sábado, 20 de enero de 2024

Cita DCCLIX: Lenin, de revolucionario a criminal

Presentar la vida de un revolucionario a un mundo como el presente constituye una tarea complicada. Si la eterna tensión entre libertad e igualdad parece haberse decantado de manera abrumadora hacia la primera, hasta el punto que expresiones como “justicia social” son descalificadas como resabios perimidos de un régimen que ha ido a parar al “basurero de la historia” (perdón Trotsky), referirse a la figura de Lenin el año del centenario de su muerte parecería intentar dar algo de vida a un cadáver que no está enterrado (pero en la realidad embalsamado).

Tal vez una frase de la famosa escritora Susan Sontag. refiriéndose a Victor Serge, un revolucionario profesional, pueda ayudar: "Los lectores de Serge de hoy deben pensar en transportarse a una época en la cual muchas personas estaban convencidas de que sus vidas estaban más determinadas por la historia que por la psicología, por las crisis generales de la sociedad más que las crisis privadas".

Este párrafo nos conduce a algo muy importante para abordar los sucesos del pasado: debemos intentar comprender el escenario en el que ocurrieron los sucesos que se intentan narrar. Y en este aspecto, Lenin fue un revolucionario, seguramente el más radical, en una época en la que millones de trabajadores en Europa occidental pensaban que la revolución era posible, que el capitalismo estaba agonizando y que era factible reemplazarlo por un régimen más justo, en el que desapareciera la explotación del hombre por el hombre. La guerra que estalló en 1914 los despertó bruscamente.

A la búsqueda de su revolución

Vladimir Ilich Ulianov, el futuro Lenin, nació en el seno del Imperio Ruso en 1870, 9 años después que la servidumbre fuera oficialmente abolida. El Imperio zarista no solo era el más atrasado de Europa en términos económicos, con una abrumadora mayoría de población agraria y analfabeta- sino que sus instituciones sociales estaban modeladas de acuerdo a criterios aristocráticos, contrastando con lo que ocurría en casi todo el resto de Europa.

En el caso particular de Rusia la violencia se manifestaba en periódicos alzamientos campesinos reclamando la propiedad de las tierras en poder del zar y de la aristocracia y también en la “marcha hacia el pueblo” de jóvenes burgueses que se solidarizaban con el campesinado oprimido; de este grupo surgió el denominado “populismo”, expresión que con un significado diferente se incorporó al lenguaje político.

Miembro de una clase media acomodada –incluso con un título de nobleza menor que en alguna ocasión utilizó–, los planes vitales de Lenin fueron atravesados por un acontecimiento dramático: su hermano mayor Alexander fue apresado conspirando para asesinar al zar Alejandro III, sentenciado a muerte y ajusticiado; el joven Ilich solo tenía 17 años. Este hecho parece haber sido el desencadenante de tres rasgos constantes en su vida: su odio al zarismo, su rechazo frontal de la burguesía y la inclinación por soluciones radicales a los problemas sociales.

Desde joven se incorporó a los reducidos grupos revolucionarios que existían en Rusia, al tiempo que intentaba estudiar abogacía; rechazado inicialmente por su antecedente familiar, logró matricularse a los 20 años en la Universidad de San Petersburgo, de donde egresó con el título de abogado. Salvo una corta pasantía nunca trabajó; los medios con que contaba su familia eran suficientes para una vida sin lujos.

Si bien leyó literatura marxista y también anarquista hay coincidencia en sostener que el libro que más lo influenció fue Qué Hacer, del escritor ruso Nicolás Chernichevsky, un filósofo de prestigio entre los populistas. Por lo demás, siempre fue contrario al recurso de la violencia individual, como sostenían algunas corrientes anarquistas. Como participante de todos los grupos revolucionarios pasó por las etapas que correspondían a quienes se oponían al régimen: detención primero y posterior confinamiento en Siberia durante tres años (1897-1900).

Desde joven se destacó como un prolífico escritor y un feroz polemista; planteándose como objetivo la construcción de un partido revolucionario. Su vida personal estaba marcada por la militancia –mudanzas forzadas, exilios– pero la cotidianeidad era la de un señor burgués, casado con una compañera de militancia, que llevaba una existencia “normal”.

Un partido creado y dividido

Su aspiración de crear un partido como los que existían en Europa Occidental, finalmente se concretó en el exilio en Bruselas a mediados de 1903 con la fundación del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso. En ese Congreso, Lenin dio a conocer una de sus ideas fundamentales, de enorme importancia para la futura revolución, y al mismo tiempo generó la división que va a marcar la vida del nuevo partido.

En un folleto titulado “Que Hacer” planteó que la clase trabajadora inmersa en la alienación generada por la explotación solo estaba en condiciones de realizar planteos reformistas –aumento de salarios, mejora de las condiciones laborales–; para impulsar la revolución, para integrar el Partido, era imprescindible un núcleo de militantes que fuera del sistema elaborara la estrategia revolucionaria; en pocas palabras, una elite que procedería a actuar en nombre de la clase obrera oprimida.

Esa concepción, de neto corte elitista, fue enfrentada por otro sector del partido que planteaba la necesidad de facilitar la democratización del Partido y que por este medio se tomaran las decisiones. Las diferencias en esta concepción del Partido condujeron a la división entre bolcheviques (mayoría) y mencheviques (minoría).

Si bien está claro que el texto debe ser entendido en el escenario de un zarismo represivo, no caben dudas respecto a que el comportamiento futuro de los bolcheviques, tanto en el llano como cuando alcanzó el gobierno estuvo guiado por esta confianza respecto de un grupo en condiciones de adoptar la línea política correcta.

En el lapso que media entre el Congreso de 1903 y la Revolución de 1917, Lenin residió muy poco tiempo en Rusia. Si bien tuvo una amplia participación en todas las polémicas que se suscitaron dentro del Partido, que culminaron en la escisión de 1912, prácticamente no participó de la Revolución de 1905, donde el principal dirigente de los Soviets (Asambleas) fue León Trotsky. Este estallido logró que se instalara un régimen semi-constitucional, en el que sin embargo el zar mantenía gran parte de su poder.

Cuando estalló la guerra se instaló en Suiza y frente al conflicto defendió una posición “derrotista”, argumentando que la derrota de Rusia era el único camino posible para el triunfo revolucionario. El derrocamiento del zarismo en febrero de 1917 lo tomó de sorpresa y arbitró los medios –un tren blindado enviado por los alemanes– para dirigirse lo más rápidamente a Petrogrado, en ese entonces la capital del imperio.

Finalmente Octubre

En la Revolución de febrero, que instauró un gobierno provisional, convergieron varios factores: la búsqueda de paz por parte de los combatientes, que estaban siendo sacrificados ante ejércitos mejor equipados; las demandas de los campesinos por el reparto de tierras, y los reclamos políticos de quienes cuestionaban la incapacidad del zar Nicolás II y reclamaban la convocatoria a una Asamblea Constituyente.

Cuando Lenin llegó a Petrogrado en abril, los bolcheviques constituían una minoría; la posición oficial del Partido en esos momentos era la de un apoyo crítico al gobierno, en un momento en que se habían constituido Soviets de obreros y campesinos que tomaban decisiones compitiendo en cierto modo con la autoridad oficial.

La primera reunión de Lenin con la dirigencia dio lugar a que formulara una propuesta fundamental para el accionar futuro: al afirmar que la burguesía había fracasado en su tarea –impulsar el capitalismo– había llegado la hora de la toma del poder por parte de los trabajadores y de los campesinos sin tierras, que se encargarían de llevar a cabo las tareas pendientes de la revolución burguesa y pondrían en marcha el camino hacia el socialismo. Esta postura radical fue inicialmente rechazada pero luego se convirtió en la línea oficial.

El fracaso de los sucesivos gobiernos en las tareas reclamadas por el grueso de la sociedad, convirtieron a los bolcheviques en la única opción capaz de enfrentar los problemas inmediatos; la consigna “Todo el poder a los Soviets” se convirtió en su bandera de lucha. En esos meses, Lenin publicó un texto que completa su visión del futuro. “El Estado y la Revolución” plantea que para alcanzar el objetivo del triunfo del socialismo era imprescindible atravesar una etapa, “la dictadura del proletariado”, imprescindible para neutralizar y acabar con todo intento contrarrevolucionario.

Luego de una Asamblea de los Soviets en la cual Trotsky llevó la voz cantante, los bolcheviques asumieron en octubre el poder de forma exclusiva, marginando al resto de los partidos de izquierda.

Lenin en el poder

Las tareas que llevó a cabo el gobierno bolchevique respondieron a las consignas que Lenin había proclamado durante los años de su accionar político. Se legalizó el reparto de tierras de la aristocracia; se estableció una dictadura cuyo brazo ejecutor fue la Cheka, organización encargada de aplicar arbitrariamente “la justicia revolucionaria”; se convocó a elecciones a una Asamblea Constituyente y al no obtener los bolcheviques más del 25 por ciento de los votos, se procedió a clausurarla.

Finalmente, en el tema de la guerra, se procedió a la firma en marzo de 1918 del Tratado de Brest-Litovsk, que entregaba a Alemania importantes territorios en Europa, abandonando la alianza con Francia y Gran Bretaña. Por su parte, aun en una situación desesperante tuvo la fuerza necesaria para buscar la expansión de la revolución a través de la creación en 1919 de la Internacional Comunista.

La oposición al gobierno bolchevique, dirigida por generales zaristas con apoyo de las potencias occidentales, dio lugar a una sangrienta guerra civil que se extendió hasta fines de 1920; para enfrentarla se creó el Ejército Rojo, a cuyo frente se colocó a León Trotsky. En ese lapso, la entrega forzosa de granos destinada a alimentar a las ciudades y a los soldados condujo a que el campesinado (y no solo este sector) manifestaran su descontento; a principios de 1921 la guarnición de Kronstadt, protagonista de los hechos de Octubre, se rebeló contra el gobierno y este procedió a una represión salvaje.

Si bien Lenin impulsó esta respuesta la situación lo obligó a modificar el rumbo del gobierno. En marzo de 1921 propuso lo que se denominó en adelante Nueva Política Económica (NEP). La base constituía un alivio para el campesinado ya que desaparecían las entregas forzosas reemplazadas por un impuesto en especie, y se permitió el ejercicio del comercio y las actividades comerciales y artesanales privadas, prohibidas desde el comienzo de la Revolución.

Sin embargo “las palancas fundamentales de la economía quedaban en manos del Estado”. Al mismo tiempo, en una decisión central para el futuro de la Revolución, se prohibió la existencia de facciones dentro del Partido, lo que anuló la posibilidad de una alternativa democrática.

Un hombre llamado Vladimir Illich

La NEP tuvo éxito en recuperar la economía pero las discusiones que generó se llevaron a cabo, en su mayoría, luego de la enfermedad que lo postró. A lo largo de su vida, Lenin tuvo una salud muy endeble, que se agravó en sus últimos años. En marzo de 1922 sufrió un ataque cerebral que incluso lo dejó sin habla, pero del que se repuso; sin embargo tuvo un nuevo ataque, está vez definitivo, el 10 de marzo de 1923. Falleció el 21 de enero de 1924.

 La decisiva importancia que Lenin tuvo en el desarrollo del siglo XX es clara. Quedaría por preguntarse quién fue realmente el protagonista de la mayor revolución del siglo XX: ¿el primer asesino de masas del siglo? ¿un radical extremo que se propuso implantar a cualquier costo un régimen de igualdad y justicia en un escenario que en manera alguna estaba preparado para ello, lo que condujo al uso generalizado de la violencia, un elemento que siempre estuvo presente en su ideario? En cualquier caso, frente la situación actual del capitalismo y las crecientes desigualdades que genera, creemos que es válida esta pregunta: "¿fue el bolchevismo una idea que salió mal o una mala idea?”

Fuente: https://www.clarin.com

Por: Jorge Saborido es historiador y académico. Profesor titular consulto en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, es docente invitado en instituciones de España, Chile y Uruguay.

 

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