Encontrada entre los papeles del difunto Diedrich Knickerbocker
Era una tierra plácida de inquieta y dulce fantasía,
en la que brotaban sueños ante los ojos entornados
y fantásticos castillos en las nubes que pasaban,
las que jamás huyen de un cielo de verano.
Castillo de la Indolencia
En lo más profundo de una de las inmensas ensenadas de playas que el Hudson acaricia en sus orillas orientales, se produce un enorme ensanchamiento al que los viejos marinos holandeses llamaron en tiempos Tappan Zee; para navegarlo, recogían las velas prudentemente mientras invocaban a San Nicolás. Justo allí se alza una pequeña aldea con su puerto recoleto, a la que algunos dan el nombre de Greensburg, pero a la que la mayoría de la gente llama Tarry Town. Recibió este nombre, por lo que sabemos, en tiempos antiguos; se lo dieron las buenas mujeres de un villorrio vecino, pues era en las tabernas de Tarry Town donde sus maridos se demoraban muy largamente en los días de mercado. Eso es lo que dicen; yo no puedo dar fe de ello, pero aquí lo hago constar en aras de la autenticidad de los hechos que se narran.
No muy lejos de esta villa, acaso a un par de millas, se abre un valle pequeño, al que acaso haya que llamar simplemente una lengua de tierra entre las altas colinas, que desde luego no tiene igual en todo el mundo por la tranquilidad que allí se respira. Un arroyuelo cruza el valle con su rumor delicioso que le obliga a uno a descansar. Allí, ningún ruido turba tu paz, salvo, acaso, el canto súbito de una codorniz o el repiqueteo de un pájaro carpintero en cualquier árbol, nada más; el resto, tranquilidad plena. Recuerdo que, siendo yo niño, hice mi primera cacería de ardillas en un bosque preñado de nogales no muy altos que derramaban su sombra a uno de los lados de aquel pequeño valle. Vagabundeaba por allí al mediodía, en esas horas en las que la naturaleza se muestra particularmente inmóvil, y me sobresaltó el estruendo que hizo mi propia escopeta al disparar, pues en la profanación de aquel silencio sabático el disparo se eternizó en el aire hasta que al fin el eco me lo devolvió con furia. Si alguna vez deseara retirarme del mundo y todas sus tentaciones buscando el solaz de los lugares más encantadoramente apacibles y gratos, no dudaría en dirigirme a este pequeño valle, pues ningún otro lugar conozco que tanta paz ofrezca.
Este lugar, desde tiempos remotos, desde que se asentaron aquí los primeros colonos holandeses, se conoce como Sleepy Hollow, sin duda por las características tan peculiares de los descendientes de los colonos holandeses, gente apacible, serena, acaso indolente... También desde antiguo se llama a los mozos del lugar, en los pueblos vecinos, los muchachos del valle soñoliento. Realmente, es como si esta tierra estuviera envuelta en una atmósfera de ensoñación y calma densa. Algunos cuentan que fue hechizada por cierto doctor alemán en los primeros tiempos de los asentamientos de colonos; para otros, fue un antiguo jefe indio, mago o profeta de la tribu, el que encantó la región antes de que la descubriese Hendrick Hudson. Y ciertamente parece este lugar, aún hoy, envuelto en un poderoso hechizo que llena de extrañas fantasmagorías las cabezas de esas buenas gentes que lo habitan, haciéndoles caminar de continuo en una especie de duermevela. Creen, por supuesto, en los más raros poderes; suelen caer a menudo en trance y tienen visiones; escuchan en el aire voces y músicas indescifrables... No hay vecino que no tenga noticia de algún hecho extraordinario o que no se sepa alguna historia maravillosa, o que no pueda señalar qué paraje alberga entre sus profusas sombras algún espectro acechante; las estrellas fugaces y los meteoritos de fuego a menudo cruzan el valle, acaso por todo ello, con más frecuencia que en cualquier otra parte de la región; podría decirse, pues, que aquí el demonio de la pesadilla y sus figuras diabólicas tienen el mejor escenario posible para ejecutar sus danzas y morisquetas.
El espíritu dominante, sin embargo, el que más influjo tiene sobre la imaginación de las gentes, el que parece someter a todos los espíritus que habitan los aires, es un fantasma, auténtico rey de esta región encantada; un fantasma decapitado que se aparece a lomos de un caballo... Para algunos, no es otro que el espectro de un soldado que sirvió en la caballería de Hesse; un soldado al que una bala de cañón arrancó de cuajo la cabeza en una batalla de la Guerra Revolucionaria y que aún galopa, como llevado por el viento, en las noches más oscuras. Sus dominios, empero, no son únicamente los del valle, y muchos aseguran haberlo visto por caminos más alejados y especialmente en las cercanías de una iglesia apartada del pueblo. Los historiadores de la región más dignos de aprecio aseguran que, tras haber estudiado en detalle todas las versiones que se dan sobre el jinete decapitado, y tras haberlas contrastado, han llegado a la conclusión de que el cuerpo de aquel soldado recibió sepultura en el camposanto de aquella iglesia junto a la que se aparece, sí, pero que su fantasma vaga por las noches y pena en busca de su cabeza en lo que fue campo de batalla; después, antes de que amanezca, ha de regresar a su tumba... Por eso atraviesa a galope tendido el valle poco antes de que comience a clarear el día.
Así es como se interpreta, de común, esta superstición legendaria, que tanto alienta las historias que se dicen unos a otros los habitantes de esta región en sombras; así es como se dio al espectro el nombre de El Jinete sin cabeza de Sleepy Hollow.
Primero párrafos de La leyenda de Sleepy Hollow
La leyenda de Sleepy Hollow o La leyenda del jinete sin cabeza es un relato corto de terror y romanticismo, escrito por Washington Irving en 1820, en su colección de ensayos e historias cortas The Sketch Book of Geoffrey Crayon. Ichabod Crane, un tipo flaco pero glotón, buen bailarín, con ciertas ambiciones mundanas, es el maestro de la comunidad de Tarrytown, en Sleepy Hollow (literalmente «Hondonada del Sueño»), un valle a orillas del Hudson. Su antagonista es Bran Bones, un grandullón grosero, que es también su rival en el amor de Katrina Van Tassel, hija única de un acaudalado terrateniente. Ichabod cree alcanzar la gloria el día en que Van Tassel le invita a una fiesta en su «castillo»… pero lo que no sabe es que lo que ahí le espera es la condenación. Pues en los bosques encantados de la «región del sopor» vaga el espectro del Jinete Sin Cabeza, «un soldado de caballería de Hesse decapitado por una bala de cañón en alguna batalla sin nombre de la Guerra de la Independencia», e Ichabold tendrá un encuentro con él que cambiará su destino.
WASHINGTON IRVING
(Nueva York, 1783 - Sunnyside, 1859) Escritor norteamericano. Perteneciente al mundo literario del costumbrismo, Washington Irving es el primer autor americano que se sirve de la literatura para hacer reír y caricaturizar la realidad, creando además el estilo coloquial americano, que después utilizarían Mark Twain y Ernest Hemingway. Aunque se mantuvo al margen de los movimientos políticos y sociales que lo alteraban todo, es, sin embargo, un representante perfecto del romanticismo americano. Pero, eso sí, lo que capta del espíritu romántico son sus rasgos más superficiales: el amor al pasado, al medievo, a lo fantástico y a las leyendas, o el impulso viajero que a tantos escritores y artistas llevó a deleitarse con las ruinas.
Hijo de un rico mercader británico que había luchado en la Revolución junto a los rebeldes, después de prepararse para dedicarse a la abogacía, Irving dejó esta carrera y la sustituyó por la de la literatura, escribiendo para varios periódicos y publicando en 1807-1808, junto a su hermano William Irving y su amigo J. K. Paulding, una serie de ensayos y poemas satíricos recogidos en un libro llamado Salmagundi o extravagancias y opiniones del señor Lancelot Langstaff y otros (1808).
Este libro fue seguido por la parodia de gran éxito Historia de Nueva York desde el Origen del Mundo hasta el Final de la Dinastía Holandesa (1809). Irving lo presenta como un supuesto estudio realizado por un personaje inventado por él: el holandés Diedrich Knickerbocker. La obra reflejaba tan bien la mentalidad de los americanos descendientes de holandeses que durante mucho tiempo el nombre de ese personaje sirvió para designarlos. Se la considera la primera muestra de la prosa humorística en las letras americanas.
Durante los siguientes años, Washington Irving luchó (sin éxito) por salvar el negocio familiar de la quiebra. Para ello, incluso llegó a viajar Inglaterra, donde conoció a Walter Scott, Thomas Moore, Thomas Campbell y John Murray, entre otros. A su vuelta, animado por Walter Scott, escribió El libro de los bocetos, una serie de ensayos y cuentos escritos bajo el seudónimo de "Geoffrey Crayon, Gent" y publicado en Estados Unidos en 1819-20, en varios volúmenes, y en formato de libro en Inglaterra, en 1820. Este libro, que contiene retratos de la vida inglesa ("The Christmas Dinner", "Westminster Abbey", etc.), ensayos sobre tópicos americanos y adaptaciones americanas de cuentos populares alemanes (incluyendo "Rip Van Wilke" y "The Legend of Sleepy Hollow"), hizo de él un hombre célebre en ambos continentes. A esto siguieron otros trabajos populares, entre ellos Bracebridge Hall (1822).
Algunos de sus trabajos siguientes fueron inspirados por su período como diplomático en España (1826-1829), entre ellos una biografía de Cristóbal Colón (1828) y las Leyendas de la Alhambra (1832), obra a la que añadió algunos capítulos en 1857. Irving escribió estas leyendas inspirándose en cuentos y leyendas populares. Como estudioso de la historia y el folklore, el escritor norteamericano se quedó impresionado de la riqueza de historias antiguas que había en España, y elaboró sus famosos cuentos con el material que recogió. Después se unió al mundo literario de Londres como secretario de la legación de Estados Unidos (1829-32), y volvió a América en 1832, donde tuvo una bienvenida entusiasta por ser el primer autor americano que había conseguido fama mundial.
Entre sus últimas obras se encuentran The Crayon Miscellany (1835), Astoria (1836), donde cuenta el desarrollo del comercio de pieles de John Jacob Astor, y varias biografías, como la de Oliver Goldsmith, que apareció en 1849, la de George Washington (1855-59) y la de Mahoma (1850). Póstumamente aparecieron sus obras completas, Works, en 21 volúmenes, así como unos borradores agrupados como Spanish Papers.
Irving fue uno de los primeros prosistas de las Letras norteamericanas. Estudioso sin ser erudito, más que a la calidad de su obra, debe su fama al carácter de ésta. Gran parte de esa fama no le vino por lo que hizo, sino por ser el primero en hacerlo. Los primeros cuentos cortos, algo tan característico de la literatura norteamericana, los escribió él. También fue el primero que hizo del humor, de la sátira burlesca, un arma literaria. Irving se recreaba en el detalle, disfrutaba con las descripciones y siempre de una manera sencilla, sin el menor rebuscamiento.
Perfecto romántico por su amor a la historia pasada que, como ciudadano de un país recién creado, debe buscar en Europa, y muy atraído por lo exótico y pintoresco, encontró en España una fuente de inspiración inagotable, y aunque en sus escritos sobre España falta el rigor científico, no carecen de encanto.
MÁS INFORMACIÓN
- Libro: El fantasma de Canterville. Pequeños tesoros de la literatura
- Libro: Una habitación propia. Pequeños tesoros de la literatura
- Libro: Noches blancas. Pequeños tesoros de la literatura
Autor(es): Washington Irving
Editorial: RBA
Páginas:
Tamaño: 13 x 20 cm.