El conflicto marca un antes y un después en la breve historia de los
Estados Unidos de América. Entre 1861 y 1865 los Estados del norte (la
Unión) y los del sur (la Confederación) se enfrentaron en una guerra
fratricida que ocasionó más de medio millón de muertos entre los dos
bandos. El origen de la guerra y lo que terminó por darle nombre fue la
secesión de siete Estados del sur a los que luego se sumarían cuatro
más. La secesión vino motivada por la legislación referente a la
esclavitud ya que, desde la independencia del país en 1776, el sur era
esclavista y el norte abolicionista.
La economía sureña, basada en las grandes plantaciones de algodón,
tabaco y caña de azúcar, dependía de la mano de obra esclava traída de
África en barcos negreros. En el norte, en cambio, ya había dado
comienzo la revolución industrial. Este hecho marcó la diferencia en el
campo de batalla. Los ejércitos unionistas eran más numerosos y estaban
mejor equipados de armamento. Aún así la Confederación resistió durante
cinco año hasta que el general Robert E. Lee fue derrotado por Ulysses
S. Grant en la batalla de Five Forks.
Tras ello, y después de una cadena de reveses bélicos, el sur se avino a
deponer las armas en la Appomattox Court House. La Unión había ganado,
lo que marcaría a fuego el destino de la nación, que salió refortalecida
de este conflicto dando comienzo a una era de reconstrucción y
expansión que la convertirían en el lapso de unas pocas décadas en una
gran potencia mundial.
Podcast: La ContraHistoria
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