón de espátula y gregüesco,
que a la muerte mil vidas sacrifica,
cansado del oficio de la pica,
mas no del ejercicio picaresco,

retorciendo el mostacho soldadesco,
por ver que ya su bolsa le repica,
a un corrillo llegó de gente rica,
y en el nombre de Dios pidió refresco.

"Den voacedes, por Dios, a mi pobreza
-les dice-; donde no; por ocho santos
que haré lo que hacer suelo sin tardanza!"

Mas uno, que a sacar la espada empieza,
"¿Con quién habla? -le dice al tiracantos-,
¡cuerpo de Dios con él y su crianza!

Si limosna no alcanza,
¿qué es lo que suele hacer en tal querella?"
Respondió el bravonel: "¡Irme sin ella! "


MAS INFORMACION