No hay mal que por bien no venga.
Dios escribe recto sobre renglones torcidos.
El otro día me mandaron una foto de Agua Dulce sorpresivamente llena de gaviotas, que se lanzaban a volar con alegría; claro ya no hay bañistas y ahora hay gaviotas. Y en las informaciones internacionales han aparecido fotos de ciudades conocidas con sus calles vacías y animales silvestres recorriendo sus calles. Me vino al pensamiento la idea de si será necesario encerrar a los hombres para que los animales no se sientan amenazados y que vivan libres y a sus anchas.
También está mejorando el aire y las aguas desde que al hombre el virus lo ha encerrado en sus casas. Los canales de Venecia con aguas limpias, los peces se han multiplicado (sin necesidad de milagro). Se respira oxígeno, se llega a ver el cielo, por fin azul, sin la cortina de gases tóxicos que tapa el firmamento. ¿Será que la tierra amenazada le habrá rogado a Dios por una tregua y que para eso habría que encerrar a los hombres?
El hombre y la mujer han tenido la necesidad de reflexionar. Ya no se sale de casa, no hay ocupaciones exteriores, habrá que aprender a pasar del mundo exterior que nos superficializa al mundo interior donde nos encontramos con nuestra verdadera esencia, podremos definirnos por lo que somos y no por lo que hacemos. Descubriremos que si bien es verdad que al amar nos valemos por nuestros brazos, por nuestra boca, por nuestros labios, llegaremos a darnos cuenta que quien ama es el corazón. Y los hijos no sólo sabrán que tienen un papá, sino que sabrán cómo es el papá y el papá descubrirá a sus hijos y cuanto se necesitan.
Ojalá que estas y otras lecciones que nos da el virus no las olvidemos como malos alumnos que después de escuchar una lección se les olvida en cuanto salen del aula y tienen que repetírsela.
Y finalmente he pensado ¿estará Dios detrás de todo esto?
Adolfo Franco, SJ
Dios escribe recto sobre renglones torcidos.
El otro día me mandaron una foto de Agua Dulce sorpresivamente llena de gaviotas, que se lanzaban a volar con alegría; claro ya no hay bañistas y ahora hay gaviotas. Y en las informaciones internacionales han aparecido fotos de ciudades conocidas con sus calles vacías y animales silvestres recorriendo sus calles. Me vino al pensamiento la idea de si será necesario encerrar a los hombres para que los animales no se sientan amenazados y que vivan libres y a sus anchas.
También está mejorando el aire y las aguas desde que al hombre el virus lo ha encerrado en sus casas. Los canales de Venecia con aguas limpias, los peces se han multiplicado (sin necesidad de milagro). Se respira oxígeno, se llega a ver el cielo, por fin azul, sin la cortina de gases tóxicos que tapa el firmamento. ¿Será que la tierra amenazada le habrá rogado a Dios por una tregua y que para eso habría que encerrar a los hombres?
El hombre y la mujer han tenido la necesidad de reflexionar. Ya no se sale de casa, no hay ocupaciones exteriores, habrá que aprender a pasar del mundo exterior que nos superficializa al mundo interior donde nos encontramos con nuestra verdadera esencia, podremos definirnos por lo que somos y no por lo que hacemos. Descubriremos que si bien es verdad que al amar nos valemos por nuestros brazos, por nuestra boca, por nuestros labios, llegaremos a darnos cuenta que quien ama es el corazón. Y los hijos no sólo sabrán que tienen un papá, sino que sabrán cómo es el papá y el papá descubrirá a sus hijos y cuanto se necesitan.
Ojalá que estas y otras lecciones que nos da el virus no las olvidemos como malos alumnos que después de escuchar una lección se les olvida en cuanto salen del aula y tienen que repetírsela.
Y finalmente he pensado ¿estará Dios detrás de todo esto?
Adolfo Franco, SJ
Miraflores, 26 de marzo 2020