“Aquí y ahora declaro la guerra a este sistema”, agitaba Emma Goldman a principios del siglo XX, con una voz desplegada en ofensiva radical contra todo aquello que pudiera postergar la emancipación de las mujeres. Desde la igualdad social y laboral hasta un conjunto de preocupaciones especificas en las cuales resultó una visionaria: maternidad, trata de mujeres, sufragio femenino y trazos para una futura discusión sobre la legalización del aborto: “Nunca me someteré a la autoridad, ni haré las paces con un sistema que degrada a la mujer a ser una mera incubadora”. Los textos traducidos por la colectiva Traductoras e Intérpretes Feministas de la Argentina abordan estos problemas y ofrecen una versión renovada de verdaderos partes de guerra escritos por una trabajadora pacifista e intransigente, expulsada tanto de la Unión Soviética como de los Estados Unidos. Anarquista militante, feminista de hecho, su grito sigue vigente en el actual enfrentamiento.
EMMA GOLDMAN
Nació el 28 de junio de 1869 en Lituania (perteneciente en ese momento a Rusia). Le tocó trabajar desde los 13 años. A los 16 años, por la persecución a los judíos se tuvo que exiliar y desembarcó en Estados Unidos junto a su hermana, donde comenzó a trabajar en una fábrica de corsés. Se casó con un ruso para separarse al poco tiempo. La revuelta y la represión de Haymarket en Chicago (1886), que, tras la inculpación y posterior ejecución de cinco anarquistas, derivó en la elección por parte de la Segunda Internacional de ese día como manifestación internacional para limitar la jornada laboral en ocho horas, la afecto y la decidió por el activismo. Viviendo ya en Nueva York conoció al anarquista alemán Johann Most y al escritor anarquista lituano Alexander Berkman, con quien se vinculó amorosamente. Motivada por ambos se involucró en la actividad sindical (trabajaba entonces en una fábrica de confección de vestidos) y comenzó a hacerse conocida por sus pronunciamientos públicos.
Cuando enviaron a Berkman a prisión tras el atentado contra el presidente de la Compañía Carnegie (1982), Emma, en un gesto desesperado intentó prostituirse para conseguir recursos y poder ir a visitarlo, pero como ella misma escribió, no logró asimilar lo que consideró un triste oficio”.
Fue encarcelada en 1893 y recién liberada en 1895. En la cárcel prestó ayuda a los médicos de la enfermería para curar a los detenidos en tratamiento. Luego viajó a Viena donde se recibió de enfermera. En Londres conoció a Louise Michel, una de las principales figuras de la Comuna de París, que en ese entonces se dedicaba al cuidado de la publicación de sus obras. Ese encuentro generó un impacto imborrable en ella.
Ya de vuelta en Estados Unidos, junto a Berkman editaron en 1905 la revista Mother Earth (Madre Tierra). En 1909 es acusada falsamente de haber participado en el atentado que terminó con la vida del entonces presidente William MacKinley y fue detenida por algunas semanas. Su actividad pública y su combatividad la mantenían siempre en la mira de las autoridades. Para entonces no sólo se la reconocía por su actividad sindical y su posición anticapitalista, sino también por su defensa de las mujeres en distintos planos. En 1914 volvió a ser detenida acusada de haber hecho campaña por el control de natalidad. Habiendo estallando la Primera Guerra Mundial, formó parte de la Liga contra el reclutamiento de hombres como soldados. En 1916, junto a Berkman y a Eleonor Fitzgerald publican el periódico The Blats ((La Explosión).
En junio de 1917 es nuevamente detenida por su campaña contra la guerra, y fue condenada a dos años de prisión. Tras cumplir la condena fue deportada junto a Berkman y tras un mes de viaje llegaron a la Unión Soviética. Su entusiasmo inicial se vio desmentido rápidamente cuando advirtió “la dirección dictatorial que tomaba la revolución” (unos años después escribiría Mi desilusión en Rusia). Conoció a Maksim Gorki y trabajó con Pitor Kropotkin y Sophie Ananiev. La insurrección en Kronstadt y la revuelta del ejército de Néstor Makhno, ambas masacradas por el ejército rojo, la motivaron a protestar junto a Berkman mediante una carta dirigida al Comité de Defensa de los Trabajadores en San Petersburgo. Su estancia en la Unión Soviética se hizo insostenible y ante la dificultad para salir, lograron hacerlo mediante la intervención de Angélica Balabanova. Emma había logrado llevarse a escondidas el manuscrito de Pitor Archinov que luego se conocería con el nombre de Historia del movimiento makhnovista, 1918-1921, publicado en varios idiomas.
Vivió en Suecia y Alemania y a principios de 1934 se instaló en Francia. Allí recibía a sus amistades y escribió sus memorias. Tambipen la visitaba Berkman, que se encontraba casado con otra mujer con quien había tenido una hija llamada Emma. Finalmente, muy enfermo, Berkman decidió suicidarse, hecho que marcó a Emma para siempre. Tras viajar para instalarse definitivamente en Canadá, Emma viajó dos veces para apoyar a la República en plena guerra civil española. Sobre esa experiencia escribió numerosas páginas y en Toronto se dedicó a hacer campaña por los refugiados españoles. El 13 de mayo de 1940 murió a causa de un derrame cerebral y fue enterrada en Chicago, donde los mártires de la revuelta.
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Autor(es): Emma Goldman
Editorial: Red Editorial
Páginas: 90
Tamaño: 14 x 21 cm.