Cuando Pablo Escobar murió en 1993, los
cuatro hipopótamos adultos del narcotraficante colombiano fueron
olvidados. Sin embargo, los campos y estanques a lo largo del río
Magdalena les resultaron apropiados. Un estimado
calcula su población actual entre cincuenta y ochenta animales. Para
2050, podría haber entre 800 y 5000 en un paisaje que nunca antes había
visto hipopótamos.
No son los únicos
herbívoros que están apareciendo en lugares inesperados. En Australia,
camellos cimarrones vagan por regiones remotas y semiáridas. Los
antílopes son un avistamiento común en los pastizales desde Texas hasta
la Patagonia. Y los jabalíes salvajes están por doquier. La sabiduría
popular sostiene que estos animales están causando impactos nuevos y
potencialmente dañinos en ecosistemas que ya se encontraban bajo asedio.
Sin embargo, un estudio recientemente publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences argumenta
que los estilos de vida de esos animales y otra fauna exótica podrían
estar restaurando las funciones ecológicas de especies perdidas debido a
la extinción durante la última Edad de Hielo.
“Descubrimos
que, sorprendentemente, el mundo es más parecido al pasado previo a la
extinción cuando se incluye a las especies introducidas”, dijo Erick
Lundgren, ecologista en la Universidad de Tecnología de Sídney y autor
principal del estudio.
Desde hace más de 100.000 años, durante el Pleistoceno tardío, una ola
de extinciones acabó con animales grandes por todo el planeta: mamuts en
Eurasia, caballos y perezosos gigantes en América y un bestiario de
marsupiales gigantes en Australia. Los investigadores han sospechado que
la pérdida de esa megafauna pudo haber dejado huecos en las cadenas
alimentarias y otros ciclos de los ecosistemas en los que vivían,
particularmente en lugares como el continente americano y Australia,
donde las extinciones fueron más intensas.
Lundgren y sus colegas deseaban probar la idea de que los herbívoros
incorporados estaban retomando las labores ecológicas abandonadas por
sus homólogos extintos. El equipo indagó en la literatura científica
para crear una lista enorme de especies herbívoras tanto existentes como
extintas que habían vivido durante los últimos 126.000 años. Las
clasificaron por categorías con base en el tamaño corporal, la anatomía,
la dieta y la manera en que sus entrañas fermentaban la vegetación,
posteriormente compararon cómo coincidían los estilos de vida de los
herbívoros introducidos y los de los extintos en una región.
El equipo esperaba descubrir que los
ensamblajes de especies puramente nativas serían más cercanos a los
ecosistemas del Pleistoceno. Sin embargo, las mezclas de animales
exóticos y nativos fueron una coincidencia más precisa.
“Uno
esperaría que estas incorporaciones hubieran incrementado los cambios y
amenazado a las especies nativas por la competencia”, dijo Lundgren.
“En cambio, parece ser que las criaturas que realmente han prosperado
son especies ecológicamente distintas de las especies nativas, que han
restaurado capacidades ecológicas perdidas”.
En
el norte de Australia, el pastoreo de los búfalos de agua —los
herbívoros más grandes desde que el continente perdió a sus marsupiales
gigantes—, reduce la frecuencia y la gravedad de los incendios
forestales, dijo Lundgren. Los jabalíes salvajes, que suelen escarbar en
el suelo y así ayudan a que los árboles crezcan más y atraigan a las
aves, están reemplazando el trabajo ecológico que solían hacer los
extintos pecaríes gigantes en América del Norte. Las actividades de los mustangs y burros salvajes
en el oeste americano probablemente replican las de los caballos
estadounidenses originales, que se extinguieron hace unos 12.000 años.
Fuente: https://www.nytimes.com
Por:
CADENA DE CITAS
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