Eneas ya no navega. Ha llegado al Lacio. Y con él, los troyanos pisan por fin la tierra prometida. El libro VII de la Eneida marca un antes y un después: aquí empieza la segunda parte del poema. Lo que antes era un viaje lleno de tormentas y profecías, ahora se convierte en tierra, alianzas… y guerra. Todo comienza con un funeral y un banquete. Eneas y sus compañeros troyanos se comen las mesas. Con eso se cumple la profecía de que es así donde deben quedarse. Este es su destino. El rey Latino acoge a Eneas y le ofrece la mano de su hija, Lavinia. Pero no todos lo celebran. Turno, el prometido local y rey de los rútulos, se consume por los celos. Pero no todos lo celebran. La diosa Juno, siempre enemiga de los troyanos, desata a la furia Alecto para sembrar el caos. Y lo consigue. Amata enloquece, Turno arde de orgullo, un ciervo herido basta para encender la chispa. El rey Latino se resiste, pero Juno abre las puertas del templo de Jano. La guerra empieza. Y lo que viene es una lista de héroes, pueblos, armas. Un catálogo como el de la Ilíada. Se prepara el escenario de una guerra que fundará un imperio. La Eneida ya no es un poema de aventuras. Es un relato de poder, identidad, y destino. Porque aquí, en el canto VII, comienza Roma. Como no hay nada más moderno que los clásicos grecolatinos les ponemos música actúa, la banda sonora del canto VII de la “Eneida” está formada por “Elegy” de Lisa Gerrard, “O Verona” de Craig Armstrong y “Time” de Hans Zimmer.
Fuente: Locos por los clásicos
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