La Tierra recibe
polvo extraterrestre de manera continua. Cada año, decenas de miles de
toneladas de restos, sobre todo de asteroides y cometas, se asientan
sobre el planeta. Somos el hombro donde cae la caspa del universo.
Y
cada residuo minúsculo tiene una historia que contar. Hace poco los
científicos analizaron el polvo de nieve en la Antártida y encontraron
un exceso de hierro radiactivo. Después de descartar que fuera
contaminación de pruebas de armas nucleares o fuentes similares, el
equipo concluyó que el hierro fue producto de supernovas, las
explosiones estelares que tienen una masa mayor a la del Sol.
El
descubrimiento sugiere que los estallidos en el espacio podrían haber
sacudido a la Tierra y al resto de nuestro sistema solar en un pasado no
tan lejano. Los resultados fueron publicados el 12 de agosto en la revista Physical Review Letters.
Los cazadores de meteoritos se sienten atraídos por la Antártida porque
las rocas espaciales, que son oscuras, se destacan contra la nieve. Dominik Koll,
candidato al doctorado en física nuclear de la Universidad Nacional de
Australia en Canberra, aprecia la Antártida por otras razones: su
ubicación remota y clima desértico aseguran que cualquier polvo
extraterrestre que caiga del cielo permanezca relativamente libre de la
contaminación y sin diluir.
En 2015, un colega de Koll recolectó aproximadamente 500 kilos de nieve cerca de la Estación Kohnen
en la Antártida. La nieve, que había caído en los últimos 20 años, fue
enviada a Alemania, donde la derritieron y filtraron. Luego, con un espectrómetro de masas extremadamente sensible, Koll y sus colaboradores identificaron sus compuestos.
Los investigadores estaban buscando una
variedad rara e inestable de hierro que contenía 26 protones y 34
neutrones. Este isótopo radiactivo, llamado hierro-60, es producido por
las supernovas. Pensemos en estos isótopos como si fueran moscas efímeras o plátanos verdes, dijo Brian Fields,
astrofísico de la Universidad de Illinois que no participó en el
estudio. “Son fenómenos de corta duración”. Y son considerados como una
señal reveladora de que sucedieron recientemente y cerca.
El hierro-60 se ha encontrado en la corteza oceánica de la Tierra que tiene millones de años y en la superficie de la luna,
lo que indica que el isótopo circuló a través del sistema solar hace
mucho tiempo. Pero el hierro-60 de las supernovas nunca se ha encontrado
en material geológicamente joven; su descubrimiento en la nieve
relativamente fresca sugeriría que sigue llegando al planeta.
Koll y sus colegas detectaron cinco isótopos de hierro-60 en los sólidos
filtrados. Estos isótopos son mucho más escurridizos que cualquier
aguja en un pajar: los científicos tuvieron que examinar más de 9 mil
billones de otros isótopos de hierro, la mayoría de ellos de hierro-56.
“Solo hay dos instalaciones en el mundo que tienen esa sensibilidad”,
dijo Koll refiriéndose al espectómetro.
Pero
aún no había un motivo de celebración. El hierro-60 a veces es creado
por procesos que no son supernovas: colisiones entre motas de polvo y
rayos cósmicos de alta energía, pruebas de armas nucleares,
reprocesamiento de combustible nuclear y accidentes nucleares.
Entonces,
Koll y sus colaboradores hicieron una investigación cósmica. Analizaron
el manganeso-53, otro isótopo producido cuando los rayos cósmicos
chocan contra las partículas de polvo. La proporción de hierro-60 a
manganeso-53 en meteoritos ricos en polvo es una cifra conocida, y es
aproximadamente 160 veces menor que la proporción que los investigadores
registraron en la nieve antártica. Los rayos cósmicos no fueron los
culpables. “Eso significaba que había algo más”, dijo Koll.
Su
equipo también descartó que se debiera a fuentes humanas. Las
consecuencias de las pruebas nucleares, que comenzaron a mediados del
siglo XX, son insignificantes en la Antártida, concluyeron Koll y sus
colegas. Las instalaciones de reprocesamiento nuclear se encuentran en
el hemisferio norte y no dejan muchos rastros tan al sur. Y los
principales accidentes nucleares, como el de Fukushima, Japón, en 2011,
no han liberado cantidades significativas de hierro-60, concluyeron los
investigadores.
Eso dejó como las
causantes de la presencia del isótopo a una o más supernovas, quizás las
mismas que cubrieron a la Tierra y la Luna con hierro-60 hace millones
de años. “Nuestros datos indican que todavía hay hierro-60 alrededor de
nuestro sistema solar”, dijo Koll.
El siguiente paso
en la investigación es buscar hierro-60 en hielo que sea más viejo que
la nieve pero más joven que la corteza oceánica, dijo Koll. Eso ayudaría
a determinar si la llovizna de desechos de supernova ha sido continua
en el pasado reciente.
De ser así, el
hierro-60 podría haber sido expulsado directamente al sistema solar por
una explosión estelar. De lo contrario, la región del espacio por la
que está pasando actualmente el sistema solar podría ser la fuente del
hierro-60. Cualquiera de esos
escenarios proporcionaría información útil sobre la dinámica de las
explosiones de supernovas. “Ambos serían hallazgos espectaculares”, dijo
Koll.
Fuente: https://www.nytimes.com
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