La fecha elegida para la presentación del cinematógrafo fue
el 28 de diciembre de 1895 y previamente los Lumiére distribuyeron algunas
invitaciones entre varias personas cuya asistencia les interesaba
particularmente, como M. Thomas, director del Museo Grevin, George Meliés,
director del teatro Robert Houdin, M. Lallemand, director del Folies Bergére, y
algunos cronistas científicos.
Sin embargo, tan solo algunas de las personas invitadas
asistieron a aquella proyección histórica y el aspecto de la sala antes de
comenzar la sesión no era muy alentador. Algunos transeúntes ociosos, que tenían
media hora que perder, decidieron bajar los peldaños que conducían hasta el
Salon Indien. Pero la mayor parte de los que tuvieron ocasión de leer el cartel
anunciador, se encogieron de hombros y, enfundados en sus abrigos, se perdieron
entre la muchedumbre. La recaudación fue muy modesta. Ascendió a 35 francos,
cifra que apenas cubría el importe del alquiler del salón.
Aseguran las crónicas de flotaba en la sala, antes de comenzar
la proyección, un ambiente de frio escepticismo. Este escepticismo duró todo el
tiempo que las luces permanecieron encendidas, pues al apagarse, un tenue haz cónico
de luz brotó del fondo de la sala y al estrellarse contra la superficie blanca
de la pantalla obró el prodigio. Los espectadores quedaron petrificados, ‘boquiabiertos,
estupefactos y sorprendidos más allá de los que puede expresarse’, como escribe
George Meliés, testigo de aquella maravilla. Y Henri de Parville recuerda: ‘Una
de mis vecinas estaba tan hechizada que se levantó de un salto y no volvió a
sentarse hasta que el coche, desviándose, desapareció’.
Desde aquel momento la batalla estuvo ganada. Los
espectadores se hallaban auténticamente anonadados ante aquel espectáculo jamás
visto. ‘Los que se decidieron a entrar salían un tanto estupefactos -narra Volpini-
y muchos volvían llevando consigo a todas las personas conocidas que habían encontrado
en el bulevar’.
Y, sin embargo, las diez brevísimas películas de diecisiete
metros que componían los primeros programas presentados por los Lumiére
mostraban imágenes absolutamente vulgares e inocentes. Películas que, barajando
unas pocas variantes, ofrecían temas bien prosaicos: La salida de los obreros
de la fábrica Lumiere, Riña de niños, Los fosos de las Tullerías, La llegada
del tren, El regimiento, El herrero, Partida de naipes, Destrucción de las
malas hierbas, La demolición de un muro, El mar, etc.
Páginas 25 y 26. Historia del cine. Roman Gubern. Anagrama. Barcelona, España - 2014.
MÁS INFORMACIÓN
- Libro: El cine de los maestros de Federico de Cardenas
- Libro: La justicia en la pantalla de Luis Pásara
- Libro: José María Arguedas y el cine de Dora Sales
CADENA DE CITAS
- Antes - Cita CDLXXXII: La Boza
- Después - Cita CDLXXXIV: El asombroso recorrido del coronavirus en Estados Unidos