Hanna S. tenía ocho años cuando murió su tía abuela. Demasiado joven para entender lo que le pasó a la hermana de su abuela, que fue obligada a realizar trabajos en la Alemania nazi. Al igual que otros 13 millones de hombres, mujeres y niños. Muchos de ellos fueron deportados durante la Segunda Guerra Mundial desde los países ocupados por los nacionalsocialistas y utilizados para realizar trabajos forzados.
Lagunas en su historia familiar
"Me enteré más bien por casualidad del destino de mi tía abuela", dice Hanna S., que viene de Bielorrusia y no quiere que se publique su nombre completo en el artículo. La encontramos en Berlín, donde pasa sus vacaciones de verano asistiendo a un seminario sobre el trabajo forzado durante la dictadura de Adolf Hitler. "En mi familia no se hablaba mucho de eso", dice. La información que Hanna tiene sobre su tía abuela es igualmente pobre. "Es una laguna en mi historia familiar", lamenta.
Hanna sólo sabe que su tía abuela tenía que hacer pan. Pero espera saber más algún día. Esa es una de las razones por las que vino a Berlín, al Centro de Documentación sobre Trabajos Forzados durante el Nazismo, que se encuentra en el sureste de la ciudad.
Aquí participa, junto con otras personas interesadas en la historia, en un seminario de diez días organizado por Aktion Sühnezeichen Friedensdienste (Acción Servicio de Reconciliación para la Paz) y obtiene información detallada sobre el tema del trabajo forzado nazi. Además de ella, otros cinco participantes proceden de Bielorrusia. "El tema me conmueve, pero también me desgasta emocionalmente", afirma esta mujer de 30 años que trabaja como profesora. Más adelante quiere investigar más por su cuenta en archivos.
Barracones como alojamiento
Mientras cuenta esto, Hanna mira las paredes desnudas de los barracones en los que se alojaban los trabajadores forzados durante la era nazi. Forman parte de un antiguo cuartel construido en 1943 y que hoy sirve como auténtico lugar de conmemoración en el recinto del Centro de Documentación sobre Trabajos Forzados durante el Nazismo.
El árbol delante de la ventana ya existía entonces, al igual que las casas de los alrededores, desde donde sus habitantes podían ver el campamento y cómo los trabajadores forzados corrían a primera hora de la mañana a las fábricas de los alrededores para no regresar hasta la noche. No hace falta mucha imaginación para hacerse una idea de la estrechez, el frío y las pésimas condiciones higiénicas del cuartel, que muchos testigos presenciales relataron más tarde. No había privacidad, ni siquiera en los baños, situados al final del pasillo.
"Un campamento en cada esquina"
El ejemplo de Berlín, entonces capital del Reich, ilustra especialmente bien la magnitud del uso de trabajadores forzados. Berlín no sólo era el centro de poder de los nacionalsocialistas, sino que también albergaba las sedes de grandes empresas industriales y de armamento. Estas tenían una gran demanda de trabajadores, especialmente porque muchos alemanes estaban en el frente y, por lo tanto, no estaban disponibles para trabajar.
Sólo en la capital alemana, alrededor de medio millón de hombres, mujeres e incluso niños se vieron obligados a trabajar. "En Berlín había trabajadores forzados por todas partes", explica el historiador Roland Borchers, que investiga el tema en el Centro de Documentación. "Había un campamento en cada esquina". En el paisaje urbano actual apenas quedan huellas reconocibles de esto.
Una base de datos que crece
Según los historiadores, en Berlín había alrededor de 3.000 recintos para trabajadores forzados. Además de simples barracones, también servían como alojamiento colectivo trasteros, áticos o apartamentos privados. Dos mil de estos centros ya están documentados en una base de datos de acceso público, que Borchers alimenta periódicamente con más información. "Seguimos encontrando nuevos sitios", afirma.
Durante la era nazi, todas las empresas podían solicitar trabajadores forzados, desde la gran fábrica de armas hasta el panadero de la esquina. "Tenía que ir a la oficina de empleo, explicar sus necesidades y hacer patente que su empresa era importante", explica Borchers. "Entonces se le asignaba un trabajador forzado", concluye.
La perspectiva de las víctimas
Después de la Segunda Guerra Mundial, el tema del trabajo forzado nazi recibió poca atención. Hubo que esperar a mediados de la década de 1980 para que fuera objeto de una revisión histórica que todavía continúa en la actualidad. Borchers subraya que algunos aspectos aún no se han examinado suficientemente. Sobre todo, se sabe muy poco sobre las perspectivas y experiencias de las víctimas, aunque existen archivos con testimonios. Para Hanna es por eso muy importante tratar el tema de los trabajos forzados nazis, "para que tales atrocidades no se repitan en el futuro".
Fuente: https://www.dw.com
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