"Una vez en el poder, Cáceres no se distinguió mucho de los caudillos militares anteriores. González Prada era de la opinión de que había dos personificaciones de Cáceres: una de ellas era el héroe de la resistencia contra Chile y la otra emergió durante sus dos mandatos presidenciales (1886-1890 y 1894-1895). Según González Prada, el presidente Cáceres se dedicó a la “rapiña casera” y a la teoría, violo derechos individuales y estuvo involucrado en dos escándalos de asesinato político, además de interferir con investigaciones judiciales y malversar fondos públicos. Así como Piérola representaba los intereses de Dreyfus, Cáceres representaba los de Grace.
Otros observadores locales y extranjeros verificaron algunas de las afirmaciones hechas por González Prada. Inicialmente, la escasez de recursos financieros obligó al gobierno de Cáceres a forzar préstamos de la comunidad empresarial, mediante ‘todo subterfugio en su poder para obtener dinero de quien será […] en muchos casos injustamente’. Una nota entregada a través de la intermediación de dos diplomáticos españoles revelaba el intento del gobierno chileno de sobornar a Cáceres, ofreciéndoles dinero para desbaratar acuerdos financieros que venían siendo negociados en ese entonces en el extranjero y que Chile consideraba contrarios a sus intereses. Acertadamente, Cáceres percibió estos ofrecimientos como una trampa. Sin embargo, el diplomático británico que reveló esta información confidencial dudaba sinceramente de un rechazo rotunda a la oferta chilena, puesto que ‘la necesidad de dinero es tan urgente, y las camarillas tan codiciosas, que yo no estaría dispuesto a realizar ningún pronóstico definitivo’. Para permanecer en el poder, Cáceres debía alimentar a una camarilla de ambiciosos asociados.
¿Quiénes conformaban esta camarilla? Fundamentalmente los miembros del sequito militar que ayudaron a Cáceres a capturar el poder, luego de las legendarias campañas contra los chilenos e Iglesias. Entre los colaboradores más cercanos y fieles, a los que se recompensó con altos cargos en el gobierno o escaños en el parlamento, estuvieron Justiniano Borgoño, Remigio Morales Bermúdez, Hildebrando Fuentes, Luis Ibarra, Mariano Alcázar, Manuel Patiño Zamudio, Francisco Mendizábal, Daniel de los Heros, Teodomiro Gadea y Manuel E. Lecca. Varios de estos oficiales militares eran también integrantes de la junta directiva del nuevo Centro Militar del Perú, un influyente club social militar que, junto a varias publicaciones militares, recibió el auspicio del gobierno de Cáceres. Los civiles Pedro A. del Solar, Aurelio Denegrí, Isaac Alzamora, Antero Aspíllaga y Elías Mujica, los principales ministros nombrados desde 1886, también habían colaborado fundamentalmente como figuras políticas con rango militar en las campañas dirigidas por Cáceres. Solar, en particular, era el asesor político más fiel y cercano de Cáceres, pese a sus orígenes pierolistas.
(...)
El desvió sistemático de fondos públicos para el lucro privado se encontraba al fondo de la obstinada resistencia a la reforma y modernización militares. En noviembre de 1887, Aurelio Denegrí, el primer ministro de Cáceres, afirmo en un diario local que los fondos nacionales habían sido desviados ilegalmente por sus predecesores inmediatos en el gabinete; menciono, en particular, al ministro de Guerra, quien se había rehusado a implementar las reformas necesarias en las fuerzas armadas para superar el desorden. Las extorsiones cometidas por los oficiales militares se justificaban como la recompensa duramente ganada por sus pasados actos patrióticos. Con Cáceres crecieron las oportunidades para que los oficiales obtuvieran un ingreso superior a su salario. En respuesta a González Prada y a críticos similares, Cáceres defendió su reputación aludiendo a su patriotismo y buenas intenciones para restaurar el crédito del país, atraer capitales y crear trabajo para el pobre.
La popularidad de Cáceres comenzó a caer hacia abril de 1887 debido a varios factores, entre ellos la misteriosa desaparición del coronel Romero Flores, de quien se sospechaba había sido fusilado y enterrado en secreto por orden directa del Presidente. Asimismo, el descontento se debía a la prolongada depresión económica, el desempleo y la extendida pobreza, todo lo cual se consideraba en peor estado que bajo el gobierno de Iglesias. Hacia enero de 1891, el prestigio de Cáceres se había derrumbado aún más, luego de cuatro años de gobierno 'señalados por peculaciones y abusos sin cuento'; el más flagrante e injustificado entre ellos era la notoria riqueza privada de Cáceres, no obstante haber llegado a la presidencia sin más fortuna que su intachable nombre. Dos años y medio más tarde, el ministro británico afirmó que el tesoro peruano se encontraba inusualmente vació debido al despilfarro, la malversación y el desfalco, y a que el 'general Cáceres se encuentra del todo desacreditado por la revelación de su corrupción durante su presidencia y las inescrupulosas ilegalidades, etc., de su actual campaña política'. Para completar la figura, representante diplomáticos franceses posteriormente observaron que el gobierno de Cáceres estuvo tan signado por los expolios que lo citaban como un 'gouvernement de bandits'."
Páginas 199-201. Historia de la corrupción en el Perú. Alfonso W. Quiroz. Instituto de Estudios Peruano. Lima, Perú - 2016.
CADENA DE CITAS
Otros observadores locales y extranjeros verificaron algunas de las afirmaciones hechas por González Prada. Inicialmente, la escasez de recursos financieros obligó al gobierno de Cáceres a forzar préstamos de la comunidad empresarial, mediante ‘todo subterfugio en su poder para obtener dinero de quien será […] en muchos casos injustamente’. Una nota entregada a través de la intermediación de dos diplomáticos españoles revelaba el intento del gobierno chileno de sobornar a Cáceres, ofreciéndoles dinero para desbaratar acuerdos financieros que venían siendo negociados en ese entonces en el extranjero y que Chile consideraba contrarios a sus intereses. Acertadamente, Cáceres percibió estos ofrecimientos como una trampa. Sin embargo, el diplomático británico que reveló esta información confidencial dudaba sinceramente de un rechazo rotunda a la oferta chilena, puesto que ‘la necesidad de dinero es tan urgente, y las camarillas tan codiciosas, que yo no estaría dispuesto a realizar ningún pronóstico definitivo’. Para permanecer en el poder, Cáceres debía alimentar a una camarilla de ambiciosos asociados.
¿Quiénes conformaban esta camarilla? Fundamentalmente los miembros del sequito militar que ayudaron a Cáceres a capturar el poder, luego de las legendarias campañas contra los chilenos e Iglesias. Entre los colaboradores más cercanos y fieles, a los que se recompensó con altos cargos en el gobierno o escaños en el parlamento, estuvieron Justiniano Borgoño, Remigio Morales Bermúdez, Hildebrando Fuentes, Luis Ibarra, Mariano Alcázar, Manuel Patiño Zamudio, Francisco Mendizábal, Daniel de los Heros, Teodomiro Gadea y Manuel E. Lecca. Varios de estos oficiales militares eran también integrantes de la junta directiva del nuevo Centro Militar del Perú, un influyente club social militar que, junto a varias publicaciones militares, recibió el auspicio del gobierno de Cáceres. Los civiles Pedro A. del Solar, Aurelio Denegrí, Isaac Alzamora, Antero Aspíllaga y Elías Mujica, los principales ministros nombrados desde 1886, también habían colaborado fundamentalmente como figuras políticas con rango militar en las campañas dirigidas por Cáceres. Solar, en particular, era el asesor político más fiel y cercano de Cáceres, pese a sus orígenes pierolistas.
(...)
El desvió sistemático de fondos públicos para el lucro privado se encontraba al fondo de la obstinada resistencia a la reforma y modernización militares. En noviembre de 1887, Aurelio Denegrí, el primer ministro de Cáceres, afirmo en un diario local que los fondos nacionales habían sido desviados ilegalmente por sus predecesores inmediatos en el gabinete; menciono, en particular, al ministro de Guerra, quien se había rehusado a implementar las reformas necesarias en las fuerzas armadas para superar el desorden. Las extorsiones cometidas por los oficiales militares se justificaban como la recompensa duramente ganada por sus pasados actos patrióticos. Con Cáceres crecieron las oportunidades para que los oficiales obtuvieran un ingreso superior a su salario. En respuesta a González Prada y a críticos similares, Cáceres defendió su reputación aludiendo a su patriotismo y buenas intenciones para restaurar el crédito del país, atraer capitales y crear trabajo para el pobre.
La popularidad de Cáceres comenzó a caer hacia abril de 1887 debido a varios factores, entre ellos la misteriosa desaparición del coronel Romero Flores, de quien se sospechaba había sido fusilado y enterrado en secreto por orden directa del Presidente. Asimismo, el descontento se debía a la prolongada depresión económica, el desempleo y la extendida pobreza, todo lo cual se consideraba en peor estado que bajo el gobierno de Iglesias. Hacia enero de 1891, el prestigio de Cáceres se había derrumbado aún más, luego de cuatro años de gobierno 'señalados por peculaciones y abusos sin cuento'; el más flagrante e injustificado entre ellos era la notoria riqueza privada de Cáceres, no obstante haber llegado a la presidencia sin más fortuna que su intachable nombre. Dos años y medio más tarde, el ministro británico afirmó que el tesoro peruano se encontraba inusualmente vació debido al despilfarro, la malversación y el desfalco, y a que el 'general Cáceres se encuentra del todo desacreditado por la revelación de su corrupción durante su presidencia y las inescrupulosas ilegalidades, etc., de su actual campaña política'. Para completar la figura, representante diplomáticos franceses posteriormente observaron que el gobierno de Cáceres estuvo tan signado por los expolios que lo citaban como un 'gouvernement de bandits'."
Páginas 199-201. Historia de la corrupción en el Perú. Alfonso W. Quiroz. Instituto de Estudios Peruano. Lima, Perú - 2016.
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