“En pleno verano de 1939 fui con mi madre al mercado para
comprar fruta. Tras examinar con detenimiento casi todos los puestos, mamá ser
paró ante uno del que se encargaba una mujer bastante corpulenta y le pregunto:
- ¿Cuánto quiere por estas manzanas?
A pesar de su generosa constitución, la mujer pidió un
precio liviano:
- Veinte grozny el kilo.
Puesto que era costumbre de los vendedores inflar los
precios con el fin de tener para el regateo, mamá supuso que debía seguir el
ritual.
- ¿Y no aceptaría quince por estas sobras? –preguntó.
La gorda se levantó del montón de sacos, alzó sus rollizas
manos hacia el cielo nuboso y rogó:
- ¡Oh, Dios que estás en los cielos, haz caer una lluvia de
fuego sobre esta gentuza!
Atemorizados, corrimos a casa con las bolsas de la compra
vacías. Unas cuantas semanas más tarde comenzó la guerra y las bombas empezaron
a caer sobre Cracovia. Cuando mi madre estaba muerta de miedo, yo le preguntaba
con mal disimulada ironía: Bueno mamá, ¿merecía la pena causar esta catástrofe pro
cinco grozny?”
Prólogo. El pintor de Cracovia. Uno de las memorias más increíbles que nos ha deparado el Holocaustro. Joseph Bau. Ediciones B. Barcelona, España -1990.
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