miércoles, 25 de diciembre de 2019

Cita CDLXII: Las piedras rodantes de Chile también rebotan




Una roca en el sistema de fallas de Chuculay, en Chile,
se desprendió de la escarpa que se ve en el fondo


Existe un lugar en el desierto de Atacama en Chile donde el tipo de arena —la llamada “chusca”, que es muy fina— conserva los rastros de las depresiones. Lo que parecen huellas de una criatura gigante son en realidad la prueba exquisitamente preservada de rocas que se desplomaron de un risco cercano antes de rebotar a su lugar final de descanso.

En el sistema de fallas de Chuculay hay miles de estructuras gigantes de granito, algunas del tamaño de una casa. Y gracias a que las condiciones hiperáridas del desierto preservan el recorrido de las rocas, es “un lugar ideal para estudiar la teoría y la física del desprendimiento de rocas”, dijo Paul Morgan, geólogo de la Universidad Cornell.

Morgan y sus colaboradores analizaron las trayectorias de algunas de estas rocas y presentaron su investigación la semana pasada en la conferencia de la Unión Estadounidense de Geofísica en San Francisco. Sus hallazgos sobre cuán lejos caen las rocas son útiles para diseñar estructuras que puedan proteger a personas y propiedades en áreas propensas al desprendimiento de rocas.

En julio de 2018, Morgan y sus colaboradores de Cornell y de la Universidad Católica del Norte en Chile montaron tiendas de campaña en medio de los gigantes de granito de Chuculay. Una escarpa —formación geológica creada por una falla tectónica— de aproximadamente 305 metros de alto, se erguía cerca de allí. Los investigadores tienen la hipótesis de que las rocas del lugar probablemente cayeron de esa escarpa durante uno de los numerosos terremotos de Chile, un territorio tectónicamente activo.

La mayoría de los parajes del planeta están en continuo cambio, pero el desierto de Atacama es distinto. Es treinta veces más árido que el Valle de la Muerte, un parque nacional en California. Como no hay precipitaciones regulares que produzcan erosión, si algo sucede, la evidencia tiende a permanecer.

Para mapear las rocas y la escarpa en tres dimensiones, el equipo de investigación las escaneó con drones cuadricópteros equipados con cámaras. Incluso, para tener su propio punto de vista, una vez escalaron la escarpa.

“Eso estuvo en el límite de lo seguro”, dijo Morgan. Los científicos catalogaron los tamaños y las ubicaciones de cientos de rocas de casi dos metros de diámetro. Encontraron la mayor parte de las rocas debajo de las secciones más irregulares de la escarpa. “Mientras más áspera sea la escarpa, mayor es la probabilidad de que genere múltiples desprendimientos de roca”, explicó Morgan.

También mapearon los rastros de cráteres de impacto que conducían de vuelta a la escarpa y registraron las trayectorias de 32 rocas. Algunas de las rocas rebotaron hasta 25 veces hasta detenerse, y ciertas rocas dejaron depresiones de hasta 50 centímetros de profundidad.

Cuando los investigadores analizaron las ubicaciones de los cráteres de impactos, se sorprendieron. Esperaban que las distancias entre las depresiones sucesivas se redujeran a medida que las rocas perdían energía. “Pero algunas veces encontramos un rebote corto seguido de uno largo”, dijo Morgan.

Una explicación es que las variaciones naturales en las propiedades del suelo del desierto —su inclinación y composición, por ejemplo— influyeron en el rebote de las rocas. Otra posibilidad es que algunas de las rocas se hayan fragmentado y los cráteres que quedaron atrás registraron los rebotes de diferentes pedazos.

Los investigadores también descubrieron que muchas de las rocas no habían caído en simple línea recta. Alrededor de un cuarto de las rocas rebotaron hacia los lados y quedaron a más de 30 grados de la escarpa de donde cayeron. Esto también se podría explicar por medio de las diferencias en el suelo subyacente o las irregularidades en la forma de la roca: no son esferas perfectas.

Estos resultados son valiosos para el diseño de estructuras como cercas y bermas en lugares donde los desprendimientos de roca son comunes, según Jeffrey Moore, geocientífico de la Universidad de Utah, quien no colaboró en la investigación.

“Queremos saber hasta dónde llegarán las rocas”, dijo. Morgan y sus colegas siguen analizando las rocas rebotadoras de Atacama. Quedan muchas interrogantes en la investigación, dijo Richard Allmendinger, geólogo estructural de Cornell y asesor de Morgan. “Empezamos a estudiarlas simplemente porque no las entendíamos”.


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